Los ruidos continuaron hasta salir el sol. Mujeres que gritaban asustadas, llantos de niños, hombres que corrían por la ciudad buscando refuerzos para defender Jumú.
Los guerreros de la tribu Kijutsu se habían reunido en la avenida principal, eran alrededor de cien. Estaban dispuestos a luchar, pero ni siquiera uniendose al ejercito del lugar podrían derrotar al enemigo.
Muy temprano por la mañana Kayla había sido escoltada hasta la casa de Aixa. No era un lugar muy comodo cuando estaba a punto de dar a luz, pero era mejor que ser presa fácil de los invasores. Isao se quedó cuidando de ella todo el tiempo, hasta que el sonido de un cuerno de batalla llamó la atención de todos. La Anxelin poco podía aguantar las dolorosas contracciones, mientras Aixa intentaba calmarla sin exito.
La mitad de los soldados de la ciudad se reunieron sobre los muros, donde se podían apreciar bien las fuerzas del enemigo, muy superior en número por cierto. De repente las grandes puertas se abrieron para dejar entrar a tres soldados montados en criaturas felinas que tenían dos cuernos sobre sus cabezas. Un hombre de cabello y barbá café bajó personalmente a recibirlos junto a otros dos guerreros.
-¿Cúal es la situación? -preguntó al encontrarse con los recién llegados.
-Sus armas de asedio harán pedazos la ciudad -dijo uno de ellos.
-Tienen dragones para atacar desde el aire -dijo el otro.
-Son de la tribu Senso. No podremos ganarles, son combatientes por naturaleza -dijo el último que llegaba.
En ese momento llegó el anciano Amawta rodeado de varios miembros de la tribu Kijutsu.
-Anciano Amawta, esta es una situación difícil. Es mejor que abandone la ciudad -le dijo el hombre.
-Capitán, no estamos dispuestos a hacerlo -respondió sorpresivamente el viejo-. Las mujeres y los niños deben ser evacuados rápidamente, mientras que todos los hombres deberán ser reclutados para proteger Jumú.
La respuesta del anciano conmocionó al hombre. Dando ideas, diciendo quienes debían evacuar y quienes debían unirse. Estaba claro, así debía ser, pero no le gustaba que alguien más diera ordenes en su territorio. Respiró ondo y agregó:
-Que tus muchachos ayuden a evacuar y los que sepan lanzar ataques con presición que se queden en este lugar para instrucciones.
El viejo asintió y golpeó el suelo con su bastón e inmediatamente los que lo acompañaban salieron de ahí para cumplir con lo dicho por el capitán.
-¡Todos los arqueros al muro! -ordenó el hombre- ¡La milicia a la calle principal!
-¿Tienen animales de combate? -preguntó el anciano.
-Sólo los Tora -contestó el capitan-. Se esconderán en los callejones con sus jinetes para realizar un ofensiva si es que logran entrar en la ciudad. Espero que cuentes con muchos amigos tuyos aquí para que puedan luchar en las calles.
-Descuide, hay muchos y muy fuertes -dijo Amawta sonriendo.
Kayla se recostó en el suelo sobre un montón de almohadas, así estaría más cómoda.
-Ha nombrado a un tal Tensai por lo menos unas veinte veces, aunque de repente me parece escuchar Eizan -comentó Isao a la mujer.
Aixa llegó desde un cuarto contiguo con varios trapos blancos y agua hervida.
-¡Ayúdame con esto en vez de estar diciendo tonterías!
-Está bien, está bien, no se enfade anciana.
La mujer dejó las cosas en el suelo cerca de la Anxelin y le dio un golpe en la cabeza al muchacho.
-¡Ten un poco de respeto chico!
Isao se sobó el lugar donde ella lo golpeó. Aixa se arrodilló, metió un paño pequeño en un cubo con agua helada y lo colocó sobre la frente de Kayla.
-Aixa... ya va a nacer... -dijo la Anxelin y después soltó un grito de dolor.
-Tranquila Kayla... me quedaré contigo -dijo Isao.
-¡Hazte un lado enamorado! -dijo la mujer mientras movía hacia los lados las piernas de la Anxelin.
Isao quedó pasmado, ni siquiera se movía. Tenía la boca abierta y una mirada totalmente perdida. Aixa dio un suspiro, le golpeó por detras de la cabeza y reaccionó.
-¡No te quedes ahí como un tonto! -reprochó la mujer- ¡Acerca el agua caliente y los paños!
El ejército enemigo comenzó a moverse, avanzaba dispuesto a destruir todo lo que tuviese enfrente.
-¡Prepárense los arqueros y los Kijutsu! -gritó el capitán.
Tragó saliva, no sabía lo que sucedería, no sabía si sobreviviría, no sabia si la ciudad quedaría en pie. Unos cien dragones se elevaron a su vista, con ellos sería un poco más difícil lidiar.
-¡El muro izquierdo ataque a los voladores, el derecho se encarga de las fuerzas terrestres!
Todos los soldados estaban nerviosos, ninguno, por muy fuerte que se considerase se sentía confiado. El ataque a la ciudad los había tomado completamente por sorpresa, ni siquiera sabían el por qué del asedio.
Más y más cerca. Los dragones y los soldados que cabalgaban sobre criaturas peligrosas, criaturas cubiertas de cabello negro, de un metro y medio de alto, cuya domesticación sólo eran capaces de lograr lo de la tribu Senso se acercaban con gran rapidez.
-¡Ahora! -gritó el capitán cuando estuvieron cerca del fozo lleno de agua que rodeaba a la ciudad-fortaleza.
Cientos de centellas y flechas volaron por los aires, algunas dirigidas hacia los animales voladores y otras a los que venían por tierra. Varios dragones cayeron de forma inmediata al suelo aplastando a los que estaban debajo, mientras que otros lograron sobrevolar la ciudad disparando bolas de fuego a todos lados.
-¡Ataquen! -gritó de repente entre la multitud de los que estaban en la calle principal de Jumú.
Otro centenar de centellas logró acabar con los que habían pasado el muro. Todavía quedaban muchos más que aun no atacaban. Los arqueros y guerreros Kijutsu hacían sus mejores esfuerzos, pero no podían derrotarlos, eran demasiados. De repente hicieron su aparición varias catapultas que lanzaron enormes rocas logrando romper una parte del muro izquierdo.
Nuevamente los dragones se adelantaron y esta vez no serían detenidos. Con mucha fuerza arremetieron contra los que estaban sobre las paredes, matándolos o dejándolos fuera de combate. La puerta de entrada se rompió en mil pedazos debido a las enormes bolas de fuego que lanzaban las criaturas voladoras.
-¡Retrocedan a las calles de la ciudad! -gritó el capitán desde el muro derecho a los que todavía quedaban en pie.
Poco a poco las fuerzas del ejército enemigo comenzaron a entrar en Jumú aniquilando a todo el que se cruzaba en su camino.
Un gran estruendo, la tierra tembló un segundo. Isao se levantó y se asomó por la ventana. Vio fuego en el aire y dragones que reboloteaban como si nada.
-Han entrado en la ciudad -dijo preocupando cerrando las cortinas.
-Ya está saliendo ¡Puedo ver su cabeza! -exclamó Aixa.
Kayla gritó, mientras Isao hacía gestos de dolor, como si este fuera parte de él en ese momento. Un alarido seguido de otro, la Anxelin ya casi no tenía fuerzas, el trabajo era sumamente agotador, sudaba en gran cantidad y apretaba tantos los dientes que ya casi ni los sentía. De repente el llantó de un bebé resonó en la morada.
-¡Hasta la muerte! -gritó el anciano Amawta cuando los soldados enemigos se dirigían hacia ellos.
Los guerreros se prepararon, este era el momento más importante hasta ahora en sus vidas, cada uno tenía que velar por su sobrevivencia. Las dos fuerzas se encontraron, los sonidos de espadas chocando entre si y el gruñido de las feroces criaturas inundaba las avenidas de la ciudad.
Amawta utilizando su bastón lanzaba rayos a diestra y siniestra dejándo fuera de combate a todo aquel que se le acercaba, no se rendiría nunca, su misión era proteger al enviado y eso haría a todas costa. En ese instante entre la multitud reconoció a un muchacho que escapaba junto a otro soldado del campo de batalla metiendose entre las calles pequeñas. No podía ser, se dirigía hacia la casa de su amiga Aixa. Apartó a los que estaban a su lado e intentó seguirlos.
-Es... mi bebé... -dijo Kayla mientras la mujer lo colocaba en sus brazos.
-Es un varón Kayla... un pequeño Anxelin varón -agregó Aixa sonriendo.
Todos sentían una enorme felicidad, su nacimiento traía una emoción que ninguno de los presentes podía explicar, era algo tan grande, una alegría desbordante. Pero el emotivo momento fue interrumpido por un portazo.
-¡Aquí están!
Un muchacho conocido apareció frente a ellos acompañado de un soldado del otro ejército. Era Eoin. Rápidamente se abalanzó sobre Isao, este intentó golpearle, pero el traidor era más ágil y con un veloz movimiento lo apuñaló en el hombro derecho con una daga.
-¡Así no podrás lanzar esas centellas! -exclamó el chico.
El soldado que lo seguía le dio un fuerte golpe en la cabeza al guerrero Kijutsu utilizando el mango de su espada. Isao cayó al suelo inmediatamente inconsciente, dejando a Kayla y Aixa desprotegidas.
-No te acercarás -murmuró Aixa.
Los ojos de la mujer brillaron de un color verde pálido intensamente y el soldado salió disparado hasta el muro quedando fuera de combate
-Otra anomalía -dijo Eoin.
El muchacho saltó hacia ella y le dio una patada en el pecho con la cual hizo que cayera, luego desenfundó la espada que cargaba en su cintura y la colocó a poca distancia del bebé. El pequeño comenzó a llorar.
-¿Por qué lo haces? -le preguntó Kayla mientras aferraba al bebé a su cuerpo.
-Verás, después de esa charla con Amawta antes de salir a la supuesta aldea a los pies de la cordillera me di cuenta de que tenía demasiadas cosas que perder -explicó Eoin-. En primer lugar luché por tí, pero no tenía todo claro dentro de mi cabeza. Sentí la convicción, las fuerzas para defenderte y aun así decidí seguir con mi vida. Asesiné a ese que me acompañaba y viajé hasta mi ciudad en donde me reuní con los líderes de todas las aldeas, tenía que convencerlos para traer el ejército hasta aquí. Les dije que eras un peligro para todos, que nuestro deber era encontrarte y hacerte desaparecer, que habíamos interpretado mal las visiones. En ese instante apareció aquel hombre vestido de blanco, el que nunca deja ver su rostro. Él terminó de contarles la verdad y así durante los meses siguientes planeamos todo esto. La destrucción de la ciudad y tu muerte al fin.
-No puede ser... no parecías ser una persona malvada y ahora me doy cuenta de que tus pensamientos son tan oscuros que ni siquiera podrías ver tu propia nariz si pudieses estar dentro de tu cabeza -dijo Kayla mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos.
Eoin soltó una carcajada y respondió:
-Describes mi mente como si hubieses estado ahí varias veces.
Eoin levantó la espada, listo para provocar la muerte de los dos. Por alguna razón estaba tan feliz, verla indefensa frente a él junto al niño era algo emocionante para su enfermizo entendimiento. Ni siquiera parecía el simpático muchacho en el que ella había confiado alguna vez, este era diferente, malvado, con un corazón completamente negro o tal vez sucedió que nunca llegó a conocer su verdadera identidad.
Eoin y su tribu habían entendido mal los dichos del extraño que los visitaba. La misión encargada no era protegerla sino que encontrarla y aniquilarla. Eso fue lo que el comprendió al tener aquella plática hacía ya varios meses. Era lógico que la tribu Kijutsu, espírituales y poco habituados al combate, aunque no lo hacían mal, tuviesen que protegerla. Pero ellos eran asesinos, guerreros, vividores. Algo habían entendido mal.
-Tu hora y la de tu hijo ha llegado... prepárate para morir Kayla -agregó el muchacho.
De pronto un gran dolor en su pecho le hizo perder fuerzas, la espada cayó de sus manos, algo no andaba bien.
-Te equivocas... esta es tu hora... -una voz conocida le hizo entrar en un silencioso pánico.
Eoin cayó al suelo frente a Kayla, tras él la silueta de un muchacho un poco más alto que apareció sosteniendo un sable empapado en sangre.
-¡Eizan! -gritó la Anxelin llorando de felicidad.
El Tsathi lanzó el arma al suelo, se arrodilló y la abrazó junto al bebé. Había llegado justo a tiempo.
-¡Creí que no volverías nunca! -exclamó Kayla.
-Yo nunca... te dejaría -respondió él.
Su corazón comenzó a latir muy rápido, el ritmo de su respiración aumentó y unas incontenibles ganas de abrazarla y besarla inundaron todo su ser. Amaba nuevamente. Deseaba con tantas ganas saber si ella sentía lo mismo.
Kayla no sabía como expresar lo que sentía. Una felicidad enorme unida al deseo de sujetarse a él y no separarse jamás. Entonces lo admitió en su corazón. Lo amaba. Se olvidó de todo, sólo deseaba estar junto a su bebé y Eizan, ya nada más era importante.
-Escapemos de este lugar -sugirió Kayla-. Huyamos y cuidémoslo juntos. Crecerá fuerte, con una madre que lo ama y con un... padre que lo ama.
Ahora lo sabía, ella también sentía lo mismo y eso le llenó de felicidad. Eizan se acercó un poco más y la besó en los labios. Ella no se molestó con tal acción.
-¡No es momento para eso! -exclamó Aixa de repente.
Los dos se separaron sonrojados. Pero la mujer tenía razón, no era el tiempo para eso, pronto estarían tranquilos, viviendo juntos y sin que nadie les molestara.
-Me encargaré de Isao, ustedes huyan -agregó Aixa-. Algún día nos veremos de nuevo Kayla. Cuida mucho al enviado.
La mujer sonrió. Kayla sintió alegría y tristeza al mismo tiempo. Asintió y se colocó de pie sin dificultad, parecía ser que estaba completamente bien con todas sus fuerzas.
-¿Pero... cómo? -preguntó.
-Esa es una de las características de las Anxelin. Luego del parto nos sentimos como si nada.
Eizan silbó y un Tora llegó hasta la puerta de la casa, el mismo con el que había viajado. Montó a la Anxelin sobre él.
-Aferra al bebé a tu cuerpo y no te sueltes de mi...
Cuando estuvo a punto de subirse a la criatura para partir de una vez, una frívola y desconocida voz llamó su atención.
-Saludos...
Los dos se voltearon, sólo para encontrarse con seis sujetos de cabello blanco todos, túnicas blancas y alas como las de un ave.
El temor invadió el cuerpo de Kayla, no podía creerlo, era él de nuevo, Batsu, aquel que había intentado asesinarla en Hiver. Eizan se colocó frente al animal, listo para lo que viniera, no permitiría que nada le sucediera a su nueva familia.
domingo, 8 de julio de 2007
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1 comentario:
AAAAAHHHHHHHH viste lo sabía era Eoin parece q es el nombre , jajaja lo sabía ese era el traidor,
muy weno...
P.D. hondo con h y presición precisión :p
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