Cabalgó durante tres meses, claro que haciendo paradas de vez en cuando. Su hogar se encontraba al otro extremo de Terraconce, en una tierra muy lejana situada a un lado del mar del norte.
Luego de pasar por varias ciudades, un desierto, montañas Eizan llegó hasta la falda de una columna de montañas, ahí había un espeso bosque, uno que al momento de verlo le trajo bastantes recuerdos. Bajó de la criatura y se quedó mirando la vegetación por algunos minutos, sin decir una palabra. Acarició la cabeza del animal, sonrió y murmuró:
-Será un poco incómodo cruzar por aquí... pero es el único camino.
Montó sobre la criatura y esta comenzó a caminar, adentrándose entre los árboles y arbustos. Se emocionaba al pensar que en unas horas más llegaría a su casa, vería a su padre y juntos platicarían acerca de muchas cosas. Eran siete años, siete en los que ni siquiera había vuelto a lo menos una vez. Sólo silencio, ningún ruido, aunque era habitual. Desde que recordaba jamás escuchó un ave o una criatura, nada, debido a eso resultaba tan tenebroso.
El se ponía en el oeste cuando llegó a la entrada del poblado. Parecía un pequeño valle, las casas estaban construidas dentro de los muros de piedra, parecían cuevas. No había nadie, las tiendas cerradas, las ventanas de las moradas bien aseguradas, sólo en una que otra podía apreciar un poco de luz proveniente de una antorcha o velas. Cruzó por el lugar montado en el animal, sin bajarse, sin hacer ninguna parada. Parecía un pueblo fantasma. La casa de su padre se encontraba en las afueras de la comunidad, alejada, como si nadie hubiese querido algunas vez compartir algo con él, y así fue, por mucho tiempo, exceptuando a algunos por supuesto. Todo eso se debía a que era un humano, al contrario de su madre, una hermosa Tsathi, como la recordaba él.
Después de unos minutos llegó hasta una casa construida de grandes y pequeñas rocas, afuera había una cerca de madera, casi destruida. El lugar estaba muy descuidado. Se bajó del animal y caminó hasta la entrada. Sintió escalofríos. En ese instante una luz se encendió adentro y una sombra pasó cerca de la ventana.
-¡¿Quién está ahí?!
Eizan retrocedió un poco de lo nervioso que estaba. La puerta se abrió lentamente y un muchacho, tal vez de su edad, con una vela en la mano se asomó hacia afuera.
-¿Qué deseas? -preguntó él.
Eizan tragó saliva y respondió:
-Busco a Gao...
El individuo se acercó más, la luz de la vela iluminó el rostro del Tsathi.
-¿Eizan?
El muchacho soltó la vela y le dio un fuerte abrazo. Eizan estaba desconcertado.
-Soy yo... Ningen -añadió el joven alegremente.
Eizan sonrió y le devolvió el abrazo. Ningen era su mejor amigo de la infancia y la familia de este había guardado una muy estrecha relación con su padre y su difunta madre desde antes que él y su amigo nacieran.
-Creí que nunca volverías a este lugar... bueno, después de lo que sucedió -comentó Ningen.
-Durante años pensé lo mismo -respondió Eizan sonriendo.
Después de saludarse entraron en la morada. No había cambiado en nada, estaba tal y como él lo vio la última vez. La misma mesa, la mismas viejas sillas en las que durante horas se sentaba con su padre a conversar.
-¿Donde está mi padre? -preguntó antes que cualquier otra cosa.
Ningen se quedó en silencio, como si estuviese dudando sobre responder a la pregunta o no que le hacía su amigo. Luego de unos momentos respondió:
-Está arriba... muy enfermó.
La expresión de Eizan fue sombría, triste, todos los años que no había pasado junto a él. Pero no podía arrepentirse ahora de eso. Los dos subieron por una pequeña escalerilla y al llegar arriba entraron en una habitación de la derecha, al frente de esta había otra, era la de él. Una sola vela alumbraba todo el lugar, posada sobre un pequeño mueble al lado de una cama con sabanas blancas, ahí estaba el hombre, postrado, con los ojos cerrados y respirando con dificultad.
-Papá... -dijo de pronto Eizan en voz baja.
Gao abrió los ojos de golpe y observó hacia la entrada de la recámara. Sintió que su pecho se inflaba de alegría, no podía contenerla, era su hijo, si, era su hijo, esta vez no soñaba. Varias lágrimas resbalaron por su rostro.
-Eizan... hijo... tanto tiempo ha pasado -dijo el hombre sollozando.
El Tsathi se acercó rápidamente y se arrodilló a su lado, tomó la mano de su padre y la apretó con fuerza.
-Ya estoy aquí, he venido a verte papá.
-Estoy tan feliz de que hayas... venido.
Eizan tragó saliva, algo dentro de él le decía que no estaría mucho tiempo platicando con él.
-Siento tanto lo que sucedió con Tsuki y con... tu hijo -dijo Gao cerrando los ojos-. Quise acompañarte en esos momentos.
El hombre comenzó a toser gravemente por unos momentos.
-Lo siento tanto... -respondió Eizan-. Debí quedarme contigo.
Gao se calmó y agregó:
-Te comprendo. Pero tu mujer nunca hubiese querido que asesinaras en su nombre.
-He dejado de hacerlo papá, desde que conocí a...
Eizan se quedó en silencio, tal vez no era momento para hablar de aquella muchacha, la que le había hecho sentir algo que no sentía desde hacía tantos años. Su padre podía pensar que todo aquello sólo era un juego para él, que se había olvidado de Tsuki o algo así.
-¿Quién? -preguntó el hombre.
-Ella me ha hecho cambiar, no entiendo como, pero algo en mi sucedió de repente. Cerca de ella siento tanta tranquilidad y a la vez tanta agonía.
-Ya veo... que bueno que alguien haya producido eso en ti. La última vez que te vi lucías diferente, esa mirada asesina, ese odio y esa tristeza han ido desapareciendo de tu rostro poco a poco. Me he dado cuenta de eso al momento de verte -Eizan apretó su mano más fuerte-. Sé que Tsuki está muy feliz por eso.
-Hay tanto que debemos hablar...
-Pero muy poco tiempo hijo, casi nada de tiempo. Mi hora ha llegado y me voy con tanta alegría en mi corazón de volver a verte, aun más porque tu espíritu se ha tranquilizado.
-Papá... -dijo Eizan mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
-Adiós hijo... espero que seas feliz... muy feliz -dijo Gao mientras parecía que entraba en un profundo sueño.
Los ojos de su padre comenzaron a cerrarse lentamente, su mano ya no sujetó más la de su hijo, sus fuerzas se iban con él. Gao había muerto. Eizan lloró en silencio, deseaba gritar, destruir todo a su alrededor, una rabia desconocida e incontenible nació dentro de él. De pronto sintió una mano sobre su hombro, era Ningen, sus ojos llenos de lágrimas demostraban que sufría tanto o tal vez más que él y si bien no era su hijo, durante años fue criado como uno. Eizan se levantó del suelo y abrazó a su amigo, luego de unos momentos bajaron a la pequeña sala de estar.
-¿Te irás nuevamente? -preguntó Ningen mientras se sentaban frente a la mesa.
Eizan le observó fijamente, dudó en contestar, dudó en decir lo que deseaba decir.
-Si... me quedaré por unos meses -respondió el muchacho.
Quedarse era justo lo que deseaba, pero no sabía si hacerlo o no. Kayla estaba embarazada y corría peligro, pero en Jumú era difícil que le sucediera algo, más aun cuando estaba rodeada de fuertes guerreros, como Isao.
-Mañana nos encargaremos de los preparativos para la cremación -agregó Ningen-. Tendrá un funeral digno.
-No vendrá nadie... -comentó Eizan.
-Eso no importa -contradijo su amigo-. Con nosotros dos es suficiente, tu eres su hijo y yo... bueno, soy como uno. Estará feliz te lo aseguro.
Eizan sonrió. Los dos fueron criados juntos. Los padres de Ningen murieron cuando este tenía tres años debido a una enfermedad, de la misma que falleció la madre de Eizan. Gao se encargó de cuidarlos, pero cuando cumplieron los quince los tíos de Ningen llegaron al pueblo buscándolo. Ellos vivían con los humanos y eran muy amigos de los padres de Aayín, un viejo conocido y supuesto amigo. Lo dejaban ir a la montaña sólo a quedarse en la casa de este, ya que Gao y su hijo no eran una buena influencia para el estilo de vida que merecía llevar Ningen, al menos eso decían ellos.
Eizan y su amigo se quedaron platicando hasta muy tarde aquella noche, no de temas muy importantes para cualquiera que los haya escuchado, pero casi a cada momento reían a carcajadas mientras recordaban viejos tiempos. Eso sirvió bastante para que por un rato olvidaran el dolor y la tristeza. Era mejor recordar todos los momentos alegres que vivieron con Gao en vez de lamentarse por algo que ninguno de los dos pudo evitar.
viernes, 6 de julio de 2007
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1 comentario:
uuuyyuuyuyuyuyu... me faltan solo cinco...
asi q guardaré comentarios para el otro jejeje...
ah se me olvidaba palgiaste un personaje de harry potter.jijii... ;)
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