viernes, 27 de julio de 2007

Capítulo 1: "Reunión Secreta"

En un espeso bosque de Terraconce, más espeso aun que el cercano a las ruinas de lo que alguna vez se llamó Jumú, la ciudad-fortaleza, una vieja casa de madera, cubierta de plantas trepadoras, había sido construida con un propósito desconocido hacía muchos años atrás.

Los que se adentraban en el bosque explorando contaban en sus aldeas que algunas veces se podía ver luz dentro. Con cuentos como este, sabiendo que nadie habitaba la pequeña edificación, nadie se atrevía a rondar cerca de ella. Era el lugar perfecto perfecto para reunirse sin que nadie lo supiera.

Un día, durante una noche de tormenta, cuatro individuos aparecieron de la nada frente a la casa de madera, entraron como si vivieran ahí. Todos llevaban capas y capuchas blancas, ninguno mostraba su rostro. Por dentro estaba todo bastante deteriorado, no había muebles, ni lamparas, ni ningún tipo de adorno con excepción del opaco color verde que cubría las paredes a unos pocos centímetros del suelo. Tenía un cuadrado en el suelo que permitía ver la tierra y una pequeña abertura hacia el techo en un rincón.

Se sentaron al rededor de la abertura en el suelo, uno de ellos, miró el agujero, un destello escapó de sus ojos e inmediatamente se encendió una fogata que iluminó la habitación y les brindó algo de calor.
Uno de ellos se quitó la capucha, tenía el cabello plateado, como el de un Anxelin, ojos rojos y tez blanca.

-¿Noticias? -preguntó a todos.

El que estaba a su derecha se descubrió el rostro. De piel ligeramente amarilla, cabello negro, ojos negros no muy grandes y nariz pequeña. Pasó una de sus manos por su cara y contestó:

-El plan marcha perfectamente. Esa Anxelin ha conseguido ayuda de un Tsathi y de un Awaku.

-Vaya, vaya. Que buena combinación... fuego y agua. Tal vez lo logre -dijo uno de piel morena, cabello negro, labios ligeramente hinchados y ojos de color café muy claro.

-Eres demasiado pesimista Zuthu -espetó otro de ellos.

Este último tenía cabello negro, tez ligeramente bronceada, su nariz era un poco más larga que la de sus compañeros, tenía ojos verdes y era de menor tamaño que los otros.

-Tlajaná tiene razón Zuthu. Tu pesimismo resulta un poco molesto -dijo el de ojos pequeños.

-Silencio Dengojí. Hay que darse prisa, no podemos estar mucho tiempo en este lugar -informó el de cabello plateado a los demás- ¿En qué estábamos?

-La Anxelin, ella ha conseguido ayuda. No le será difícil robar la espada de nuestro señor -dijo Tlajaná.

-Si todo resulta bien él volverá más pronto de lo que pensamos -agregó Dengojí.

Sonrieron los tres, menos Zuthu.

-Les recuerdo que la confianza es igual a la derrota en muchos casos -dijo Zuthu preocupado.

Los otros hicieron gestos de molestia y como si no estuviese ahí siguieron conversando.

-¿Qué hay del enviado? -preguntó el de piel blanca.

-No mucho -respondió Tlajaná con un poco de indiferencia-. La última vez que escuchamos de él se encontraba en las islas del norte con su padre adoptivo.

-Hablas como si fuera algo poco importante -dijo Dengojí desconcertado-. Asnaq, tu dijiste que era esencial encontrarlo.

El de cabello plateado y ojos rojos sonrió satisfactoriamente y agregó:

-No hay de que preocuparse, eso era primordial cuando aun no nacía. Ahora tenemos una misión más importante.

-Yo no estoy enterado de nada -dijo Zuthu.

-Ese precisamente es el motivo de nuestra reunión -dijo Asnaq aun sonriente-. La familia del Enviado que aun sigue viva.

-Ella... Kayla ¿tenía familia? -preguntó Zuthú.

-Sólo los que quedaron con vida -respondió Tlajaná sonriendo-. A los otros los asesinamos.

Hubo una pausa. Dengojí se levantó y dijo:

-Creí que con la liberación de nuestro señor sería suficiente.

-No, no es suficiente -contestó Asnaq cortante-. Hace algunos años encontré a la hermana menor de la Anxelin en el continente Este y me quedé con su hijo. Lo he estado entrenando desde ese entonces, convenciendolo de que su destino es aniquilar al Enviado. Sólo él podrá si nuestros planes fallan.

-¡Estás siendo como Zuthu! -le reprochó Dengojí.

-Soy realista... -respondió Asnaq con tranquilidad-. Ya fallamos una vez en el pasado, es tiempo de corregir esos errores.

-¿Cómo sabes que podrá destruir al enviado? -preguntó Tlajaná.

Dengojí lanzó una mirada de molestia a su compañero.

-Porque comparte un verdadero destino con su primo, sus lazos son más grandes que los familiares -respondió Asnaq sonriendo-. Con respecto al enviado, no es necesario matarlo aun, pero si la oportunidad se presenta que se haga.

-No te preocupes -se apresuró a decir Dengojí-. Satsujin se está encargando de eso.

De repente, sin decir nada más se levantaron. Asnaq miró hacia el fuego y este se apagó inmediatamente dejando el lugar a oscuras, al segundo después la casa estaba completamente vacía.

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