Un resplandor rojo cubrió los ojos de Satsujin y Kosme salió disparado hacia los árboles estrellándose en medio de estos.
-¡No me puedes ganar! -exclamó sonriendo.
El muchacho lanzó una bola de fuego que se esfumó frente a quien intentaba matarlo.
-Mi venganza estará completa. Pronto podrás reunirte con tu maldita madre -le dijo Satsujin con aire de desprecio.
-¡No! -gritó Kosme mientras se abalanzaba hacia él.
Su puño se detuvo frente a Satsujin y nuevamente fue lanzado hacia atrás contra los árboles.
-Mocoso insolente... -murmuró el Anxelin.
Satsujin le apuntó con su mano y esta comenzó a brillar con intensidad. Pero de pronto el resplandor desapareció, la expresión de triunfo se cambió por una de dolor. Sus brazos temblaron y cayó de rodillas.
-No... te saldrás... con la tuya -dijo Nerik.
El chico sujetaba un puñal ensangrentado en su mano. Lo había clavado en la espalda del Anxelin, en medio de las alas que escondía.
Nerik escupió sangre y cayó al suelo. Kosme se levantó rápidamente y se acercó a él para intentar ayudarlo, pero Satsujin lo sujetó fuertemente por el brazo.
-Ese maldito... me hirió... -farfulló el Anxelin.
Kosme se libró y pateo en el rostro a su atacante logrando que se alejara un poco. Satsujin extendió sus brazos y una llamarada se dirigió hasta el muchacho rápidamente. Alcanzó por poco a darse vuelta y usó sus manos para detener el potente ataque.
-¡De todas formas arderás! -exclamó Satsujin.
En ese instante el fuego extrañamente se elevó hacia el cielo y se esfumó como si nada.
-Su poder...
Pero no podía ser, el muchacho estaba en el suelo observando sus rojas manos, heridas por las llamas.
Satsujin sonrió y se acercó hacia él con un poco de dificultad. La herida no era profunda, podría sin problemas terminar el trabajo, pronto todo habría acabado. Pero de pronto una bola de fuego de gran tamaño pasó cerca de él, provenía del bosque, de entre las sombras de los árboles.
-¿Quién es? -preguntó Satsujin con desesperación.
Apareció frente a él un muchacho vestido con unos ropajes de cuero y una capa negra; llevaba un sable en su espalda. Tenía el cabello carmesí al igual que sus ojos, de tez blanca y constitución delgada.
El recién llegado echó una mirada sobre Nerik y luego de unos momentos observó a Kosme.
-No sabes a que te enfrentas -dijo de repente Satsujin.
Otra llamarada se escapó de sus manos dirigida hacia el sujeto que ni siquiera se movía. El extraño movió un poco sus brazos y el ataque pasó por su lado para luego terminar envolviéndolo.
-¡No, tu no sabes a quien te enfrentas! -exclamó.
Ahora el fuego le obedecía. Parecía que las llamas se había revelado en contra de su propio creador, pues se acercaban a él amenazantes. Satsujin volvió a lanzar otro ataque y los dos impactaron causando una implosión en medio.
-Un domador de fuego... -dijo el Anxelin dando un salto hacia atrás.
Satsujin envió algunas bolas de fuego, pero todas terminaban por rodear al su oponente y luego desaparecían frente a él.
De pronto desde los árboles apareció una mujer, de tez blanca, delgada, su nariz era un poco larga; tenía cabello ondulado de color castaño al igual que sus ojos. Vestía ropas de color marrón, de tela en su mayoría a excepción de una falda de cuero que llegaba hasta sus rodillas.
Tras ella llegaron dos hombres, uno de cabello gris, ojos marrones, de menor tamaño que su compañero, quien era al parecer mucho más joven; tenía el cabello de un color azul muy oscuro. Los dos vestían igual que el otro individuo que había llegado primero.
-Demasiados. Volveré cuando todo esté más equilibrado -dijo Satsujin levantando la voz.
Desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Kosme se levantó del suelo sorprendido por el corto, pero asombroso enfrentamiento de habilidades.
-Muchacho... ¿estás bien? -preguntó el individuo que le había salvado la vida.
-Si... si. Muchas gracias -respondió con amabilidad.
Los dos hombres se acercaron mientras la mujer tomaba en brazos a Nerik.
-Está muy herido, Nereo -dijo con tono preocupado-. Hay que llevarlo inmediatamente con Aixa o podría morir.
-Vete rápido, yo me quedaré aquí unos momentos Garaadria -dijo el muchacho de cabello carmesí.
Al escuchar el nombre Kosme se emocionó, al fin le había encontrado, ella estaba cerca y era verdad que vivía en algún del bosque o en la montaña, de todas formas no le importaba, lo único que le hacía feliz era haber llegado a su destino.
-¿Quién eres tú? -preguntó Nereo acercándose.
-Mi nombre es Kosme. Estoy aquí porque busco a Aixa -dijo con alegría.
Los ojos de Nereo se abrieron al máximo, la sorpresa le había invadido. Desenfundó el sable que cargaba en su espalda y lo colocó apuntando al cuello del chico.
-¿Qué necesitas de ella?
Kosme retrocedió unos pasos y respondió:
-Mi padre me habló de ella. Dijo que viniera a este reino a buscarla... ella era una amiga de él.
Nereo se quedó observándolo con mirada desconfiada unos momentos hasta que retiró el arma y dijo:
-Ven con nosotros. Hace varios meses te esperábamos. Desde que supimos acerca de la aniquilación completa de la tribu Kijutsu.
Se sintió a salvo, pero no podía confiarse completamente, tal vez lo engañarían igual que en la posada, quizás la pelea con Satsujin había sido un acto. Pero decidió a ir con ellos, arriesgarse era mejor opción que volver a la aldea.
Se adentraron en el bosque, caminando entre los matorrales. No podía explicarse que clase de lugar podría haber sido construido en tan espesa vegetación, si con dificultad todos los rayos del sol penetraban ahí.
martes, 31 de julio de 2007
domingo, 29 de julio de 2007
Capítulo 3: "El Escape"
Despertó temprano, el sol recién comenzaba a asomarse por el Este. A los pies de su cama habían algunas ropas que parecían nuevas comparadas con las que llevaba puestas. Era una camisa azul de mangas largas blancas, pantalón gris y un cinturón marrón. Supuso que la amable anciana las había puesto ahí mientras el dormía. Se colocó las prendas con felicidad. Darle ropa era un detalle muy grande para él ya que era un completo desconocido. Pasó su mano por el desordenado cabello negro, ligeramente corto y salió de la alcoba. Tal vez la anciana ya estaba levantada y si no, la esperaría sentado en el mismo lugar donde había comido la noche anterior.
-Demasiado temprano muchacho -dijo la vieja cuando lo vio aparecer en las escaleras.
La mujer acomodaba algunas mesas y sillas.
-Buenos días señora -dijo Kosme sonriendo.
La mujer no contestó, siguió con lo suyo. Kosme se sentó cerca de donde ella se encontraba y esperó a que terminara con lo que hacía.
-Enseguida te traeré algo para comer -dijo de repente ella.
Kosme se sintió aliviado y sonrió. La vieja entró al cuarto contiguo y después de unos momentos volvió con algunas frutas y una copa de jugo para que acompañara. Los colocó sobre la mesa e incitó al chico para que comiera.
-En un rato... me iré a buscar... a la mujer que vive en la montaña del bosque -dijo Kosme mientras le daba un mordisco a una fruta verde y redonda como una bola.
-Mejor espera hasta más tarde, mi nieto llegará en unas horas y te llevará con gusto -se apresuró a decir.
-¿El que me sirvió la comida ayer? -preguntó Kosme.
-Si... él, es que... tuvo que salir urgente -respondió la anciana.
-No puedo, tengo que ir ahora -dijo Kosme con firmeza mientras se tomaba con prisa lo último que le quedaba de jugo.
-¡No! -exclamó ella frente al asombro del muchacho.
La Anciana sostuvo con fuerza el brazo de Kosme, con una fuerza fuera de lo convencional para venir de una anciana. Hizo un gesto de dolor, pero no se movió, estaba desconcertado ¿qué se proponía la mujer?
En ese momento la puerta se abrió de golpe y un muchacho ligeramente de menor tamaño que él entró en el lugar. Tenía el cabello negro con el mismo corte que Kosme, tez blanca y ojos de un color oscuro que no se apreciaba muy bien. Llevaba puesta una camisa roja de mangas negras al igual que su pantalón y botas marrones que le llegaban un poco más arriba de los tobillos.
-¿Qué sucede? -preguntó en voz alta.
La anciana soltó a Kosme inmediatamente, asustada sin saber de quien se trataba a simple vista. Pero luego, la expresión de terror desapareció de su rostro y cambió a una de indiferencia.
-Nerik... sólo eres tú -dijo la mujer mientras quitaba de la mesa las frutas y la copa con enfado.
-Lo siento si le he causado temor, no era mi intención -dijo el muchacho sonriendo.
-¿Tú? ¿Miedo? -dijo y luego soltó una carcajada.
El muchacho se sonrojó. Kosme se levantó y se dirigió a las escaleras.
-Hola. Mi nombre es Nerik.
El muchacho se dio la vuelta y respondió dándole poca importancia a la situación:
-Hola... Nerik... yo soy Kosme.
Se giró y siguió subiendo hasta que desapareció de la vista del chico.
-¿Es nuevo? -preguntó Nerik a la vieja que se acercaba a él con una expresión de asco en su rostro.
-Algo así... -respondió.
La puerta de la entrada se abrió nuevamente, esta vez lentamente. La anciana sonriente se dirigió hacia esta, vio al muchacho que atendía y a otro hombre que lo acompañaba envuelto en una capa y con una capucha blanca que cubría su rostro.
-¿Está aquí? -preguntó el sujeto con voz grave.
-Sí, y está decidido a marcharse a buscar a esa vieja loca.
-Bien, pero hemos llegado antes.
Caminó entre las mesas y sillas, impaciente y feliz, al fin su presa estaba cerca, su mayor reto, después de aquella mujer, madre del muchacho que le había causado una herida mortal en su ojo izquierdo.
-¿Quién eres? -le preguntó Nerik.
De pronto la vieja comenzó a transformarse, su apariencia de apoco cambió para revelar a un muchacho alto y rubio, vestido completamente de negro. Nerik retrocedió desconcertado frente a las enfermizas sonrisas de quienes, ahora, le rodeaban.
-Lo siento mucho Nerik, pero no puede haber testigos -dijo el chico rubio.
-Date prisa Tórmulo -dijo el sujeto vestido de blanco.
Tórmulo se acercó rápidamente al chico para evitar que escapara, lo sujetó por el cuello y comenzó a estrangularlo con las dos manos.
-De todas formas nadie de la tribu Kaji te extrañará -dijo sonriendo mientras apretaba aun más fuerte.
Nerik no se movía, resistía a duras penas la asfixia, pronto caería inconsciente. Su vida había sido tan patética, tal vez era justo que alguien como él muriera de esa forma.
Una bola de fuego cruzó el salón proveniente del pasillo del segundo piso e impactó justo en el costado a Tórmulo logrando que soltara al muchacho.
Ahí estaba Kosme, con el brazo extendido, frente a la barandilla de madera.
-Al fin te encuentro -dijo con furia el sujeto vestido de blanco-. Maldito gusano escurridizo.
-Satsujin... -murmuró Kosme sin sorpresa.
Se quitó la capucha. Tenía el cabello plateado y corto; de tez blanca y su ojo derecho rojo.
Con un simple movimiento de su mano la barandilla estalló en pedazos, pero Kosme había alcanzado a moverse para evitar el ataque.
Aprovechando la distracción Nerik intentó golpear a Satsujin, pero su pie quedó a medio camino, pues alguna fuerza extraña lo detuvo en el aire y lo lanzó segundos después contra varias mesas. El otro muchacho que estaba ahí se acercó a él y lo tomó de sus ropas.
-Esto no te incumbe -le dijo y luego lo lanzó hacia fuera de la posada por una de las ventanas.
-¡Vayan por él! -ordenó Satsujin-. Pero no lo maten... de eso me encargaré yo.
Kosme entró en la habitación, el ataque no le había llegado por poco. Estaba en serios aprietos, ya no tenía escapatoria. Poco a poco comenzó a hacerse la idea de morir, de alguna forma intentaba prepararse para ello en ese momento, antes nunca había experimentado aquella sensación, mezcla de terror y confusión. Pero tenía una salida, la ventana, a menos que afuera lo estuviese esperando alguno de los que acompañaban al asesino de su padre y de sus amigos.
Rompió el vidrio y miró hacia afuera, no había nadie. Sintió un atisbo de esperanza, ahora pensaba en su escape abandonando la idea de morir sin ninguna otra opción. La puerta voló por la habitación y se estrelló con la pared cerca de la ventana. Kosme se giró y vio al muchacho rubio y al otro que lo había atendido amablemente el día anterior.
-El primer golpe es tuyo Jú -dijo Tórmulo sonriendo.
Con velocidad asombrosa el chico cruzó el cuarto y golpeó a Kosme tan fuerte en el pecho que atravesó la pared y cayó sobre un montículo de tierra en la calle.
-¡Magnifico, idiota! -gritó Tórmulo-. Ahora escapará.
Los dos se asomaron por la ventana, pero Kosme ya no estaba. Miraron alrededor y vieron a dos muchacho sobre un Tora huyendo hacia el bosque que rodeaba la parte sur de la aldea.
-Bastante oportuno -dijo Kosme a Nerik.
-Gracias. Sujetate fuerte a mi espalda o te caerás -le dijo el muchacho mientras agitaba las riendas de la bestia para avanzar más rápido.
Kosme miró hacia atrás, algo blanco en el cielo se acercaba a ellos.
-Alguien viene... -murmuró.
-¡Demonios! ¡Está volando! -exclamó Nerik.
-¡Es un Anxelin o algo así! -gritó Kosme.
-¡¿Existen?! -preguntó Nerik con sorpresa.
Satsujin volaba rápidamente hacia ellos, no tendría piedad cuando los alcanzara, los asesinaría sin compasión a los dos, al Enviado y al intruso. Tal vez ocuparía lo que sus antiguos compañeros llamaban el castigo celestial, una serie de rayos parecidos a los de las tormentas que quemaban el cuerpo del oponente, no sabía de nadie que haya sobrevivido a eso.
-No. Primero haré que sufran, hasta que me rueguen morir -farfulló entre dientes.
A poca distancia de llegar al bosque comenzaron a caer bolas de fuego sobre ellos. Nerik hizo que el Tora se moviera de un lado a otro, así no serían un blanco fácil. Satsujin ya estaba sobre ellos.
-¡Yo me encargo! -gritó Kosme al mismo tiempo que extendía sus brazos hacia el cielo.
Con el mismo ataque respondió el muchacho, pero Satsujin era bastante ágil y las esquivaba o bloqueaba todas con gran facilidad. De repente una bola de fuego mucho más grande impactó frente al animal que los cargaba ocasionando su tropiezo. Kosme y Nerik cayeron de bruces al suelo.
-¡Corre! -gritó Kosme mientras se levantaba, un hilo de sangre brotaba de su boca.
Agarró a Nerik del brazo y lo arrastró hacia los árboles cercanos.
-¡Detente! -gritó Satsujin detrás de ellos.
Agitó su brazo y los dos fueron lanzados a lados opuestos. Caminó hacia ellos lentamente, sonriendo con satisfacción y con unos de sus brazos extendidos hacia Kosme, él era el objetivo principal.
Nerik se colocó de pie y corrió hacia el con la palma de su mano abierta.
-¡Prueba esto! -gritó.
Una pequeña flama que se esfumó al instante apareció en su mano, quedando un rastro de humo blanco en su lugar.
-No vales mucho la pena ¿verdad? -dijo Satsujin con desprecio.
El Anxelin rápidamente le apuntó con las manos y de esta salieron cientos de rayos que se dirigieron hacia el muchacho. Un muro de fuego se levantó frente a Nerik y lo cubrió de algunos logrando que el daño no fuera mayor, pero de todas formas cayó al suelo desmayado y con algunas quemaduras en su pecho.
Satsujin enfadado dirigió el ataque a Kosme, pero este lo esquivó de un salto.
-Nada mal, nada mal -dijo el Anxelin empuñando sus manos-. Mejor que tu difunto padre.
La rabia dentro de Kosme creció con fuerza, pero no podía atacar a su oponente así como así. Había visto a todos los que lo intentaron caer muertos en segundos.
Satsujin sonrió y se preparó para luchar. El muchacho hizo lo mismo.
-Demasiado temprano muchacho -dijo la vieja cuando lo vio aparecer en las escaleras.
La mujer acomodaba algunas mesas y sillas.
-Buenos días señora -dijo Kosme sonriendo.
La mujer no contestó, siguió con lo suyo. Kosme se sentó cerca de donde ella se encontraba y esperó a que terminara con lo que hacía.
-Enseguida te traeré algo para comer -dijo de repente ella.
Kosme se sintió aliviado y sonrió. La vieja entró al cuarto contiguo y después de unos momentos volvió con algunas frutas y una copa de jugo para que acompañara. Los colocó sobre la mesa e incitó al chico para que comiera.
-En un rato... me iré a buscar... a la mujer que vive en la montaña del bosque -dijo Kosme mientras le daba un mordisco a una fruta verde y redonda como una bola.
-Mejor espera hasta más tarde, mi nieto llegará en unas horas y te llevará con gusto -se apresuró a decir.
-¿El que me sirvió la comida ayer? -preguntó Kosme.
-Si... él, es que... tuvo que salir urgente -respondió la anciana.
-No puedo, tengo que ir ahora -dijo Kosme con firmeza mientras se tomaba con prisa lo último que le quedaba de jugo.
-¡No! -exclamó ella frente al asombro del muchacho.
La Anciana sostuvo con fuerza el brazo de Kosme, con una fuerza fuera de lo convencional para venir de una anciana. Hizo un gesto de dolor, pero no se movió, estaba desconcertado ¿qué se proponía la mujer?
En ese momento la puerta se abrió de golpe y un muchacho ligeramente de menor tamaño que él entró en el lugar. Tenía el cabello negro con el mismo corte que Kosme, tez blanca y ojos de un color oscuro que no se apreciaba muy bien. Llevaba puesta una camisa roja de mangas negras al igual que su pantalón y botas marrones que le llegaban un poco más arriba de los tobillos.
-¿Qué sucede? -preguntó en voz alta.
La anciana soltó a Kosme inmediatamente, asustada sin saber de quien se trataba a simple vista. Pero luego, la expresión de terror desapareció de su rostro y cambió a una de indiferencia.
-Nerik... sólo eres tú -dijo la mujer mientras quitaba de la mesa las frutas y la copa con enfado.
-Lo siento si le he causado temor, no era mi intención -dijo el muchacho sonriendo.
-¿Tú? ¿Miedo? -dijo y luego soltó una carcajada.
El muchacho se sonrojó. Kosme se levantó y se dirigió a las escaleras.
-Hola. Mi nombre es Nerik.
El muchacho se dio la vuelta y respondió dándole poca importancia a la situación:
-Hola... Nerik... yo soy Kosme.
Se giró y siguió subiendo hasta que desapareció de la vista del chico.
-¿Es nuevo? -preguntó Nerik a la vieja que se acercaba a él con una expresión de asco en su rostro.
-Algo así... -respondió.
La puerta de la entrada se abrió nuevamente, esta vez lentamente. La anciana sonriente se dirigió hacia esta, vio al muchacho que atendía y a otro hombre que lo acompañaba envuelto en una capa y con una capucha blanca que cubría su rostro.
-¿Está aquí? -preguntó el sujeto con voz grave.
-Sí, y está decidido a marcharse a buscar a esa vieja loca.
-Bien, pero hemos llegado antes.
Caminó entre las mesas y sillas, impaciente y feliz, al fin su presa estaba cerca, su mayor reto, después de aquella mujer, madre del muchacho que le había causado una herida mortal en su ojo izquierdo.
-¿Quién eres? -le preguntó Nerik.
De pronto la vieja comenzó a transformarse, su apariencia de apoco cambió para revelar a un muchacho alto y rubio, vestido completamente de negro. Nerik retrocedió desconcertado frente a las enfermizas sonrisas de quienes, ahora, le rodeaban.
-Lo siento mucho Nerik, pero no puede haber testigos -dijo el chico rubio.
-Date prisa Tórmulo -dijo el sujeto vestido de blanco.
Tórmulo se acercó rápidamente al chico para evitar que escapara, lo sujetó por el cuello y comenzó a estrangularlo con las dos manos.
-De todas formas nadie de la tribu Kaji te extrañará -dijo sonriendo mientras apretaba aun más fuerte.
Nerik no se movía, resistía a duras penas la asfixia, pronto caería inconsciente. Su vida había sido tan patética, tal vez era justo que alguien como él muriera de esa forma.
Una bola de fuego cruzó el salón proveniente del pasillo del segundo piso e impactó justo en el costado a Tórmulo logrando que soltara al muchacho.
Ahí estaba Kosme, con el brazo extendido, frente a la barandilla de madera.
-Al fin te encuentro -dijo con furia el sujeto vestido de blanco-. Maldito gusano escurridizo.
-Satsujin... -murmuró Kosme sin sorpresa.
Se quitó la capucha. Tenía el cabello plateado y corto; de tez blanca y su ojo derecho rojo.
Con un simple movimiento de su mano la barandilla estalló en pedazos, pero Kosme había alcanzado a moverse para evitar el ataque.
Aprovechando la distracción Nerik intentó golpear a Satsujin, pero su pie quedó a medio camino, pues alguna fuerza extraña lo detuvo en el aire y lo lanzó segundos después contra varias mesas. El otro muchacho que estaba ahí se acercó a él y lo tomó de sus ropas.
-Esto no te incumbe -le dijo y luego lo lanzó hacia fuera de la posada por una de las ventanas.
-¡Vayan por él! -ordenó Satsujin-. Pero no lo maten... de eso me encargaré yo.
Kosme entró en la habitación, el ataque no le había llegado por poco. Estaba en serios aprietos, ya no tenía escapatoria. Poco a poco comenzó a hacerse la idea de morir, de alguna forma intentaba prepararse para ello en ese momento, antes nunca había experimentado aquella sensación, mezcla de terror y confusión. Pero tenía una salida, la ventana, a menos que afuera lo estuviese esperando alguno de los que acompañaban al asesino de su padre y de sus amigos.
Rompió el vidrio y miró hacia afuera, no había nadie. Sintió un atisbo de esperanza, ahora pensaba en su escape abandonando la idea de morir sin ninguna otra opción. La puerta voló por la habitación y se estrelló con la pared cerca de la ventana. Kosme se giró y vio al muchacho rubio y al otro que lo había atendido amablemente el día anterior.
-El primer golpe es tuyo Jú -dijo Tórmulo sonriendo.
Con velocidad asombrosa el chico cruzó el cuarto y golpeó a Kosme tan fuerte en el pecho que atravesó la pared y cayó sobre un montículo de tierra en la calle.
-¡Magnifico, idiota! -gritó Tórmulo-. Ahora escapará.
Los dos se asomaron por la ventana, pero Kosme ya no estaba. Miraron alrededor y vieron a dos muchacho sobre un Tora huyendo hacia el bosque que rodeaba la parte sur de la aldea.
-Bastante oportuno -dijo Kosme a Nerik.
-Gracias. Sujetate fuerte a mi espalda o te caerás -le dijo el muchacho mientras agitaba las riendas de la bestia para avanzar más rápido.
Kosme miró hacia atrás, algo blanco en el cielo se acercaba a ellos.
-Alguien viene... -murmuró.
-¡Demonios! ¡Está volando! -exclamó Nerik.
-¡Es un Anxelin o algo así! -gritó Kosme.
-¡¿Existen?! -preguntó Nerik con sorpresa.
Satsujin volaba rápidamente hacia ellos, no tendría piedad cuando los alcanzara, los asesinaría sin compasión a los dos, al Enviado y al intruso. Tal vez ocuparía lo que sus antiguos compañeros llamaban el castigo celestial, una serie de rayos parecidos a los de las tormentas que quemaban el cuerpo del oponente, no sabía de nadie que haya sobrevivido a eso.
-No. Primero haré que sufran, hasta que me rueguen morir -farfulló entre dientes.
A poca distancia de llegar al bosque comenzaron a caer bolas de fuego sobre ellos. Nerik hizo que el Tora se moviera de un lado a otro, así no serían un blanco fácil. Satsujin ya estaba sobre ellos.
-¡Yo me encargo! -gritó Kosme al mismo tiempo que extendía sus brazos hacia el cielo.
Con el mismo ataque respondió el muchacho, pero Satsujin era bastante ágil y las esquivaba o bloqueaba todas con gran facilidad. De repente una bola de fuego mucho más grande impactó frente al animal que los cargaba ocasionando su tropiezo. Kosme y Nerik cayeron de bruces al suelo.
-¡Corre! -gritó Kosme mientras se levantaba, un hilo de sangre brotaba de su boca.
Agarró a Nerik del brazo y lo arrastró hacia los árboles cercanos.
-¡Detente! -gritó Satsujin detrás de ellos.
Agitó su brazo y los dos fueron lanzados a lados opuestos. Caminó hacia ellos lentamente, sonriendo con satisfacción y con unos de sus brazos extendidos hacia Kosme, él era el objetivo principal.
Nerik se colocó de pie y corrió hacia el con la palma de su mano abierta.
-¡Prueba esto! -gritó.
Una pequeña flama que se esfumó al instante apareció en su mano, quedando un rastro de humo blanco en su lugar.
-No vales mucho la pena ¿verdad? -dijo Satsujin con desprecio.
El Anxelin rápidamente le apuntó con las manos y de esta salieron cientos de rayos que se dirigieron hacia el muchacho. Un muro de fuego se levantó frente a Nerik y lo cubrió de algunos logrando que el daño no fuera mayor, pero de todas formas cayó al suelo desmayado y con algunas quemaduras en su pecho.
Satsujin enfadado dirigió el ataque a Kosme, pero este lo esquivó de un salto.
-Nada mal, nada mal -dijo el Anxelin empuñando sus manos-. Mejor que tu difunto padre.
La rabia dentro de Kosme creció con fuerza, pero no podía atacar a su oponente así como así. Había visto a todos los que lo intentaron caer muertos en segundos.
Satsujin sonrió y se preparó para luchar. El muchacho hizo lo mismo.
Capítulo 2: "La Llegada del Enviado"
Varias tribus habían sido eliminadas por las fuerzas del mismo reino que las acogía, sangrientas batallas se libraron por esta causa. Los reyes, adoradores del poder, temían tanto perder su posición que inventaban cualquier excusa para acabar con aquellos que oponían la más mínima resistencia a sus egoístas deseos. La tribu Kijutsu no fue la excepción. Los primeros en desaparecer fueron los de Terraconce, cuyo líder era el anciano Amawta, el cual murió en una gran batalla que se libró frente al palacio de la capital. Luego siguieron los de Telumi y por último los de las cinco islas del norte. Este grupo fue borrado por un sólo ser, a diferencia de los otros. Era un sujeto vestido de blanco y lo único que pudieron apreciar algunos de su casi oculto rostro fue algo negro, algo parecido a un parche, que cubría su ojo izquierdo.
Sólo uno pudo escapar a tal masacre, no por su cuenta claro, sino que con la ayuda de un par de guerreros Awaku. Este muchacho se llamaba Kosme de dieciocho años de edad. Tenía el cabello negro y ojos azules, tez blanca y era de constitución delgada. Su madre había muerto cuando era un bebé y su padre asesinado casi inmediatamente después de la aparición del sujeto vestido de blanco.
Los Awaku lo mantuvieron escondido por varios meses hasta que decidió viajar por su cuenta hasta un reino llamado Hóng-Lián. Su padre le había comentado alguna vez que si ocurría algo se dirigiera a ese lugar, ahí tendría que buscar a una mujer llamada Aixa, ella lo cuidaría . Los Awaku lo llevaron hasta Telumi, el reino costero. Desde ese lugar continuaría solo. Así comenzó el viaje del muchacho y por varios meses caminó con rumbo al reino indicado, cambiando su nombre de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad con el fin de que no reconocieran a que tribu había pertenecido antes.
Llegó a la frontera durante la noche, habían muchos soldados resguardando el lugar, no podría entrar con facilidad, tal vez ni siquiera le permitirían cruzar. Había un puente cercano, por debajo pasaba un río poco profundo. Kosme bajó cautelosamente y caminó por el agua con un poco de dificultad hasta la otra orilla. Los hombres se paseaban continuamente, muy atentos para descubrir a cualquier intruso.
Casi completamente cubierto de lodo llegó hasta el otro extremo, extendió los dos brazos y tocó el muro de tierra que se levantaba frente a él e inmediatamente esta reveló un pequeño túnel. Se metió y tras de sí el túnel se selló. Cerca de ahí, en un lugar poco patrullado un agujero se abrió entre los árboles y Kosme salió de él como si nada. Ahora estaba dentro del reino y si llegaba al pueblo o ciudad más cercana ya nadie podría sacarle. Vagó durante el resto de la noche por un bosque y cuando amaneció divisó desde una pequeña colina una aldea a la distancia.
Algunos campos de cultivo rodeaban a unas veinte casas, un río pasaba cerca de ahí y de este construían pequeños canales para regar las cosechas. Por el lado sur la rodeaba un enorme bosque y cerca de la entrada de este había un montaña. Se quitó la capa y su capucha, no deseaba llamar la atención, aunque de todas formas lo hizo ya que nadie en el lugar lo había visto antes, eso era suficiente para estar en boca del típico grupo de mujeres que se juntaban en una esquina a hablar de los demás.
Estaba cansado, necesitaba dormir cuanto antes. Busco por algunas polvorientas calles hasta que encontró una posada. Entró lentamente con una expresión sombría en su rostro. Los que se encontraban adentro comiendo o bebiendo se le quedaron mirando si sacar los ojos de él hasta que una anciana se le acercó y le preguntó:
-¿Buscas lugar?
Kosme se volteó hacia ella y asintió. La vieja agarró su brazo con delicadeza y lo condujo hasta el segundo piso por unas pequeñas escaleras.
-Segunda habitación desde la ventana -dijo la anciana apuntando hacia el final del pasillo alfombrado.
-Antes le paga...
-No te preocupes. Hablaremos en unas horas -le interrumpió ella volviendo a bajar las escaleras y dirigiéndose hasta un gran mesón donde le dijo algo al oído a un muchacho de su edad que servía comida a los que estaban ahí.
Kosme abrió la puerta de la habitación, había una cama y dos ventanas que miraban hacia el norte donde estaba el bosque del cual venía. Cayó sobre la cama sin fuerzas y unos segundos después se quedó dormido.
-¿Es él? -preguntó el muchacho cuando la vieja se le acercó.
-Estoy segura... -murmuró ella cerca de su oído.
Los dos sonrieron y volvieron a lo que hacían antes de la llegada de Kosme.
Despertó totalmente relajado, se sentía como si estuviese en su propia cama y por supuesto, en su casa. Se levantó sonriendo, extrañamente se sentía tranquilo, como si nada le pudieses hacer daño. Caminó hasta la ventana y miró hacia afuera. Era de noche, no había nadie en la calle y sólo en las algunas casas se podía apreciar un poco de luz. En ese momento la puerta se abrió despacio.
-Jovencito, ya era hora de que despertaras. Ya casi es media noche -dijo la anciana asomándose en la entrada.
-Lo siento mucho, es que hace varios días que dormía muy poco, pero ahora me siento completamente bien -dijo Kosme sonriendo desde la ventana.
-Sígueme, te daré algo de comer -dijo la vieja comenzando a caminar por el pasillo.
Kosme salió detrás de ella rápidamente, su estomago le pedía a gritos algo para llenarse. Bajaron las escaleras, el lugar estaba vacío.
-Toma asiento donde prefieras -le dijo la mujer.
Kosme asintió y se sentó cerca de una puerta que daba a una habitación contigua. Momentos después salió el mismo muchacho que había visto cuando llegó atendiendo a los clientes del lugar. Traía en su mano una bandeja con carne y algunas frutas.
-Aquí tienes. Disfrútalo -le dijo sonriendo.
Kosme tomó la carne y la despedazó con prisa, la comió como si nunca en su vida hubiese probado bocado alguno.
-Dime muchacho... ¿Cómo te llamas? -preguntó la vieja acercándose a él.
El chico tragó lo que tenía en la boca y le respondió:
-Kosme, señora.
-¿Qué buscas en esta pequeña aldea?
-Busco a una persona, su nombre es Aixa, aunque no estoy seguro de que esté aquí.
La vieja miró al otro muchacho que se encontraba de pie junto a Kosme.
-¿Usted le conoce? -preguntó el chico dejando el trozo de carne en la bandeja.
-No muy bien, pero he escuchado de ella -dijo la anciana sonriendo-. Ella vivía aquí hace un par de años.
-Algunos dicen que estaba loca, que se perdió en el bosque que está un poco más al sur y que ahora vive en la montaña -dijo el muchacho que le había servido la comida.
Kosme se quedó un momento en silencio, pensando acerca de lo que le decían. Su padre le había contado que era un poco extraña, no loca, pero si extraña. Tenía que ser ella.
-Tengo que encontrarla -dijo de repente Kosme poniéndose de pie.
-¡Claro que no! -exclamó la vieja-. Es mejor que esperes hasta mañana, el bosque es muy peligroso de noche. Mucho más aun la montaña, ahí habitan esos topos gigantes.
Kosme se volvió a sentar frustrado, aunque de todas formas ya estaba cerca y Aixa no se iría más lejos si es que ellos tenían razón y vivía en la montaña. Saldría temprano por la mañana para que la noche no entorpeciera su búsqueda, si es que esta se extendía más de lo planeado.
Nuevamente sintió ganas de dormir, al parecer aun no se recuperaba completamente como había pensado.
-Estaba muy delicioso, gracias. Antes de marcharme le pagaré todo lo que le debo -dijo Kosme haciendo una reverencia a la mujer y al muchacho que lo había atendido.
-No hay cuidado. Siempre es un placer ayudar a los viajeros -dijo la vieja mostrándole una amplia sonrisa.
Kosme subió a la habitación, entró a oscuras y se recostó en la cama sobre las cobijas. Algunos minutos después se quedó profundamente dormido.
De pronto la anciana comenzó a cambiar, su rostro se deformó y su cuerpo se estiró, se hacía más alta, su cabello se oscurecía y su piel se estiraba, ya no tenía más arrugas, ya no era la vieja.
-Informa a Satsujin que lo tenemos. El Enviado ha llegado -dijo un muchacho delgado, vestido de negro, tez blanca, de cabello rubio y ojos color verde pálido.
El otro que servía la comida asintió y salió de la posada inmediatamente. Afuera montó un Tora y se dirigió hacia el norte, hacia el pequeño bosque por el cual Kosme había vagado durante la noche anterior.
Sólo uno pudo escapar a tal masacre, no por su cuenta claro, sino que con la ayuda de un par de guerreros Awaku. Este muchacho se llamaba Kosme de dieciocho años de edad. Tenía el cabello negro y ojos azules, tez blanca y era de constitución delgada. Su madre había muerto cuando era un bebé y su padre asesinado casi inmediatamente después de la aparición del sujeto vestido de blanco.
Los Awaku lo mantuvieron escondido por varios meses hasta que decidió viajar por su cuenta hasta un reino llamado Hóng-Lián. Su padre le había comentado alguna vez que si ocurría algo se dirigiera a ese lugar, ahí tendría que buscar a una mujer llamada Aixa, ella lo cuidaría . Los Awaku lo llevaron hasta Telumi, el reino costero. Desde ese lugar continuaría solo. Así comenzó el viaje del muchacho y por varios meses caminó con rumbo al reino indicado, cambiando su nombre de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad con el fin de que no reconocieran a que tribu había pertenecido antes.
Llegó a la frontera durante la noche, habían muchos soldados resguardando el lugar, no podría entrar con facilidad, tal vez ni siquiera le permitirían cruzar. Había un puente cercano, por debajo pasaba un río poco profundo. Kosme bajó cautelosamente y caminó por el agua con un poco de dificultad hasta la otra orilla. Los hombres se paseaban continuamente, muy atentos para descubrir a cualquier intruso.
Casi completamente cubierto de lodo llegó hasta el otro extremo, extendió los dos brazos y tocó el muro de tierra que se levantaba frente a él e inmediatamente esta reveló un pequeño túnel. Se metió y tras de sí el túnel se selló. Cerca de ahí, en un lugar poco patrullado un agujero se abrió entre los árboles y Kosme salió de él como si nada. Ahora estaba dentro del reino y si llegaba al pueblo o ciudad más cercana ya nadie podría sacarle. Vagó durante el resto de la noche por un bosque y cuando amaneció divisó desde una pequeña colina una aldea a la distancia.
Algunos campos de cultivo rodeaban a unas veinte casas, un río pasaba cerca de ahí y de este construían pequeños canales para regar las cosechas. Por el lado sur la rodeaba un enorme bosque y cerca de la entrada de este había un montaña. Se quitó la capa y su capucha, no deseaba llamar la atención, aunque de todas formas lo hizo ya que nadie en el lugar lo había visto antes, eso era suficiente para estar en boca del típico grupo de mujeres que se juntaban en una esquina a hablar de los demás.
Estaba cansado, necesitaba dormir cuanto antes. Busco por algunas polvorientas calles hasta que encontró una posada. Entró lentamente con una expresión sombría en su rostro. Los que se encontraban adentro comiendo o bebiendo se le quedaron mirando si sacar los ojos de él hasta que una anciana se le acercó y le preguntó:
-¿Buscas lugar?
Kosme se volteó hacia ella y asintió. La vieja agarró su brazo con delicadeza y lo condujo hasta el segundo piso por unas pequeñas escaleras.
-Segunda habitación desde la ventana -dijo la anciana apuntando hacia el final del pasillo alfombrado.
-Antes le paga...
-No te preocupes. Hablaremos en unas horas -le interrumpió ella volviendo a bajar las escaleras y dirigiéndose hasta un gran mesón donde le dijo algo al oído a un muchacho de su edad que servía comida a los que estaban ahí.
Kosme abrió la puerta de la habitación, había una cama y dos ventanas que miraban hacia el norte donde estaba el bosque del cual venía. Cayó sobre la cama sin fuerzas y unos segundos después se quedó dormido.
-¿Es él? -preguntó el muchacho cuando la vieja se le acercó.
-Estoy segura... -murmuró ella cerca de su oído.
Los dos sonrieron y volvieron a lo que hacían antes de la llegada de Kosme.
Despertó totalmente relajado, se sentía como si estuviese en su propia cama y por supuesto, en su casa. Se levantó sonriendo, extrañamente se sentía tranquilo, como si nada le pudieses hacer daño. Caminó hasta la ventana y miró hacia afuera. Era de noche, no había nadie en la calle y sólo en las algunas casas se podía apreciar un poco de luz. En ese momento la puerta se abrió despacio.
-Jovencito, ya era hora de que despertaras. Ya casi es media noche -dijo la anciana asomándose en la entrada.
-Lo siento mucho, es que hace varios días que dormía muy poco, pero ahora me siento completamente bien -dijo Kosme sonriendo desde la ventana.
-Sígueme, te daré algo de comer -dijo la vieja comenzando a caminar por el pasillo.
Kosme salió detrás de ella rápidamente, su estomago le pedía a gritos algo para llenarse. Bajaron las escaleras, el lugar estaba vacío.
-Toma asiento donde prefieras -le dijo la mujer.
Kosme asintió y se sentó cerca de una puerta que daba a una habitación contigua. Momentos después salió el mismo muchacho que había visto cuando llegó atendiendo a los clientes del lugar. Traía en su mano una bandeja con carne y algunas frutas.
-Aquí tienes. Disfrútalo -le dijo sonriendo.
Kosme tomó la carne y la despedazó con prisa, la comió como si nunca en su vida hubiese probado bocado alguno.
-Dime muchacho... ¿Cómo te llamas? -preguntó la vieja acercándose a él.
El chico tragó lo que tenía en la boca y le respondió:
-Kosme, señora.
-¿Qué buscas en esta pequeña aldea?
-Busco a una persona, su nombre es Aixa, aunque no estoy seguro de que esté aquí.
La vieja miró al otro muchacho que se encontraba de pie junto a Kosme.
-¿Usted le conoce? -preguntó el chico dejando el trozo de carne en la bandeja.
-No muy bien, pero he escuchado de ella -dijo la anciana sonriendo-. Ella vivía aquí hace un par de años.
-Algunos dicen que estaba loca, que se perdió en el bosque que está un poco más al sur y que ahora vive en la montaña -dijo el muchacho que le había servido la comida.
Kosme se quedó un momento en silencio, pensando acerca de lo que le decían. Su padre le había contado que era un poco extraña, no loca, pero si extraña. Tenía que ser ella.
-Tengo que encontrarla -dijo de repente Kosme poniéndose de pie.
-¡Claro que no! -exclamó la vieja-. Es mejor que esperes hasta mañana, el bosque es muy peligroso de noche. Mucho más aun la montaña, ahí habitan esos topos gigantes.
Kosme se volvió a sentar frustrado, aunque de todas formas ya estaba cerca y Aixa no se iría más lejos si es que ellos tenían razón y vivía en la montaña. Saldría temprano por la mañana para que la noche no entorpeciera su búsqueda, si es que esta se extendía más de lo planeado.
Nuevamente sintió ganas de dormir, al parecer aun no se recuperaba completamente como había pensado.
-Estaba muy delicioso, gracias. Antes de marcharme le pagaré todo lo que le debo -dijo Kosme haciendo una reverencia a la mujer y al muchacho que lo había atendido.
-No hay cuidado. Siempre es un placer ayudar a los viajeros -dijo la vieja mostrándole una amplia sonrisa.
Kosme subió a la habitación, entró a oscuras y se recostó en la cama sobre las cobijas. Algunos minutos después se quedó profundamente dormido.
De pronto la anciana comenzó a cambiar, su rostro se deformó y su cuerpo se estiró, se hacía más alta, su cabello se oscurecía y su piel se estiraba, ya no tenía más arrugas, ya no era la vieja.
-Informa a Satsujin que lo tenemos. El Enviado ha llegado -dijo un muchacho delgado, vestido de negro, tez blanca, de cabello rubio y ojos color verde pálido.
El otro que servía la comida asintió y salió de la posada inmediatamente. Afuera montó un Tora y se dirigió hacia el norte, hacia el pequeño bosque por el cual Kosme había vagado durante la noche anterior.
viernes, 27 de julio de 2007
Capítulo 1: "Reunión Secreta"
En un espeso bosque de Terraconce, más espeso aun que el cercano a las ruinas de lo que alguna vez se llamó Jumú, la ciudad-fortaleza, una vieja casa de madera, cubierta de plantas trepadoras, había sido construida con un propósito desconocido hacía muchos años atrás.
Los que se adentraban en el bosque explorando contaban en sus aldeas que algunas veces se podía ver luz dentro. Con cuentos como este, sabiendo que nadie habitaba la pequeña edificación, nadie se atrevía a rondar cerca de ella. Era el lugar perfecto perfecto para reunirse sin que nadie lo supiera.
Un día, durante una noche de tormenta, cuatro individuos aparecieron de la nada frente a la casa de madera, entraron como si vivieran ahí. Todos llevaban capas y capuchas blancas, ninguno mostraba su rostro. Por dentro estaba todo bastante deteriorado, no había muebles, ni lamparas, ni ningún tipo de adorno con excepción del opaco color verde que cubría las paredes a unos pocos centímetros del suelo. Tenía un cuadrado en el suelo que permitía ver la tierra y una pequeña abertura hacia el techo en un rincón.
Se sentaron al rededor de la abertura en el suelo, uno de ellos, miró el agujero, un destello escapó de sus ojos e inmediatamente se encendió una fogata que iluminó la habitación y les brindó algo de calor.
Uno de ellos se quitó la capucha, tenía el cabello plateado, como el de un Anxelin, ojos rojos y tez blanca.
-¿Noticias? -preguntó a todos.
El que estaba a su derecha se descubrió el rostro. De piel ligeramente amarilla, cabello negro, ojos negros no muy grandes y nariz pequeña. Pasó una de sus manos por su cara y contestó:
-El plan marcha perfectamente. Esa Anxelin ha conseguido ayuda de un Tsathi y de un Awaku.
-Vaya, vaya. Que buena combinación... fuego y agua. Tal vez lo logre -dijo uno de piel morena, cabello negro, labios ligeramente hinchados y ojos de color café muy claro.
-Eres demasiado pesimista Zuthu -espetó otro de ellos.
Este último tenía cabello negro, tez ligeramente bronceada, su nariz era un poco más larga que la de sus compañeros, tenía ojos verdes y era de menor tamaño que los otros.
-Tlajaná tiene razón Zuthu. Tu pesimismo resulta un poco molesto -dijo el de ojos pequeños.
-Silencio Dengojí. Hay que darse prisa, no podemos estar mucho tiempo en este lugar -informó el de cabello plateado a los demás- ¿En qué estábamos?
-La Anxelin, ella ha conseguido ayuda. No le será difícil robar la espada de nuestro señor -dijo Tlajaná.
-Si todo resulta bien él volverá más pronto de lo que pensamos -agregó Dengojí.
Sonrieron los tres, menos Zuthu.
-Les recuerdo que la confianza es igual a la derrota en muchos casos -dijo Zuthu preocupado.
Los otros hicieron gestos de molestia y como si no estuviese ahí siguieron conversando.
-¿Qué hay del enviado? -preguntó el de piel blanca.
-No mucho -respondió Tlajaná con un poco de indiferencia-. La última vez que escuchamos de él se encontraba en las islas del norte con su padre adoptivo.
-Hablas como si fuera algo poco importante -dijo Dengojí desconcertado-. Asnaq, tu dijiste que era esencial encontrarlo.
El de cabello plateado y ojos rojos sonrió satisfactoriamente y agregó:
-No hay de que preocuparse, eso era primordial cuando aun no nacía. Ahora tenemos una misión más importante.
-Yo no estoy enterado de nada -dijo Zuthu.
-Ese precisamente es el motivo de nuestra reunión -dijo Asnaq aun sonriente-. La familia del Enviado que aun sigue viva.
-Ella... Kayla ¿tenía familia? -preguntó Zuthú.
-Sólo los que quedaron con vida -respondió Tlajaná sonriendo-. A los otros los asesinamos.
Hubo una pausa. Dengojí se levantó y dijo:
-Creí que con la liberación de nuestro señor sería suficiente.
-No, no es suficiente -contestó Asnaq cortante-. Hace algunos años encontré a la hermana menor de la Anxelin en el continente Este y me quedé con su hijo. Lo he estado entrenando desde ese entonces, convenciendolo de que su destino es aniquilar al Enviado. Sólo él podrá si nuestros planes fallan.
-¡Estás siendo como Zuthu! -le reprochó Dengojí.
-Soy realista... -respondió Asnaq con tranquilidad-. Ya fallamos una vez en el pasado, es tiempo de corregir esos errores.
-¿Cómo sabes que podrá destruir al enviado? -preguntó Tlajaná.
Dengojí lanzó una mirada de molestia a su compañero.
-Porque comparte un verdadero destino con su primo, sus lazos son más grandes que los familiares -respondió Asnaq sonriendo-. Con respecto al enviado, no es necesario matarlo aun, pero si la oportunidad se presenta que se haga.
-No te preocupes -se apresuró a decir Dengojí-. Satsujin se está encargando de eso.
De repente, sin decir nada más se levantaron. Asnaq miró hacia el fuego y este se apagó inmediatamente dejando el lugar a oscuras, al segundo después la casa estaba completamente vacía.
Los que se adentraban en el bosque explorando contaban en sus aldeas que algunas veces se podía ver luz dentro. Con cuentos como este, sabiendo que nadie habitaba la pequeña edificación, nadie se atrevía a rondar cerca de ella. Era el lugar perfecto perfecto para reunirse sin que nadie lo supiera.
Un día, durante una noche de tormenta, cuatro individuos aparecieron de la nada frente a la casa de madera, entraron como si vivieran ahí. Todos llevaban capas y capuchas blancas, ninguno mostraba su rostro. Por dentro estaba todo bastante deteriorado, no había muebles, ni lamparas, ni ningún tipo de adorno con excepción del opaco color verde que cubría las paredes a unos pocos centímetros del suelo. Tenía un cuadrado en el suelo que permitía ver la tierra y una pequeña abertura hacia el techo en un rincón.
Se sentaron al rededor de la abertura en el suelo, uno de ellos, miró el agujero, un destello escapó de sus ojos e inmediatamente se encendió una fogata que iluminó la habitación y les brindó algo de calor.
Uno de ellos se quitó la capucha, tenía el cabello plateado, como el de un Anxelin, ojos rojos y tez blanca.
-¿Noticias? -preguntó a todos.
El que estaba a su derecha se descubrió el rostro. De piel ligeramente amarilla, cabello negro, ojos negros no muy grandes y nariz pequeña. Pasó una de sus manos por su cara y contestó:
-El plan marcha perfectamente. Esa Anxelin ha conseguido ayuda de un Tsathi y de un Awaku.
-Vaya, vaya. Que buena combinación... fuego y agua. Tal vez lo logre -dijo uno de piel morena, cabello negro, labios ligeramente hinchados y ojos de color café muy claro.
-Eres demasiado pesimista Zuthu -espetó otro de ellos.
Este último tenía cabello negro, tez ligeramente bronceada, su nariz era un poco más larga que la de sus compañeros, tenía ojos verdes y era de menor tamaño que los otros.
-Tlajaná tiene razón Zuthu. Tu pesimismo resulta un poco molesto -dijo el de ojos pequeños.
-Silencio Dengojí. Hay que darse prisa, no podemos estar mucho tiempo en este lugar -informó el de cabello plateado a los demás- ¿En qué estábamos?
-La Anxelin, ella ha conseguido ayuda. No le será difícil robar la espada de nuestro señor -dijo Tlajaná.
-Si todo resulta bien él volverá más pronto de lo que pensamos -agregó Dengojí.
Sonrieron los tres, menos Zuthu.
-Les recuerdo que la confianza es igual a la derrota en muchos casos -dijo Zuthu preocupado.
Los otros hicieron gestos de molestia y como si no estuviese ahí siguieron conversando.
-¿Qué hay del enviado? -preguntó el de piel blanca.
-No mucho -respondió Tlajaná con un poco de indiferencia-. La última vez que escuchamos de él se encontraba en las islas del norte con su padre adoptivo.
-Hablas como si fuera algo poco importante -dijo Dengojí desconcertado-. Asnaq, tu dijiste que era esencial encontrarlo.
El de cabello plateado y ojos rojos sonrió satisfactoriamente y agregó:
-No hay de que preocuparse, eso era primordial cuando aun no nacía. Ahora tenemos una misión más importante.
-Yo no estoy enterado de nada -dijo Zuthu.
-Ese precisamente es el motivo de nuestra reunión -dijo Asnaq aun sonriente-. La familia del Enviado que aun sigue viva.
-Ella... Kayla ¿tenía familia? -preguntó Zuthú.
-Sólo los que quedaron con vida -respondió Tlajaná sonriendo-. A los otros los asesinamos.
Hubo una pausa. Dengojí se levantó y dijo:
-Creí que con la liberación de nuestro señor sería suficiente.
-No, no es suficiente -contestó Asnaq cortante-. Hace algunos años encontré a la hermana menor de la Anxelin en el continente Este y me quedé con su hijo. Lo he estado entrenando desde ese entonces, convenciendolo de que su destino es aniquilar al Enviado. Sólo él podrá si nuestros planes fallan.
-¡Estás siendo como Zuthu! -le reprochó Dengojí.
-Soy realista... -respondió Asnaq con tranquilidad-. Ya fallamos una vez en el pasado, es tiempo de corregir esos errores.
-¿Cómo sabes que podrá destruir al enviado? -preguntó Tlajaná.
Dengojí lanzó una mirada de molestia a su compañero.
-Porque comparte un verdadero destino con su primo, sus lazos son más grandes que los familiares -respondió Asnaq sonriendo-. Con respecto al enviado, no es necesario matarlo aun, pero si la oportunidad se presenta que se haga.
-No te preocupes -se apresuró a decir Dengojí-. Satsujin se está encargando de eso.
De repente, sin decir nada más se levantaron. Asnaq miró hacia el fuego y este se apagó inmediatamente dejando el lugar a oscuras, al segundo después la casa estaba completamente vacía.
jueves, 19 de julio de 2007
Libro II: Despertar
En los tiempos antiguos los sabios predijeron que con el nacimiento de aquel que viniese por mandato superior grandes catástrofes azotarían a los habitantes del mundo. Guerras y terremotos sacudirían a la tierra advirtiéndole a quienes la ocupaban que el tiempo estaba cerca.
"Los días se harán más oscuros, los pueblos se silenciaran y la naturaleza hablará. Cuando el enviado nazca el tiempo habrá llegado..."
Poco a poco las palabras de los sabios de hacía siglos y milenios comenzaban a cumplirse. Después del nacimiento varias guerras estallaron en diferentes puntos del continente. Muchas tribus fueron exterminadas por completo y otras sobrevivieron en la clandestinidad. Los reyes se volvieron estrictos y cualquier señal de deslealtad se pagaba con la eliminación.
Pero aquello no fue lo único dicho por los sabios.
"Entonces el enviado conocerá a la criatura ancestral, aquella que vaga por la faz de la tierra burlándose de las penurias de quienes la habitan. Pero nadie sabe acerca de sus destinos, podrán enfrentarse o unirse, y si esta última prevalece nada quedará en pie..."
Muy pronto el enviado se manifestaría, muy pronto muchos se silenciarían al verlo, muy pronto su poder haría que sus enemigos cayeran sin vida frente a sus pies. Pero no sólo eso, más temprano que tarde su verdadero enemigo aparecería, a este confrontaría o en el peor de los casos, se le uniría. Mas valía a quienes conocieran de esto pedir a quien lo enviaba que no sucediera.
"Los días se harán más oscuros, los pueblos se silenciaran y la naturaleza hablará. Cuando el enviado nazca el tiempo habrá llegado..."
Poco a poco las palabras de los sabios de hacía siglos y milenios comenzaban a cumplirse. Después del nacimiento varias guerras estallaron en diferentes puntos del continente. Muchas tribus fueron exterminadas por completo y otras sobrevivieron en la clandestinidad. Los reyes se volvieron estrictos y cualquier señal de deslealtad se pagaba con la eliminación.
Pero aquello no fue lo único dicho por los sabios.
"Entonces el enviado conocerá a la criatura ancestral, aquella que vaga por la faz de la tierra burlándose de las penurias de quienes la habitan. Pero nadie sabe acerca de sus destinos, podrán enfrentarse o unirse, y si esta última prevalece nada quedará en pie..."
Muy pronto el enviado se manifestaría, muy pronto muchos se silenciarían al verlo, muy pronto su poder haría que sus enemigos cayeran sin vida frente a sus pies. Pero no sólo eso, más temprano que tarde su verdadero enemigo aparecería, a este confrontaría o en el peor de los casos, se le uniría. Mas valía a quienes conocieran de esto pedir a quien lo enviaba que no sucediera.
martes, 10 de julio de 2007
Epílogo
Eizan despertó en medio del bosque, la lluvia golpeaba con suavidad todo su cuerpo, aliviando el dolor de las quemaduras ocasionadas por el ataque de Batsu. Miró a su alrededor de reojo, no se podía levantar. No había nadie, ni Kayla o el otro sujeto que intentaba matarla. En su corazón entendió lo sucedido, le había perdido para siempre. Sentía como si le estuviesen presionando el pecho, su corazón palpitó con rapidez, y las lágrimas recorrieron sus mejillas.
-¡Por aquí! -escuchó a lo lejos.
No le importaba quien fuera, su vida estaba acabada. En ese momento recordó al bebé, lo único de Kayla que le quedaba. Decidió no rendirse, tenía que criar a ese niño.
-¡Eizan!
Era Isao, acompañado de varios miembros de la tribu Kijutsu. Hablaba acerca de algo, no los escuchaba bien, sus oídos le dolían. Se agruparon alrededor y entonces vio entre la multitud a una muchacha idéntica a Kayla que le sonreía. Intentó extender su brazo, como si pudiese alcanzarla, pero después de un parpadeo ella ya no estaba. Luego cerró los ojos y se quedó dormido.
Volvió a despertar. Se encontraba en una casa conocida. Isao lo observaba desde lejos sonriendo.
-Podrá recuperarse -dijo una mujer que se acercaba a él-. En unos meses más estará como si nada le hubiese pasado.
De repente desde uno de los cuartos apareció Ningen, llevaba al bebé en sus brazos.
Eizan sonrió, una alegría inexplicable le inundó. El hijo de Kayla estaba a salvo. En cuanto las heridas se curaran por completo se haría cargo de él, tal y como la Anxelin se lo había planteado.
Lo levantaron un poco y colocaron al bebé en sus brazos, extrañamente sus ojos eran oscuros, no azules como los de su madre. Al rato se quedó profundamente dormido, esperando en su interior a despertar algún día como el enviado.
-¡Por aquí! -escuchó a lo lejos.
No le importaba quien fuera, su vida estaba acabada. En ese momento recordó al bebé, lo único de Kayla que le quedaba. Decidió no rendirse, tenía que criar a ese niño.
-¡Eizan!
Era Isao, acompañado de varios miembros de la tribu Kijutsu. Hablaba acerca de algo, no los escuchaba bien, sus oídos le dolían. Se agruparon alrededor y entonces vio entre la multitud a una muchacha idéntica a Kayla que le sonreía. Intentó extender su brazo, como si pudiese alcanzarla, pero después de un parpadeo ella ya no estaba. Luego cerró los ojos y se quedó dormido.
Volvió a despertar. Se encontraba en una casa conocida. Isao lo observaba desde lejos sonriendo.
-Podrá recuperarse -dijo una mujer que se acercaba a él-. En unos meses más estará como si nada le hubiese pasado.
De repente desde uno de los cuartos apareció Ningen, llevaba al bebé en sus brazos.
Eizan sonrió, una alegría inexplicable le inundó. El hijo de Kayla estaba a salvo. En cuanto las heridas se curaran por completo se haría cargo de él, tal y como la Anxelin se lo había planteado.
Lo levantaron un poco y colocaron al bebé en sus brazos, extrañamente sus ojos eran oscuros, no azules como los de su madre. Al rato se quedó profundamente dormido, esperando en su interior a despertar algún día como el enviado.
Capítulo 31: "El Principio del Fin"
Batsu se acercó un poco a ella, cruzó los brazos y le dijo:
-No fue difícil dar con tu paradero. Esa muchacha no soportó más de una semana de tortura. Creo que se volvió loca después de eso. Hablaba todo el tiempo de un tal LuxFero.
-Akemi... -murmuró Kayla sorprendida.
-No entiendo como llegó a sobrevivir, pero lo hizo y no la podía dejar abandonada en la nieve. Resultó ser muy útil.
El cazador sonrió con malicia. Kayla empuñó las manos de furia.
-¡Silencio! -gritó la Anxelin al mismo tiempo que sus ojos brillaban con intensidad.
Batsu salió disparado hacia atrás y se estrelló contra un árbol. Después de unos segundos se levantó tranquilamente, como si nada hubiese pasado.
-Veo que quieres jugar... pues adelante.
Una pelea que llegaría tarde o temprano, era tiempo de hacerle frente a quien ella consideraba su mayor rival. Caminaron alrededor de los árboles sin quitarse la miradas. La batalla más grande de su vida. Esperaba sobrevivir.
Los dos extendieron sus brazos al mismo tiempo con rapidez, sus ojos brillaron como nunca antes y las energías de cada uno, invisibles a cualquier ojo, colisionaron haciendo que los árboles llegaran incluso a doblarse tal y como si estuviesen hechos de una sustancia blanda capaz de ser moldeada de cualquier forma.
Batsu y Kayla estaban al límite, todas sus fuerzas estaban concentradas en acabar con el otro. De repente fue tan grande el choque de poderes que los dos salieron disparados hacia atrás con fuerza. Estaban igualados en energía, pero no en habilidades.
-Eso no es suficiente... -farfulló Batsu mientras se volvía a poner de pie y corría sobre el accidentado terreno hacia Kayla.
La Anxelin no estaba dispuesta a perder e hizo lo mismo, corrió sin cesar hasta su enemigo. Era necesario que saliera victoriosa.
Sus puños se encontraron, el choque de energía nuevamente fue devastador y los árboles cercanos se destruyeron. Nuevamente intentaban dañar al otro, pero todos sus golpes se encontraban. Ninguno lograba su cometido aun.
Ningen corrió hasta un montículo, desde ahí se podía ver todo. La ciudad estaba siendo saqueada y destruida, los soldados y guerreros Kijutsu que aun quedaban vivos no eran problema para las fuerzas del enemigo.
-Tu madre me pidió que si al acabar el día ella o Eizan no regresaban te llevara conmigo muy lejos de aquí -dijo Ningen sonriendo-. Descuida, serás bienvenido en mi familia. Mi hijo tiene unos meses más que tú, crecerías como su hermano.
El bebé sólo dormía. Después de decir eso el muchacho guardó silencio y esperó que la madre de la criatura y su futuro padre estuviesen bien.
Sus enormes poderes hacían que el medio a su alrededor se distorsionara. Cada golpe soltaba una onda de energía que destruía cualquier cosa que se encontrara cerca, en este caso los cientos de árboles del bosque.
Batsu dio un golpe al aire dirigido hacia Kayla, la Anxelin rodó hacia el lado y el lugar en el que estaba antes se hundió como si una roca enorme hubiese caido ahí. La muchacha hizo lo mismo, pero el cazador no pudo escapar, el golpe lo empujó contra lo que quedaba de los árboles que los rodeaban. Kayla aprovechó eso e intentó volver a atacarlo, pero Batsu rápidamente extendió su brazo y cientos de rayos salieron de la palma de su mano para envolver a la chica en un manto de intenso dolor. La Anxelin cayó a tierra malherida por el ataque.
-Me has subestimado... -dijo el cazador mientras se acercaba ella y se preparaba para hacer lo mismo de nuevo.
De repente Kayla abrió los ojos, estos brillaron con intensidad y Batsu retrocedió varios metros en contra de su voluntad.
-¡Tú me has subestimado a mí...! -gritó con furia.
Dio un salto hacia su enemigo, lo tomó de un brazo y lo azotó contra el trono de un árbol destruido. Luego el Anxelin la sujetó fuerte y la golpeó en el rostro. Kayla lo alejó de él, se disponía realizar su último movimiento. Corrió hacia él furiosa, con el puño en alto. El Anxelin hizo lo mismo. Así con sus cuerpos brillando por completo arremetieron el uno contra el otro.
Una cegadora luz cubrió todo el lugar, incluso a la ciudad.
Los soldados que luchaban en la ciudad se detuvieron, los dragones dejaron de volar y se posaron sobre las casas y los muros.
El viejo Amawta, Isao y Aixa, luego de que el resplandor desapareciera, miraron desconcertados hacia el bosque que se encontraba a un lado de la ciudad. Al parecer todo había terminado o estaba a punto de terminar.
Batsu se acercó tranquilamente hacia Kayla mientras esta se levantaba con dificultad.
-No te molestes en hacerlo -dijo el cazador extendiendo su brazo a unos metros de ella-. Pronto no te volverás a colocar de pie.
Su hora llegaba, no podría criar a su bebé junto a Eizan. Tan feliz hubiese sido así, pero el destino le tenía preparada otra cosa, algo que ella en su corazón no quería aceptar.
Logró levantarse y mantenerse erguida unos momentos, aunque se tambaleaba un poco, todas las fuerzas las había gastado en la pelea. Lo observó con coraje, no lo complacería con su tristeza. Sonrió.
-Luces igual que tu marido antes de morir -le dijo haciendo un gesto de repulsión-. Esa mirada de victoria, aun cuando estas a punto de perecer... no la soporto.
Escuchar el nombre de su difunto marido no le entristeció. Había comprendido, con la ayuda de Aixa, que la muerte de Tensai no fue en vano. Esto no se trataba de salvarla a ella o a él, sino que del bebé. Si su hijo estaba a salvo los dos estarían felices aun cuando la muerte los rondara.
-Adelante... hazlo -le pidió con indiferencia.
Kayla cerró los ojos y esperó. Momentos después sintió un horrible estruendo, como el sonido de los rayos en una tormenta. Pero nada sucedió. Abrió los ojos pensando que había muerto tan rápidamente ni siquiera había sentido el ataque. Entonces grande fue su sorpresa cuando vio a un muchacho dándole la espalda. Era Eizan. Él había recibido el ataque por ella.
El momento le pareció eterno, como si el cuerpo de su amado cayera lentamente. Por su cabeza pasaron cientos de imágenes, desde el momento en que le había preguntado su nombre en la playa hasta hacía un rato atras, cuando cada uno demostró lo que sentía.
-¡Aguanta por favor! -le pidió entre sollozos.
Eizan abrió los ojos y tocó suavemente el rostro de Kayla.
-Me alegra tanto... que estés bien... creí que llegaría tarde... -dijo el Tsathi-. Prefiero morir... antes que...
El muchacho no terminó la oración. Sus ojos volvieron a cerrarse, su mano dejó de acariciar el rostro de Kayla. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
El dolor en su corazón, no lo podía aguantar, era enorme. Soltó un grito de desesperación junto al cuerpo del Tsathi. La tierra tembló y su hijo despertó de golpe en los brazos de Ningen a kilómetros del lugar.
-¡Eizan! ¡Eizan! -exclamó, pero el chico no respondió a su llamado.
Lloró amargamente frente al cazador. Sus lágrimas caían sobre el sonriente Eizan.
Kayla levantó su mirada, llena de odio, tristeza y dolor. Batsu se preparó para recibir cualquier tipo de represalia, pero de pronto la expresión de la chica cambió. Parecía perdida en un lugar desconocido, ya no le miraba a él, ya no miraba a ningún lado.
La Anxelin se levantó, su corazón estaba destrozado totalmente, un dolor que nunca podría explicar recorría su cuerpo.
Batsu extendió el brazo hacia ella y lanzó el mismo ataque que había matado a Tensai meses atrás, aunque esta vez cerró los ojos, algo le hacía sentir que estaba mal hacerlo, pero no se guió por aquella emoción.
El dolor físico no se comparó con el que sentía en lo profundo de su ser. Cayó al suelo junto al cuerpo de su amado. su mirada se desvió hacia un lado, ahí vio al mismo muchacho que hace tiempo se había aparecido en uno de sus sueños. El chico vestía de negro y llevaba un pañuelo rojo amarrado en el brazo izquierdo. Ella sonrió. Entonces el rostro del extraño cambió, ahora el parecido con su fallecido marido Tensai hizo que lo mirara con mayor atención. El muchacho le devolvió la sonrisa y le dijo:
-Gracias... mamá.
Se derramaron las últimas lágrimas de su rostro al escucharlo. Su hijo estaba a salvo, sería criado con cariño, lamentablemente no por ella, pero crecería fuerte, ahora lo sabía con certeza. Sonrió alegremente. Poco a poco su cuerpo comenzó a desaparecer, a dividirse en centellas que se elevaron al cielo.
-Si estoy equivocado, si he sido manipulado, pagaré con creces lo que he realizado -dijo Batsu para si mientras abandonaba el lugar con una sensación extraña en su pecho.
Desde la ciudad observaron puntos brillantes que subían con lentitud, atravesando las nubes y reuniéndose con las estrellas.
-Ha cumplido con su destino... -dijo Aixa sollozando.
-Kayla... -murmuró Isao mientras algunas lágrimas se agrupana en sus ojos.
Amawta sonrió y golpeó con su bastón el suelo una vez.
De alguna forma Ningen sabía que todo había terminado, algo le decía que así era. En ese momento las nubes se esparcieron y desde el cielo cayeron rocas rodeadas de fuego, las que aplastaron al ejército que invadía la ciudad. Nadie de la tribu Senso quedó en pie después de eso.
Ningen con asombró observaba lo que sucedía, los ojos del hijo de Kayla brillaban intensamente. Después de que el enemigo fuese destruido comenzó a llover. El fuego dejado por las rocas caídas se apagó.
Kayla comprendió su misión un poco antes de morir. Todo lo sucedido no era simple coincidencia, el objeto fijado milenios antes se había logrado con satisfacción.
Una pequeña parte de lo dicho por los antiguos sabios se había cumplido. El nacimiento del enviado y la desaparición de quienes no debieron enfrentarse a él. Desde ese momento todo el mundo cambiaría, los humanos, las criaturas, la tierra en sí. Este sólo era el principio del fin.
-No fue difícil dar con tu paradero. Esa muchacha no soportó más de una semana de tortura. Creo que se volvió loca después de eso. Hablaba todo el tiempo de un tal LuxFero.
-Akemi... -murmuró Kayla sorprendida.
-No entiendo como llegó a sobrevivir, pero lo hizo y no la podía dejar abandonada en la nieve. Resultó ser muy útil.
El cazador sonrió con malicia. Kayla empuñó las manos de furia.
-¡Silencio! -gritó la Anxelin al mismo tiempo que sus ojos brillaban con intensidad.
Batsu salió disparado hacia atrás y se estrelló contra un árbol. Después de unos segundos se levantó tranquilamente, como si nada hubiese pasado.
-Veo que quieres jugar... pues adelante.
Una pelea que llegaría tarde o temprano, era tiempo de hacerle frente a quien ella consideraba su mayor rival. Caminaron alrededor de los árboles sin quitarse la miradas. La batalla más grande de su vida. Esperaba sobrevivir.
Los dos extendieron sus brazos al mismo tiempo con rapidez, sus ojos brillaron como nunca antes y las energías de cada uno, invisibles a cualquier ojo, colisionaron haciendo que los árboles llegaran incluso a doblarse tal y como si estuviesen hechos de una sustancia blanda capaz de ser moldeada de cualquier forma.
Batsu y Kayla estaban al límite, todas sus fuerzas estaban concentradas en acabar con el otro. De repente fue tan grande el choque de poderes que los dos salieron disparados hacia atrás con fuerza. Estaban igualados en energía, pero no en habilidades.
-Eso no es suficiente... -farfulló Batsu mientras se volvía a poner de pie y corría sobre el accidentado terreno hacia Kayla.
La Anxelin no estaba dispuesta a perder e hizo lo mismo, corrió sin cesar hasta su enemigo. Era necesario que saliera victoriosa.
Sus puños se encontraron, el choque de energía nuevamente fue devastador y los árboles cercanos se destruyeron. Nuevamente intentaban dañar al otro, pero todos sus golpes se encontraban. Ninguno lograba su cometido aun.
Ningen corrió hasta un montículo, desde ahí se podía ver todo. La ciudad estaba siendo saqueada y destruida, los soldados y guerreros Kijutsu que aun quedaban vivos no eran problema para las fuerzas del enemigo.
-Tu madre me pidió que si al acabar el día ella o Eizan no regresaban te llevara conmigo muy lejos de aquí -dijo Ningen sonriendo-. Descuida, serás bienvenido en mi familia. Mi hijo tiene unos meses más que tú, crecerías como su hermano.
El bebé sólo dormía. Después de decir eso el muchacho guardó silencio y esperó que la madre de la criatura y su futuro padre estuviesen bien.
Sus enormes poderes hacían que el medio a su alrededor se distorsionara. Cada golpe soltaba una onda de energía que destruía cualquier cosa que se encontrara cerca, en este caso los cientos de árboles del bosque.
Batsu dio un golpe al aire dirigido hacia Kayla, la Anxelin rodó hacia el lado y el lugar en el que estaba antes se hundió como si una roca enorme hubiese caido ahí. La muchacha hizo lo mismo, pero el cazador no pudo escapar, el golpe lo empujó contra lo que quedaba de los árboles que los rodeaban. Kayla aprovechó eso e intentó volver a atacarlo, pero Batsu rápidamente extendió su brazo y cientos de rayos salieron de la palma de su mano para envolver a la chica en un manto de intenso dolor. La Anxelin cayó a tierra malherida por el ataque.
-Me has subestimado... -dijo el cazador mientras se acercaba ella y se preparaba para hacer lo mismo de nuevo.
De repente Kayla abrió los ojos, estos brillaron con intensidad y Batsu retrocedió varios metros en contra de su voluntad.
-¡Tú me has subestimado a mí...! -gritó con furia.
Dio un salto hacia su enemigo, lo tomó de un brazo y lo azotó contra el trono de un árbol destruido. Luego el Anxelin la sujetó fuerte y la golpeó en el rostro. Kayla lo alejó de él, se disponía realizar su último movimiento. Corrió hacia él furiosa, con el puño en alto. El Anxelin hizo lo mismo. Así con sus cuerpos brillando por completo arremetieron el uno contra el otro.
Una cegadora luz cubrió todo el lugar, incluso a la ciudad.
Los soldados que luchaban en la ciudad se detuvieron, los dragones dejaron de volar y se posaron sobre las casas y los muros.
El viejo Amawta, Isao y Aixa, luego de que el resplandor desapareciera, miraron desconcertados hacia el bosque que se encontraba a un lado de la ciudad. Al parecer todo había terminado o estaba a punto de terminar.
Batsu se acercó tranquilamente hacia Kayla mientras esta se levantaba con dificultad.
-No te molestes en hacerlo -dijo el cazador extendiendo su brazo a unos metros de ella-. Pronto no te volverás a colocar de pie.
Su hora llegaba, no podría criar a su bebé junto a Eizan. Tan feliz hubiese sido así, pero el destino le tenía preparada otra cosa, algo que ella en su corazón no quería aceptar.
Logró levantarse y mantenerse erguida unos momentos, aunque se tambaleaba un poco, todas las fuerzas las había gastado en la pelea. Lo observó con coraje, no lo complacería con su tristeza. Sonrió.
-Luces igual que tu marido antes de morir -le dijo haciendo un gesto de repulsión-. Esa mirada de victoria, aun cuando estas a punto de perecer... no la soporto.
Escuchar el nombre de su difunto marido no le entristeció. Había comprendido, con la ayuda de Aixa, que la muerte de Tensai no fue en vano. Esto no se trataba de salvarla a ella o a él, sino que del bebé. Si su hijo estaba a salvo los dos estarían felices aun cuando la muerte los rondara.
-Adelante... hazlo -le pidió con indiferencia.
Kayla cerró los ojos y esperó. Momentos después sintió un horrible estruendo, como el sonido de los rayos en una tormenta. Pero nada sucedió. Abrió los ojos pensando que había muerto tan rápidamente ni siquiera había sentido el ataque. Entonces grande fue su sorpresa cuando vio a un muchacho dándole la espalda. Era Eizan. Él había recibido el ataque por ella.
El momento le pareció eterno, como si el cuerpo de su amado cayera lentamente. Por su cabeza pasaron cientos de imágenes, desde el momento en que le había preguntado su nombre en la playa hasta hacía un rato atras, cuando cada uno demostró lo que sentía.
-¡Aguanta por favor! -le pidió entre sollozos.
Eizan abrió los ojos y tocó suavemente el rostro de Kayla.
-Me alegra tanto... que estés bien... creí que llegaría tarde... -dijo el Tsathi-. Prefiero morir... antes que...
El muchacho no terminó la oración. Sus ojos volvieron a cerrarse, su mano dejó de acariciar el rostro de Kayla. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.
El dolor en su corazón, no lo podía aguantar, era enorme. Soltó un grito de desesperación junto al cuerpo del Tsathi. La tierra tembló y su hijo despertó de golpe en los brazos de Ningen a kilómetros del lugar.
-¡Eizan! ¡Eizan! -exclamó, pero el chico no respondió a su llamado.
Lloró amargamente frente al cazador. Sus lágrimas caían sobre el sonriente Eizan.
Kayla levantó su mirada, llena de odio, tristeza y dolor. Batsu se preparó para recibir cualquier tipo de represalia, pero de pronto la expresión de la chica cambió. Parecía perdida en un lugar desconocido, ya no le miraba a él, ya no miraba a ningún lado.
La Anxelin se levantó, su corazón estaba destrozado totalmente, un dolor que nunca podría explicar recorría su cuerpo.
Batsu extendió el brazo hacia ella y lanzó el mismo ataque que había matado a Tensai meses atrás, aunque esta vez cerró los ojos, algo le hacía sentir que estaba mal hacerlo, pero no se guió por aquella emoción.
El dolor físico no se comparó con el que sentía en lo profundo de su ser. Cayó al suelo junto al cuerpo de su amado. su mirada se desvió hacia un lado, ahí vio al mismo muchacho que hace tiempo se había aparecido en uno de sus sueños. El chico vestía de negro y llevaba un pañuelo rojo amarrado en el brazo izquierdo. Ella sonrió. Entonces el rostro del extraño cambió, ahora el parecido con su fallecido marido Tensai hizo que lo mirara con mayor atención. El muchacho le devolvió la sonrisa y le dijo:
-Gracias... mamá.
Se derramaron las últimas lágrimas de su rostro al escucharlo. Su hijo estaba a salvo, sería criado con cariño, lamentablemente no por ella, pero crecería fuerte, ahora lo sabía con certeza. Sonrió alegremente. Poco a poco su cuerpo comenzó a desaparecer, a dividirse en centellas que se elevaron al cielo.
-Si estoy equivocado, si he sido manipulado, pagaré con creces lo que he realizado -dijo Batsu para si mientras abandonaba el lugar con una sensación extraña en su pecho.
Desde la ciudad observaron puntos brillantes que subían con lentitud, atravesando las nubes y reuniéndose con las estrellas.
-Ha cumplido con su destino... -dijo Aixa sollozando.
-Kayla... -murmuró Isao mientras algunas lágrimas se agrupana en sus ojos.
Amawta sonrió y golpeó con su bastón el suelo una vez.
De alguna forma Ningen sabía que todo había terminado, algo le decía que así era. En ese momento las nubes se esparcieron y desde el cielo cayeron rocas rodeadas de fuego, las que aplastaron al ejército que invadía la ciudad. Nadie de la tribu Senso quedó en pie después de eso.
Ningen con asombró observaba lo que sucedía, los ojos del hijo de Kayla brillaban intensamente. Después de que el enemigo fuese destruido comenzó a llover. El fuego dejado por las rocas caídas se apagó.
Kayla comprendió su misión un poco antes de morir. Todo lo sucedido no era simple coincidencia, el objeto fijado milenios antes se había logrado con satisfacción.
Una pequeña parte de lo dicho por los antiguos sabios se había cumplido. El nacimiento del enviado y la desaparición de quienes no debieron enfrentarse a él. Desde ese momento todo el mundo cambiaría, los humanos, las criaturas, la tierra en sí. Este sólo era el principio del fin.
lunes, 9 de julio de 2007
Capítulo 30: "Los Cazadores"
Estaban perdidos. Seis Anxelin los rodeaban. Se suponía que eran los mejores de Hiver, los denominados Cazadores. Estos eran entrenados especialmente para encontrar y eliminar, sin dejar rastros. Sus habilidades superaban a las de los Anxelin promedios, podían hacer frente a casi cualquier enemigo y salir victoriosos. Aunque estos no podían ser clasificados de esa forma.
Tragó saliva, algo estaba a punto de suceder, algo muy malo. No los conocía, pero sabía que no eran de fiar y que no estaban ahí para hacer amigos. Eizan empuño sus manos, listo para hacerles frente si era necesario.
Kayla no lo podía creer, era como una pesadilla que nunca terminaba y ahora era mucho más vulnerable con el bebé en sus brazos. Sería difícil salir de aquella situación, si es que llegaban a hacerlo.
Batsu dio unos pasos hacia Eizan y Kayla de forma amenazadora.
-Ahora que ha nacido, tu vida ya no está comprometida -informó el Anxelin-. Entrega al bebé y nos iremos sin problemas de este lugar.
El cazador sabía que ella nunca le daría la criatura, ni siquiera si su vida era puesta en peligro, pero le dio la opción a pesar de saber la respuesta por adelantado.
-Está bien, haremos esto al modo difícil -agregó Batsu.
El Anxelin señalo a Eizan, sus ojos brillaron y este aparentemente quedó paralizado.
-Será más fácil así. Tomen a la criatura -ordenó a los otros.
Los cinco que lo rodeaban se acercaron a ella. El animal que montaba retrocedió. En ese momento varias centellas derribaron a los Anxelin.
-¡Huye! -gritó Eizan.
La historia se repetía, lo mismo que había sucedido con Tensai, su marido.
-¡Vete Kayla! -gritó Isao de pronto desde la puerta de la casa.
Los Anxelin comenzaban a ponerse de pie. Kayla agitó las riendas del Tora y este corrió a toda velocidad alejándose del lugar. Su hijo era lo más importante, tenía que huir.
Batsu intentó seguirla, pero Eizan se adelantó y lo golpeó lanzándolo al suelo.
-¡¿Cómo?! -se preguntó Batsu al ver que Eizan estaba libre de la parálisis provocada antes.
-Tus habilidades a mi no me afectan -explicó el muchacho sonriente.
Los Anxelin lo rodearon, pero Batsu les gritó:
-¡Ella es el objetivo principal! ¡Vayan por ella!
Extendieron sus alas y se dispusieron a seguirla. De pronto Isao tomó el sable que antes Eizan había dejado en el suelo y lo lanzó hacia uno de ellos en la espalda dejándolo incapacitado. Los otros cuatro no se preocuparon, no podían dejar la misión. Intentaron avanzar pero el viejo Amawta y dos guerreros Kijutsu les bloquearon el camino lanzando centellas. Sólo uno fue derribado, los otros tres volaron alto logrando escapar de los ataques.
-¡No los pierdan de vista! -ordenó el anciano.
Los Kijutsu corrieron tras ellos, aunque de esa forma jamás lograrían alcanzarlos.
Eizan, el anciano Amawta y el malherido Isao rodearon a Batsu.
El animal corría lo más rápido que podía entre la multitud de soldados que luchaban en las calles. No sabía lo que pasaría. La aparición de los Anxelin había complicado todo.
Miró hacia atrás, Eizan no se veía por ningún lado y quiso volver, pero la seguridad de su hijo estaba en juego. Deseaba regresar y al mismo tiempo no. En ese instante vio a tres Anxelin que se acercaban velozmente. El corazón le dio un brinco, agitó las riendas y la criatura tomó un poco más de velocidad, pero no era suficiente. Los cazadores comenzaron a lanzar bolas de fuego desde el aire, las que impactaban en los lados, haciendo de vez en cuando que el animal perdiera un poco el equilibrio mientras corría.
Se percató de que habían llegado hasta la mansión de Takaa, su arma estaba ahí, con ella los podría combatir mucho más fácil si llegaba el momento de hacerlo. Ordenó al animal entrar en la morada justo cuando una bola de fuego impactaba sobre la puerta de esta. Se bajó del Tora en la sala de estar y corrió con el bebé en brazos por las escaleras hasta su habitación, de repente una roca irrumpió por el muro destrozando gran parte del camino hasta su recámara. El ejército de la tribu Senso estaba destruyendo la ciudad por completo.
Dio un salto hasta el otro extremo del camino cortado y llegó al cuarto. Dejó al bebé en la cama y comenzó a buscar, no recordaba donde la había puesto. sorpresivamente la ventana estalló en mil pedazos y uno de los Anxelin hizo su aparición.
-Dámelo y no saldrás lastimada -le dijo.
Kayla no se movió, cualquier acto que hiciese podría condenar la vida del bebé en ese instante. El rugido de una criatura alarmó a los dos, el Anxelin se volteó hacia fuera, pero era demasiado tarde, un enorme dragón rojo se lo tragó en un abrir y cerrar de ojos. Kayla corrió hasta su bebé y retrocedió. Pero la bestia no hizo nada más luego de comerse al cazador, de pronto un muchacho de orejas puntiagudas se asomó por el lomo de este.
-¿Kayla? -preguntó.
Ella asintió y el chico sonrió.
-Soy Ningen, amigo de Eizan, me encargó sacarte de aquí -le informó sonriente y extendiendo su brazo para ayudarle a subir a espaldas del dragón.
La Anxelin se acercó rápidamente y se subió a la bestia. Ella y el bebé estaban a salvo por el momento.
Isao voló por los aires en contra de su voluntad para terminar estrellándose sobre el techo de una de las viejas casas de la calleja, no era contrincante con la herida en el hombro.
Eizan lanzó varias bolas de fuego, pero Batsu las esquivaba todas. El viejo intentó golpearlo sin éxito por unos momentos, hasta que Eizan se le unió. La pelea se complicó para Batsu, podía acabarlos uno por uno, pero si se unían ya era otra cosa. Amawta logró golpearlo con el bastón, el Anxelin retrocedió enfadado. Sus ojos resplandecieron y el viejo cayó al suelo paralizado. Una llamarada salió de la boca de Eizan, pero Batsu desvió el ataque. Si no podía controlar al muchacho, controlaría sus técnicas. Desenfundó velozmente un sable que portaba en su cinturón y apuñaló al Tsathi en la pierna derecha dejándolo inmediatamente fuera de combate. Luego se giró hacia el viejo y levantó su brazo, de la palma de su mano comenzaron a salir pequeños rayos, como los de las tormentas.
-¡No lo harás! -gritó Aixa de pronto.
Batsu salió disparado hacia un lado y se estrelló contra el muro de una de las casas. Al instante se colocó de pie y se dispuso a atacar a la mujer, pero lo pensó dos veces. Kayla se alejaba cada vez más de él y no podía permitirlo. Sus alas se extendieron y voló rápidamente en la dirección que ella había tomado hacía un rato atrás.
Ningen y Kayla volaban sobre la ciudad, se dirigían a los bosques que la rodeaban, ahí se podrían ocultar hasta que terminara la batalla. Otros dos dragones de piel roja los escoltaron. De la nada en frente de ellos aparecieron dos Anxelin, los otros que aun quedaban en pie. Descendieron abruptamente para esquivarlos, pero sin éxito, pues al mirar hacia atrás los seguían sin dificultad y cada vez se acercaban más.
Los cazadores comenzaron a lanzar bolas de fuego que por poco los impactaban. Bajaron hasta la ciudad e intentaron perderlos entre las cientos de calles, pero no podían, eran demasiado rápidos. Ascendieron y los dragones que los acompañaban intentaron detener a sus perseguidores sin éxito.
-¡Tengo una idea! -le dijo Kayla a Ningen.
En dragón volvió a descender a las calles de la ciudad por orden del muchacho. Los Anxelin lo perdieron de vista un momento.
Ningen saltó de la bestia ágilmente y esta continuo con Kayla su camino hacia el bosque. Los cazadores se percataron y uno de ellos se dirigió hasta el muchacho, pero el otro lo detuvo.
-¡Ya oíste a Batsu, ella es el objetivo!
Después de unos momentos la criatura llevó a Kayla hasta el bosque y antes de aterrizar varias bolas de fuego impactaron cerca de la espalda del animal haciéndolo caer en picada sobre los árboles. La Anxelin con dificultad logró saltar antes de que impactara con el suelo. Acomodó la manta en la que llevaba al bebé y comenzó a correr.
-¡Detente! -gritó uno de los cazadores.
El otro obstruyó el camino, no había manera de escapar.
-Entrega a la criatura -ordenó el cazador.
Kayla sonrió y sacudió la manta donde supuestamente llevaba al bebé en el aire como si nada.
-¡El otro tiene lo tiene! -exclamó uno de ellos.
Se dispusieron a ir en su búsqueda, pero Kayla extendió su dos brazos. Los cazadores quedaron paralizados y los sables que llevaban se soltaron de sus fundas e inmediatamente se dirigieron a las manos de la Anxelin.
Kayla blandió las armas, dio un salto hacia ellos y les hizo un profundo corte en los talones que casi les corta el pie por completo.
Se levantó con dificultad, el dolor en su pierna era horrible. Hacía unos instantes el cazador se había ido siguiendo a Kayla, él no lo podía permitir.
-Así nunca podrás igualar su velocidad -le dijo Aixa.
-Lo sé -respondió Eizan-. Iré volando.
Gritó al cielo una frase en otro idioma, uno antiguo y sólo conocido por los Tsathi. Segundos después un dragón perteneciente a la tribu Senso descendió y el muchacho se subió sobre él.
-¡Ten mucho cuidado! -le gritó el viejo Amawta cuando partía a toda velocidad.
Kayla comenzó a correr por el bosque, tenía que volver a la entrada de este para encontrarse con Ningen. Pero las cosas no siempre le resultaban como ella u otros deseaban. Su mayor enemigo durante todo aquel tiempo apareció frente a ella impidiéndole el paso. Era hora de afrontar el reto, de hacer frente al destino que desde hacía milenios estaba preparado para ella. Las aves dejaron de cantar, la brisa cesó y las ramas de los árboles se tranquilizaron. Escapar ya no era la opción.
Tragó saliva, algo estaba a punto de suceder, algo muy malo. No los conocía, pero sabía que no eran de fiar y que no estaban ahí para hacer amigos. Eizan empuño sus manos, listo para hacerles frente si era necesario.
Kayla no lo podía creer, era como una pesadilla que nunca terminaba y ahora era mucho más vulnerable con el bebé en sus brazos. Sería difícil salir de aquella situación, si es que llegaban a hacerlo.
Batsu dio unos pasos hacia Eizan y Kayla de forma amenazadora.
-Ahora que ha nacido, tu vida ya no está comprometida -informó el Anxelin-. Entrega al bebé y nos iremos sin problemas de este lugar.
El cazador sabía que ella nunca le daría la criatura, ni siquiera si su vida era puesta en peligro, pero le dio la opción a pesar de saber la respuesta por adelantado.
-Está bien, haremos esto al modo difícil -agregó Batsu.
El Anxelin señalo a Eizan, sus ojos brillaron y este aparentemente quedó paralizado.
-Será más fácil así. Tomen a la criatura -ordenó a los otros.
Los cinco que lo rodeaban se acercaron a ella. El animal que montaba retrocedió. En ese momento varias centellas derribaron a los Anxelin.
-¡Huye! -gritó Eizan.
La historia se repetía, lo mismo que había sucedido con Tensai, su marido.
-¡Vete Kayla! -gritó Isao de pronto desde la puerta de la casa.
Los Anxelin comenzaban a ponerse de pie. Kayla agitó las riendas del Tora y este corrió a toda velocidad alejándose del lugar. Su hijo era lo más importante, tenía que huir.
Batsu intentó seguirla, pero Eizan se adelantó y lo golpeó lanzándolo al suelo.
-¡¿Cómo?! -se preguntó Batsu al ver que Eizan estaba libre de la parálisis provocada antes.
-Tus habilidades a mi no me afectan -explicó el muchacho sonriente.
Los Anxelin lo rodearon, pero Batsu les gritó:
-¡Ella es el objetivo principal! ¡Vayan por ella!
Extendieron sus alas y se dispusieron a seguirla. De pronto Isao tomó el sable que antes Eizan había dejado en el suelo y lo lanzó hacia uno de ellos en la espalda dejándolo incapacitado. Los otros cuatro no se preocuparon, no podían dejar la misión. Intentaron avanzar pero el viejo Amawta y dos guerreros Kijutsu les bloquearon el camino lanzando centellas. Sólo uno fue derribado, los otros tres volaron alto logrando escapar de los ataques.
-¡No los pierdan de vista! -ordenó el anciano.
Los Kijutsu corrieron tras ellos, aunque de esa forma jamás lograrían alcanzarlos.
Eizan, el anciano Amawta y el malherido Isao rodearon a Batsu.
El animal corría lo más rápido que podía entre la multitud de soldados que luchaban en las calles. No sabía lo que pasaría. La aparición de los Anxelin había complicado todo.
Miró hacia atrás, Eizan no se veía por ningún lado y quiso volver, pero la seguridad de su hijo estaba en juego. Deseaba regresar y al mismo tiempo no. En ese instante vio a tres Anxelin que se acercaban velozmente. El corazón le dio un brinco, agitó las riendas y la criatura tomó un poco más de velocidad, pero no era suficiente. Los cazadores comenzaron a lanzar bolas de fuego desde el aire, las que impactaban en los lados, haciendo de vez en cuando que el animal perdiera un poco el equilibrio mientras corría.
Se percató de que habían llegado hasta la mansión de Takaa, su arma estaba ahí, con ella los podría combatir mucho más fácil si llegaba el momento de hacerlo. Ordenó al animal entrar en la morada justo cuando una bola de fuego impactaba sobre la puerta de esta. Se bajó del Tora en la sala de estar y corrió con el bebé en brazos por las escaleras hasta su habitación, de repente una roca irrumpió por el muro destrozando gran parte del camino hasta su recámara. El ejército de la tribu Senso estaba destruyendo la ciudad por completo.
Dio un salto hasta el otro extremo del camino cortado y llegó al cuarto. Dejó al bebé en la cama y comenzó a buscar, no recordaba donde la había puesto. sorpresivamente la ventana estalló en mil pedazos y uno de los Anxelin hizo su aparición.
-Dámelo y no saldrás lastimada -le dijo.
Kayla no se movió, cualquier acto que hiciese podría condenar la vida del bebé en ese instante. El rugido de una criatura alarmó a los dos, el Anxelin se volteó hacia fuera, pero era demasiado tarde, un enorme dragón rojo se lo tragó en un abrir y cerrar de ojos. Kayla corrió hasta su bebé y retrocedió. Pero la bestia no hizo nada más luego de comerse al cazador, de pronto un muchacho de orejas puntiagudas se asomó por el lomo de este.
-¿Kayla? -preguntó.
Ella asintió y el chico sonrió.
-Soy Ningen, amigo de Eizan, me encargó sacarte de aquí -le informó sonriente y extendiendo su brazo para ayudarle a subir a espaldas del dragón.
La Anxelin se acercó rápidamente y se subió a la bestia. Ella y el bebé estaban a salvo por el momento.
Isao voló por los aires en contra de su voluntad para terminar estrellándose sobre el techo de una de las viejas casas de la calleja, no era contrincante con la herida en el hombro.
Eizan lanzó varias bolas de fuego, pero Batsu las esquivaba todas. El viejo intentó golpearlo sin éxito por unos momentos, hasta que Eizan se le unió. La pelea se complicó para Batsu, podía acabarlos uno por uno, pero si se unían ya era otra cosa. Amawta logró golpearlo con el bastón, el Anxelin retrocedió enfadado. Sus ojos resplandecieron y el viejo cayó al suelo paralizado. Una llamarada salió de la boca de Eizan, pero Batsu desvió el ataque. Si no podía controlar al muchacho, controlaría sus técnicas. Desenfundó velozmente un sable que portaba en su cinturón y apuñaló al Tsathi en la pierna derecha dejándolo inmediatamente fuera de combate. Luego se giró hacia el viejo y levantó su brazo, de la palma de su mano comenzaron a salir pequeños rayos, como los de las tormentas.
-¡No lo harás! -gritó Aixa de pronto.
Batsu salió disparado hacia un lado y se estrelló contra el muro de una de las casas. Al instante se colocó de pie y se dispuso a atacar a la mujer, pero lo pensó dos veces. Kayla se alejaba cada vez más de él y no podía permitirlo. Sus alas se extendieron y voló rápidamente en la dirección que ella había tomado hacía un rato atrás.
Ningen y Kayla volaban sobre la ciudad, se dirigían a los bosques que la rodeaban, ahí se podrían ocultar hasta que terminara la batalla. Otros dos dragones de piel roja los escoltaron. De la nada en frente de ellos aparecieron dos Anxelin, los otros que aun quedaban en pie. Descendieron abruptamente para esquivarlos, pero sin éxito, pues al mirar hacia atrás los seguían sin dificultad y cada vez se acercaban más.
Los cazadores comenzaron a lanzar bolas de fuego que por poco los impactaban. Bajaron hasta la ciudad e intentaron perderlos entre las cientos de calles, pero no podían, eran demasiado rápidos. Ascendieron y los dragones que los acompañaban intentaron detener a sus perseguidores sin éxito.
-¡Tengo una idea! -le dijo Kayla a Ningen.
En dragón volvió a descender a las calles de la ciudad por orden del muchacho. Los Anxelin lo perdieron de vista un momento.
Ningen saltó de la bestia ágilmente y esta continuo con Kayla su camino hacia el bosque. Los cazadores se percataron y uno de ellos se dirigió hasta el muchacho, pero el otro lo detuvo.
-¡Ya oíste a Batsu, ella es el objetivo!
Después de unos momentos la criatura llevó a Kayla hasta el bosque y antes de aterrizar varias bolas de fuego impactaron cerca de la espalda del animal haciéndolo caer en picada sobre los árboles. La Anxelin con dificultad logró saltar antes de que impactara con el suelo. Acomodó la manta en la que llevaba al bebé y comenzó a correr.
-¡Detente! -gritó uno de los cazadores.
El otro obstruyó el camino, no había manera de escapar.
-Entrega a la criatura -ordenó el cazador.
Kayla sonrió y sacudió la manta donde supuestamente llevaba al bebé en el aire como si nada.
-¡El otro tiene lo tiene! -exclamó uno de ellos.
Se dispusieron a ir en su búsqueda, pero Kayla extendió su dos brazos. Los cazadores quedaron paralizados y los sables que llevaban se soltaron de sus fundas e inmediatamente se dirigieron a las manos de la Anxelin.
Kayla blandió las armas, dio un salto hacia ellos y les hizo un profundo corte en los talones que casi les corta el pie por completo.
Se levantó con dificultad, el dolor en su pierna era horrible. Hacía unos instantes el cazador se había ido siguiendo a Kayla, él no lo podía permitir.
-Así nunca podrás igualar su velocidad -le dijo Aixa.
-Lo sé -respondió Eizan-. Iré volando.
Gritó al cielo una frase en otro idioma, uno antiguo y sólo conocido por los Tsathi. Segundos después un dragón perteneciente a la tribu Senso descendió y el muchacho se subió sobre él.
-¡Ten mucho cuidado! -le gritó el viejo Amawta cuando partía a toda velocidad.
Kayla comenzó a correr por el bosque, tenía que volver a la entrada de este para encontrarse con Ningen. Pero las cosas no siempre le resultaban como ella u otros deseaban. Su mayor enemigo durante todo aquel tiempo apareció frente a ella impidiéndole el paso. Era hora de afrontar el reto, de hacer frente al destino que desde hacía milenios estaba preparado para ella. Las aves dejaron de cantar, la brisa cesó y las ramas de los árboles se tranquilizaron. Escapar ya no era la opción.
domingo, 8 de julio de 2007
Capítulo 29: "El Asedio de Jumú"
Los ruidos continuaron hasta salir el sol. Mujeres que gritaban asustadas, llantos de niños, hombres que corrían por la ciudad buscando refuerzos para defender Jumú.
Los guerreros de la tribu Kijutsu se habían reunido en la avenida principal, eran alrededor de cien. Estaban dispuestos a luchar, pero ni siquiera uniendose al ejercito del lugar podrían derrotar al enemigo.
Muy temprano por la mañana Kayla había sido escoltada hasta la casa de Aixa. No era un lugar muy comodo cuando estaba a punto de dar a luz, pero era mejor que ser presa fácil de los invasores. Isao se quedó cuidando de ella todo el tiempo, hasta que el sonido de un cuerno de batalla llamó la atención de todos. La Anxelin poco podía aguantar las dolorosas contracciones, mientras Aixa intentaba calmarla sin exito.
La mitad de los soldados de la ciudad se reunieron sobre los muros, donde se podían apreciar bien las fuerzas del enemigo, muy superior en número por cierto. De repente las grandes puertas se abrieron para dejar entrar a tres soldados montados en criaturas felinas que tenían dos cuernos sobre sus cabezas. Un hombre de cabello y barbá café bajó personalmente a recibirlos junto a otros dos guerreros.
-¿Cúal es la situación? -preguntó al encontrarse con los recién llegados.
-Sus armas de asedio harán pedazos la ciudad -dijo uno de ellos.
-Tienen dragones para atacar desde el aire -dijo el otro.
-Son de la tribu Senso. No podremos ganarles, son combatientes por naturaleza -dijo el último que llegaba.
En ese momento llegó el anciano Amawta rodeado de varios miembros de la tribu Kijutsu.
-Anciano Amawta, esta es una situación difícil. Es mejor que abandone la ciudad -le dijo el hombre.
-Capitán, no estamos dispuestos a hacerlo -respondió sorpresivamente el viejo-. Las mujeres y los niños deben ser evacuados rápidamente, mientras que todos los hombres deberán ser reclutados para proteger Jumú.
La respuesta del anciano conmocionó al hombre. Dando ideas, diciendo quienes debían evacuar y quienes debían unirse. Estaba claro, así debía ser, pero no le gustaba que alguien más diera ordenes en su territorio. Respiró ondo y agregó:
-Que tus muchachos ayuden a evacuar y los que sepan lanzar ataques con presición que se queden en este lugar para instrucciones.
El viejo asintió y golpeó el suelo con su bastón e inmediatamente los que lo acompañaban salieron de ahí para cumplir con lo dicho por el capitán.
-¡Todos los arqueros al muro! -ordenó el hombre- ¡La milicia a la calle principal!
-¿Tienen animales de combate? -preguntó el anciano.
-Sólo los Tora -contestó el capitan-. Se esconderán en los callejones con sus jinetes para realizar un ofensiva si es que logran entrar en la ciudad. Espero que cuentes con muchos amigos tuyos aquí para que puedan luchar en las calles.
-Descuide, hay muchos y muy fuertes -dijo Amawta sonriendo.
Kayla se recostó en el suelo sobre un montón de almohadas, así estaría más cómoda.
-Ha nombrado a un tal Tensai por lo menos unas veinte veces, aunque de repente me parece escuchar Eizan -comentó Isao a la mujer.
Aixa llegó desde un cuarto contiguo con varios trapos blancos y agua hervida.
-¡Ayúdame con esto en vez de estar diciendo tonterías!
-Está bien, está bien, no se enfade anciana.
La mujer dejó las cosas en el suelo cerca de la Anxelin y le dio un golpe en la cabeza al muchacho.
-¡Ten un poco de respeto chico!
Isao se sobó el lugar donde ella lo golpeó. Aixa se arrodilló, metió un paño pequeño en un cubo con agua helada y lo colocó sobre la frente de Kayla.
-Aixa... ya va a nacer... -dijo la Anxelin y después soltó un grito de dolor.
-Tranquila Kayla... me quedaré contigo -dijo Isao.
-¡Hazte un lado enamorado! -dijo la mujer mientras movía hacia los lados las piernas de la Anxelin.
Isao quedó pasmado, ni siquiera se movía. Tenía la boca abierta y una mirada totalmente perdida. Aixa dio un suspiro, le golpeó por detras de la cabeza y reaccionó.
-¡No te quedes ahí como un tonto! -reprochó la mujer- ¡Acerca el agua caliente y los paños!
El ejército enemigo comenzó a moverse, avanzaba dispuesto a destruir todo lo que tuviese enfrente.
-¡Prepárense los arqueros y los Kijutsu! -gritó el capitán.
Tragó saliva, no sabía lo que sucedería, no sabía si sobreviviría, no sabia si la ciudad quedaría en pie. Unos cien dragones se elevaron a su vista, con ellos sería un poco más difícil lidiar.
-¡El muro izquierdo ataque a los voladores, el derecho se encarga de las fuerzas terrestres!
Todos los soldados estaban nerviosos, ninguno, por muy fuerte que se considerase se sentía confiado. El ataque a la ciudad los había tomado completamente por sorpresa, ni siquiera sabían el por qué del asedio.
Más y más cerca. Los dragones y los soldados que cabalgaban sobre criaturas peligrosas, criaturas cubiertas de cabello negro, de un metro y medio de alto, cuya domesticación sólo eran capaces de lograr lo de la tribu Senso se acercaban con gran rapidez.
-¡Ahora! -gritó el capitán cuando estuvieron cerca del fozo lleno de agua que rodeaba a la ciudad-fortaleza.
Cientos de centellas y flechas volaron por los aires, algunas dirigidas hacia los animales voladores y otras a los que venían por tierra. Varios dragones cayeron de forma inmediata al suelo aplastando a los que estaban debajo, mientras que otros lograron sobrevolar la ciudad disparando bolas de fuego a todos lados.
-¡Ataquen! -gritó de repente entre la multitud de los que estaban en la calle principal de Jumú.
Otro centenar de centellas logró acabar con los que habían pasado el muro. Todavía quedaban muchos más que aun no atacaban. Los arqueros y guerreros Kijutsu hacían sus mejores esfuerzos, pero no podían derrotarlos, eran demasiados. De repente hicieron su aparición varias catapultas que lanzaron enormes rocas logrando romper una parte del muro izquierdo.
Nuevamente los dragones se adelantaron y esta vez no serían detenidos. Con mucha fuerza arremetieron contra los que estaban sobre las paredes, matándolos o dejándolos fuera de combate. La puerta de entrada se rompió en mil pedazos debido a las enormes bolas de fuego que lanzaban las criaturas voladoras.
-¡Retrocedan a las calles de la ciudad! -gritó el capitán desde el muro derecho a los que todavía quedaban en pie.
Poco a poco las fuerzas del ejército enemigo comenzaron a entrar en Jumú aniquilando a todo el que se cruzaba en su camino.
Un gran estruendo, la tierra tembló un segundo. Isao se levantó y se asomó por la ventana. Vio fuego en el aire y dragones que reboloteaban como si nada.
-Han entrado en la ciudad -dijo preocupando cerrando las cortinas.
-Ya está saliendo ¡Puedo ver su cabeza! -exclamó Aixa.
Kayla gritó, mientras Isao hacía gestos de dolor, como si este fuera parte de él en ese momento. Un alarido seguido de otro, la Anxelin ya casi no tenía fuerzas, el trabajo era sumamente agotador, sudaba en gran cantidad y apretaba tantos los dientes que ya casi ni los sentía. De repente el llantó de un bebé resonó en la morada.
-¡Hasta la muerte! -gritó el anciano Amawta cuando los soldados enemigos se dirigían hacia ellos.
Los guerreros se prepararon, este era el momento más importante hasta ahora en sus vidas, cada uno tenía que velar por su sobrevivencia. Las dos fuerzas se encontraron, los sonidos de espadas chocando entre si y el gruñido de las feroces criaturas inundaba las avenidas de la ciudad.
Amawta utilizando su bastón lanzaba rayos a diestra y siniestra dejándo fuera de combate a todo aquel que se le acercaba, no se rendiría nunca, su misión era proteger al enviado y eso haría a todas costa. En ese instante entre la multitud reconoció a un muchacho que escapaba junto a otro soldado del campo de batalla metiendose entre las calles pequeñas. No podía ser, se dirigía hacia la casa de su amiga Aixa. Apartó a los que estaban a su lado e intentó seguirlos.
-Es... mi bebé... -dijo Kayla mientras la mujer lo colocaba en sus brazos.
-Es un varón Kayla... un pequeño Anxelin varón -agregó Aixa sonriendo.
Todos sentían una enorme felicidad, su nacimiento traía una emoción que ninguno de los presentes podía explicar, era algo tan grande, una alegría desbordante. Pero el emotivo momento fue interrumpido por un portazo.
-¡Aquí están!
Un muchacho conocido apareció frente a ellos acompañado de un soldado del otro ejército. Era Eoin. Rápidamente se abalanzó sobre Isao, este intentó golpearle, pero el traidor era más ágil y con un veloz movimiento lo apuñaló en el hombro derecho con una daga.
-¡Así no podrás lanzar esas centellas! -exclamó el chico.
El soldado que lo seguía le dio un fuerte golpe en la cabeza al guerrero Kijutsu utilizando el mango de su espada. Isao cayó al suelo inmediatamente inconsciente, dejando a Kayla y Aixa desprotegidas.
-No te acercarás -murmuró Aixa.
Los ojos de la mujer brillaron de un color verde pálido intensamente y el soldado salió disparado hasta el muro quedando fuera de combate
-Otra anomalía -dijo Eoin.
El muchacho saltó hacia ella y le dio una patada en el pecho con la cual hizo que cayera, luego desenfundó la espada que cargaba en su cintura y la colocó a poca distancia del bebé. El pequeño comenzó a llorar.
-¿Por qué lo haces? -le preguntó Kayla mientras aferraba al bebé a su cuerpo.
-Verás, después de esa charla con Amawta antes de salir a la supuesta aldea a los pies de la cordillera me di cuenta de que tenía demasiadas cosas que perder -explicó Eoin-. En primer lugar luché por tí, pero no tenía todo claro dentro de mi cabeza. Sentí la convicción, las fuerzas para defenderte y aun así decidí seguir con mi vida. Asesiné a ese que me acompañaba y viajé hasta mi ciudad en donde me reuní con los líderes de todas las aldeas, tenía que convencerlos para traer el ejército hasta aquí. Les dije que eras un peligro para todos, que nuestro deber era encontrarte y hacerte desaparecer, que habíamos interpretado mal las visiones. En ese instante apareció aquel hombre vestido de blanco, el que nunca deja ver su rostro. Él terminó de contarles la verdad y así durante los meses siguientes planeamos todo esto. La destrucción de la ciudad y tu muerte al fin.
-No puede ser... no parecías ser una persona malvada y ahora me doy cuenta de que tus pensamientos son tan oscuros que ni siquiera podrías ver tu propia nariz si pudieses estar dentro de tu cabeza -dijo Kayla mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos.
Eoin soltó una carcajada y respondió:
-Describes mi mente como si hubieses estado ahí varias veces.
Eoin levantó la espada, listo para provocar la muerte de los dos. Por alguna razón estaba tan feliz, verla indefensa frente a él junto al niño era algo emocionante para su enfermizo entendimiento. Ni siquiera parecía el simpático muchacho en el que ella había confiado alguna vez, este era diferente, malvado, con un corazón completamente negro o tal vez sucedió que nunca llegó a conocer su verdadera identidad.
Eoin y su tribu habían entendido mal los dichos del extraño que los visitaba. La misión encargada no era protegerla sino que encontrarla y aniquilarla. Eso fue lo que el comprendió al tener aquella plática hacía ya varios meses. Era lógico que la tribu Kijutsu, espírituales y poco habituados al combate, aunque no lo hacían mal, tuviesen que protegerla. Pero ellos eran asesinos, guerreros, vividores. Algo habían entendido mal.
-Tu hora y la de tu hijo ha llegado... prepárate para morir Kayla -agregó el muchacho.
De pronto un gran dolor en su pecho le hizo perder fuerzas, la espada cayó de sus manos, algo no andaba bien.
-Te equivocas... esta es tu hora... -una voz conocida le hizo entrar en un silencioso pánico.
Eoin cayó al suelo frente a Kayla, tras él la silueta de un muchacho un poco más alto que apareció sosteniendo un sable empapado en sangre.
-¡Eizan! -gritó la Anxelin llorando de felicidad.
El Tsathi lanzó el arma al suelo, se arrodilló y la abrazó junto al bebé. Había llegado justo a tiempo.
-¡Creí que no volverías nunca! -exclamó Kayla.
-Yo nunca... te dejaría -respondió él.
Su corazón comenzó a latir muy rápido, el ritmo de su respiración aumentó y unas incontenibles ganas de abrazarla y besarla inundaron todo su ser. Amaba nuevamente. Deseaba con tantas ganas saber si ella sentía lo mismo.
Kayla no sabía como expresar lo que sentía. Una felicidad enorme unida al deseo de sujetarse a él y no separarse jamás. Entonces lo admitió en su corazón. Lo amaba. Se olvidó de todo, sólo deseaba estar junto a su bebé y Eizan, ya nada más era importante.
-Escapemos de este lugar -sugirió Kayla-. Huyamos y cuidémoslo juntos. Crecerá fuerte, con una madre que lo ama y con un... padre que lo ama.
Ahora lo sabía, ella también sentía lo mismo y eso le llenó de felicidad. Eizan se acercó un poco más y la besó en los labios. Ella no se molestó con tal acción.
-¡No es momento para eso! -exclamó Aixa de repente.
Los dos se separaron sonrojados. Pero la mujer tenía razón, no era el tiempo para eso, pronto estarían tranquilos, viviendo juntos y sin que nadie les molestara.
-Me encargaré de Isao, ustedes huyan -agregó Aixa-. Algún día nos veremos de nuevo Kayla. Cuida mucho al enviado.
La mujer sonrió. Kayla sintió alegría y tristeza al mismo tiempo. Asintió y se colocó de pie sin dificultad, parecía ser que estaba completamente bien con todas sus fuerzas.
-¿Pero... cómo? -preguntó.
-Esa es una de las características de las Anxelin. Luego del parto nos sentimos como si nada.
Eizan silbó y un Tora llegó hasta la puerta de la casa, el mismo con el que había viajado. Montó a la Anxelin sobre él.
-Aferra al bebé a tu cuerpo y no te sueltes de mi...
Cuando estuvo a punto de subirse a la criatura para partir de una vez, una frívola y desconocida voz llamó su atención.
-Saludos...
Los dos se voltearon, sólo para encontrarse con seis sujetos de cabello blanco todos, túnicas blancas y alas como las de un ave.
El temor invadió el cuerpo de Kayla, no podía creerlo, era él de nuevo, Batsu, aquel que había intentado asesinarla en Hiver. Eizan se colocó frente al animal, listo para lo que viniera, no permitiría que nada le sucediera a su nueva familia.
Los guerreros de la tribu Kijutsu se habían reunido en la avenida principal, eran alrededor de cien. Estaban dispuestos a luchar, pero ni siquiera uniendose al ejercito del lugar podrían derrotar al enemigo.
Muy temprano por la mañana Kayla había sido escoltada hasta la casa de Aixa. No era un lugar muy comodo cuando estaba a punto de dar a luz, pero era mejor que ser presa fácil de los invasores. Isao se quedó cuidando de ella todo el tiempo, hasta que el sonido de un cuerno de batalla llamó la atención de todos. La Anxelin poco podía aguantar las dolorosas contracciones, mientras Aixa intentaba calmarla sin exito.
La mitad de los soldados de la ciudad se reunieron sobre los muros, donde se podían apreciar bien las fuerzas del enemigo, muy superior en número por cierto. De repente las grandes puertas se abrieron para dejar entrar a tres soldados montados en criaturas felinas que tenían dos cuernos sobre sus cabezas. Un hombre de cabello y barbá café bajó personalmente a recibirlos junto a otros dos guerreros.
-¿Cúal es la situación? -preguntó al encontrarse con los recién llegados.
-Sus armas de asedio harán pedazos la ciudad -dijo uno de ellos.
-Tienen dragones para atacar desde el aire -dijo el otro.
-Son de la tribu Senso. No podremos ganarles, son combatientes por naturaleza -dijo el último que llegaba.
En ese momento llegó el anciano Amawta rodeado de varios miembros de la tribu Kijutsu.
-Anciano Amawta, esta es una situación difícil. Es mejor que abandone la ciudad -le dijo el hombre.
-Capitán, no estamos dispuestos a hacerlo -respondió sorpresivamente el viejo-. Las mujeres y los niños deben ser evacuados rápidamente, mientras que todos los hombres deberán ser reclutados para proteger Jumú.
La respuesta del anciano conmocionó al hombre. Dando ideas, diciendo quienes debían evacuar y quienes debían unirse. Estaba claro, así debía ser, pero no le gustaba que alguien más diera ordenes en su territorio. Respiró ondo y agregó:
-Que tus muchachos ayuden a evacuar y los que sepan lanzar ataques con presición que se queden en este lugar para instrucciones.
El viejo asintió y golpeó el suelo con su bastón e inmediatamente los que lo acompañaban salieron de ahí para cumplir con lo dicho por el capitán.
-¡Todos los arqueros al muro! -ordenó el hombre- ¡La milicia a la calle principal!
-¿Tienen animales de combate? -preguntó el anciano.
-Sólo los Tora -contestó el capitan-. Se esconderán en los callejones con sus jinetes para realizar un ofensiva si es que logran entrar en la ciudad. Espero que cuentes con muchos amigos tuyos aquí para que puedan luchar en las calles.
-Descuide, hay muchos y muy fuertes -dijo Amawta sonriendo.
Kayla se recostó en el suelo sobre un montón de almohadas, así estaría más cómoda.
-Ha nombrado a un tal Tensai por lo menos unas veinte veces, aunque de repente me parece escuchar Eizan -comentó Isao a la mujer.
Aixa llegó desde un cuarto contiguo con varios trapos blancos y agua hervida.
-¡Ayúdame con esto en vez de estar diciendo tonterías!
-Está bien, está bien, no se enfade anciana.
La mujer dejó las cosas en el suelo cerca de la Anxelin y le dio un golpe en la cabeza al muchacho.
-¡Ten un poco de respeto chico!
Isao se sobó el lugar donde ella lo golpeó. Aixa se arrodilló, metió un paño pequeño en un cubo con agua helada y lo colocó sobre la frente de Kayla.
-Aixa... ya va a nacer... -dijo la Anxelin y después soltó un grito de dolor.
-Tranquila Kayla... me quedaré contigo -dijo Isao.
-¡Hazte un lado enamorado! -dijo la mujer mientras movía hacia los lados las piernas de la Anxelin.
Isao quedó pasmado, ni siquiera se movía. Tenía la boca abierta y una mirada totalmente perdida. Aixa dio un suspiro, le golpeó por detras de la cabeza y reaccionó.
-¡No te quedes ahí como un tonto! -reprochó la mujer- ¡Acerca el agua caliente y los paños!
El ejército enemigo comenzó a moverse, avanzaba dispuesto a destruir todo lo que tuviese enfrente.
-¡Prepárense los arqueros y los Kijutsu! -gritó el capitán.
Tragó saliva, no sabía lo que sucedería, no sabía si sobreviviría, no sabia si la ciudad quedaría en pie. Unos cien dragones se elevaron a su vista, con ellos sería un poco más difícil lidiar.
-¡El muro izquierdo ataque a los voladores, el derecho se encarga de las fuerzas terrestres!
Todos los soldados estaban nerviosos, ninguno, por muy fuerte que se considerase se sentía confiado. El ataque a la ciudad los había tomado completamente por sorpresa, ni siquiera sabían el por qué del asedio.
Más y más cerca. Los dragones y los soldados que cabalgaban sobre criaturas peligrosas, criaturas cubiertas de cabello negro, de un metro y medio de alto, cuya domesticación sólo eran capaces de lograr lo de la tribu Senso se acercaban con gran rapidez.
-¡Ahora! -gritó el capitán cuando estuvieron cerca del fozo lleno de agua que rodeaba a la ciudad-fortaleza.
Cientos de centellas y flechas volaron por los aires, algunas dirigidas hacia los animales voladores y otras a los que venían por tierra. Varios dragones cayeron de forma inmediata al suelo aplastando a los que estaban debajo, mientras que otros lograron sobrevolar la ciudad disparando bolas de fuego a todos lados.
-¡Ataquen! -gritó de repente entre la multitud de los que estaban en la calle principal de Jumú.
Otro centenar de centellas logró acabar con los que habían pasado el muro. Todavía quedaban muchos más que aun no atacaban. Los arqueros y guerreros Kijutsu hacían sus mejores esfuerzos, pero no podían derrotarlos, eran demasiados. De repente hicieron su aparición varias catapultas que lanzaron enormes rocas logrando romper una parte del muro izquierdo.
Nuevamente los dragones se adelantaron y esta vez no serían detenidos. Con mucha fuerza arremetieron contra los que estaban sobre las paredes, matándolos o dejándolos fuera de combate. La puerta de entrada se rompió en mil pedazos debido a las enormes bolas de fuego que lanzaban las criaturas voladoras.
-¡Retrocedan a las calles de la ciudad! -gritó el capitán desde el muro derecho a los que todavía quedaban en pie.
Poco a poco las fuerzas del ejército enemigo comenzaron a entrar en Jumú aniquilando a todo el que se cruzaba en su camino.
Un gran estruendo, la tierra tembló un segundo. Isao se levantó y se asomó por la ventana. Vio fuego en el aire y dragones que reboloteaban como si nada.
-Han entrado en la ciudad -dijo preocupando cerrando las cortinas.
-Ya está saliendo ¡Puedo ver su cabeza! -exclamó Aixa.
Kayla gritó, mientras Isao hacía gestos de dolor, como si este fuera parte de él en ese momento. Un alarido seguido de otro, la Anxelin ya casi no tenía fuerzas, el trabajo era sumamente agotador, sudaba en gran cantidad y apretaba tantos los dientes que ya casi ni los sentía. De repente el llantó de un bebé resonó en la morada.
-¡Hasta la muerte! -gritó el anciano Amawta cuando los soldados enemigos se dirigían hacia ellos.
Los guerreros se prepararon, este era el momento más importante hasta ahora en sus vidas, cada uno tenía que velar por su sobrevivencia. Las dos fuerzas se encontraron, los sonidos de espadas chocando entre si y el gruñido de las feroces criaturas inundaba las avenidas de la ciudad.
Amawta utilizando su bastón lanzaba rayos a diestra y siniestra dejándo fuera de combate a todo aquel que se le acercaba, no se rendiría nunca, su misión era proteger al enviado y eso haría a todas costa. En ese instante entre la multitud reconoció a un muchacho que escapaba junto a otro soldado del campo de batalla metiendose entre las calles pequeñas. No podía ser, se dirigía hacia la casa de su amiga Aixa. Apartó a los que estaban a su lado e intentó seguirlos.
-Es... mi bebé... -dijo Kayla mientras la mujer lo colocaba en sus brazos.
-Es un varón Kayla... un pequeño Anxelin varón -agregó Aixa sonriendo.
Todos sentían una enorme felicidad, su nacimiento traía una emoción que ninguno de los presentes podía explicar, era algo tan grande, una alegría desbordante. Pero el emotivo momento fue interrumpido por un portazo.
-¡Aquí están!
Un muchacho conocido apareció frente a ellos acompañado de un soldado del otro ejército. Era Eoin. Rápidamente se abalanzó sobre Isao, este intentó golpearle, pero el traidor era más ágil y con un veloz movimiento lo apuñaló en el hombro derecho con una daga.
-¡Así no podrás lanzar esas centellas! -exclamó el chico.
El soldado que lo seguía le dio un fuerte golpe en la cabeza al guerrero Kijutsu utilizando el mango de su espada. Isao cayó al suelo inmediatamente inconsciente, dejando a Kayla y Aixa desprotegidas.
-No te acercarás -murmuró Aixa.
Los ojos de la mujer brillaron de un color verde pálido intensamente y el soldado salió disparado hasta el muro quedando fuera de combate
-Otra anomalía -dijo Eoin.
El muchacho saltó hacia ella y le dio una patada en el pecho con la cual hizo que cayera, luego desenfundó la espada que cargaba en su cintura y la colocó a poca distancia del bebé. El pequeño comenzó a llorar.
-¿Por qué lo haces? -le preguntó Kayla mientras aferraba al bebé a su cuerpo.
-Verás, después de esa charla con Amawta antes de salir a la supuesta aldea a los pies de la cordillera me di cuenta de que tenía demasiadas cosas que perder -explicó Eoin-. En primer lugar luché por tí, pero no tenía todo claro dentro de mi cabeza. Sentí la convicción, las fuerzas para defenderte y aun así decidí seguir con mi vida. Asesiné a ese que me acompañaba y viajé hasta mi ciudad en donde me reuní con los líderes de todas las aldeas, tenía que convencerlos para traer el ejército hasta aquí. Les dije que eras un peligro para todos, que nuestro deber era encontrarte y hacerte desaparecer, que habíamos interpretado mal las visiones. En ese instante apareció aquel hombre vestido de blanco, el que nunca deja ver su rostro. Él terminó de contarles la verdad y así durante los meses siguientes planeamos todo esto. La destrucción de la ciudad y tu muerte al fin.
-No puede ser... no parecías ser una persona malvada y ahora me doy cuenta de que tus pensamientos son tan oscuros que ni siquiera podrías ver tu propia nariz si pudieses estar dentro de tu cabeza -dijo Kayla mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos.
Eoin soltó una carcajada y respondió:
-Describes mi mente como si hubieses estado ahí varias veces.
Eoin levantó la espada, listo para provocar la muerte de los dos. Por alguna razón estaba tan feliz, verla indefensa frente a él junto al niño era algo emocionante para su enfermizo entendimiento. Ni siquiera parecía el simpático muchacho en el que ella había confiado alguna vez, este era diferente, malvado, con un corazón completamente negro o tal vez sucedió que nunca llegó a conocer su verdadera identidad.
Eoin y su tribu habían entendido mal los dichos del extraño que los visitaba. La misión encargada no era protegerla sino que encontrarla y aniquilarla. Eso fue lo que el comprendió al tener aquella plática hacía ya varios meses. Era lógico que la tribu Kijutsu, espírituales y poco habituados al combate, aunque no lo hacían mal, tuviesen que protegerla. Pero ellos eran asesinos, guerreros, vividores. Algo habían entendido mal.
-Tu hora y la de tu hijo ha llegado... prepárate para morir Kayla -agregó el muchacho.
De pronto un gran dolor en su pecho le hizo perder fuerzas, la espada cayó de sus manos, algo no andaba bien.
-Te equivocas... esta es tu hora... -una voz conocida le hizo entrar en un silencioso pánico.
Eoin cayó al suelo frente a Kayla, tras él la silueta de un muchacho un poco más alto que apareció sosteniendo un sable empapado en sangre.
-¡Eizan! -gritó la Anxelin llorando de felicidad.
El Tsathi lanzó el arma al suelo, se arrodilló y la abrazó junto al bebé. Había llegado justo a tiempo.
-¡Creí que no volverías nunca! -exclamó Kayla.
-Yo nunca... te dejaría -respondió él.
Su corazón comenzó a latir muy rápido, el ritmo de su respiración aumentó y unas incontenibles ganas de abrazarla y besarla inundaron todo su ser. Amaba nuevamente. Deseaba con tantas ganas saber si ella sentía lo mismo.
Kayla no sabía como expresar lo que sentía. Una felicidad enorme unida al deseo de sujetarse a él y no separarse jamás. Entonces lo admitió en su corazón. Lo amaba. Se olvidó de todo, sólo deseaba estar junto a su bebé y Eizan, ya nada más era importante.
-Escapemos de este lugar -sugirió Kayla-. Huyamos y cuidémoslo juntos. Crecerá fuerte, con una madre que lo ama y con un... padre que lo ama.
Ahora lo sabía, ella también sentía lo mismo y eso le llenó de felicidad. Eizan se acercó un poco más y la besó en los labios. Ella no se molestó con tal acción.
-¡No es momento para eso! -exclamó Aixa de repente.
Los dos se separaron sonrojados. Pero la mujer tenía razón, no era el tiempo para eso, pronto estarían tranquilos, viviendo juntos y sin que nadie les molestara.
-Me encargaré de Isao, ustedes huyan -agregó Aixa-. Algún día nos veremos de nuevo Kayla. Cuida mucho al enviado.
La mujer sonrió. Kayla sintió alegría y tristeza al mismo tiempo. Asintió y se colocó de pie sin dificultad, parecía ser que estaba completamente bien con todas sus fuerzas.
-¿Pero... cómo? -preguntó.
-Esa es una de las características de las Anxelin. Luego del parto nos sentimos como si nada.
Eizan silbó y un Tora llegó hasta la puerta de la casa, el mismo con el que había viajado. Montó a la Anxelin sobre él.
-Aferra al bebé a tu cuerpo y no te sueltes de mi...
Cuando estuvo a punto de subirse a la criatura para partir de una vez, una frívola y desconocida voz llamó su atención.
-Saludos...
Los dos se voltearon, sólo para encontrarse con seis sujetos de cabello blanco todos, túnicas blancas y alas como las de un ave.
El temor invadió el cuerpo de Kayla, no podía creerlo, era él de nuevo, Batsu, aquel que había intentado asesinarla en Hiver. Eizan se colocó frente al animal, listo para lo que viniera, no permitiría que nada le sucediera a su nueva familia.
sábado, 7 de julio de 2007
Capítulo 28: "El Último Deseo de Tensai"
Kayla voló tan rápido como pudo hasta que después de unos momentos desapareció entre las nubes del horizonte. Los dos Anxelin ya no la podían ver.
Batsu logró salir de la parálisis ocasionada por Tensai, pero era demasiado tarde, su objetivo había escapado.
-¡No tienes idea de lo que has hecho! -reprochó Batsu- Has dejado ir a la mayor amenaza para nuestro pueblo y el mundo.
-Te equivocas... el bebé es una amenaza... solamente para aquel que te ha manipulado y te ha enviado... ahora lo he comprendido todo... mi visión es más clara que nunca... -respondió Tensai jadeando por el cansancio que le había provocado estar deteniendo al Anxelin.
Batsu se quedó en silencio, se alejó un poco de él y se preparó para luchar. Tensai hizo lo mismo, aunque estaba cansado y sabía que no aguantaría más. Los ojos de los dos brillaron intensamente y cada uno corrió hacia el otro, listos para asestar el último golpe. Sólo uno quedaría con vida.
Batsu golpeó a Tensai con toda su fuerza y tanta fue que lo mandó a volar lejos de él. Cansado y sin poder moverse el Anxelin rogaba al cielo por Kayla, su bienestar y el del bebé.
Batsu se acercó caminando lentamente, sabía que su víctima ya no escaparía. Colocó su pie sobre el pecho de Tensai y presionó con fuerza. El Anxelin soltó un grito de dolor que desapareció casi de inmediato, ni siquiera las energías le alcanzaban para eso.
-Ya no podrás hacer nada, tu mujer caerá en nuestras manos tarde o temprano -dijo Batsu victorioso.
Tensai sonrió y con mucha dificultad le contestó:
-Yo... no... lo creo...
Batsu enfadado quitó el pie y caminó de espaldas un poco, luego extendió su brazo hacia el Anxelin y añadió:
-Tendrás el privilegio de probar el castigo celestial...
Tensai cerró los ojos, apretó los dientes con fuerza y empuñó las manos. Resistiría el dolor, no le daría el lujo de escuchar sus alaridos de dolor.
Varios rayos delgados y cegadores, como los que se ven en una tormenta, salieron de la palma de Batsu y cayeron sobre Tensai. El Anxelin se retorcía de dolor sobre la nieve, pero no gritaba, no complacería a su atacante. Hilos de sangre se resbalaron desde su boca y sus oídos, pronto moriría. Sus fuerzas de a poco le abandonaron, ya casi no sentía nada, estaba listo.
Batsu intensificó el daño de los rayos, después de unos momentos se dio cuenta de que no había vida alguna en el cuerpo de Tensai. Se detuvo y se alejó para ir a ayudar a sus compañeros que habían sido heridos durante la pelea contra Kayla.
Despertó en medio de la noche, hacía mucho más frío de lo normal, sentía su cuerpo totalmente helado. Intentó levantarse, pero un fuerte dolor en el centro del pecho le hizo desistir. Se miró con cuidado, su blanca camisa había sido rasgada y tenía profundas quemaduras en casi todo su cuerpo. Tenía las fuerzas suficientes para ponerse de pie, pero el dolor no se lo permitía. Hizo varios intentos hasta que con mucha dificultad logró hacerlo. Caminó hasta el precipicio y sus alas se extendieron. Se elevó rápidamente con ayuda de la gélida brisa. Pronto aumentó su velocidad, tenía que alcanzar a Kayla. De pronto vio una luz a lo lejos, parecía una pequeña llama y un poco más cerca un bulto entre las nubes que descendía lentamente. Se apresuró y se dio cuenta de que era Kayla quien caía dormida hacia el mar. La tomó en sus brazos con firmeza, se dispuso a llevarla hasta un lugar seguro, pero ya fuerzas casi no le quedaban. En ese momento la Anxelin abrió sus ojos y lo vio, sonrió y murmuró su nombre.
Tensai se sintió extremadamente feliz, algo que inflaba su pecho y que casi no se podía contener. Le devolvió la sonrisa y puso uno de sus dedos sobre los labios de su mujer para impedir que siguiera hablando.
Ayudado por la luz de la generosa luna llegó hasta una enorme playa, descendió y dejó en la arena a la Anxelin en un lugar donde el agua no le tocara. Se sentía débil, demasiado, lo último que le quedaba de energías se había ido en el trayecto hasta la playa mientras llevaba a Kayla.
Se derrumbó sobre la arena, sólo deseaba dormir, necesitaba tanto eso que pensó en hacerlo para siempre. Pero no podía dejar a su mujer indefensa, tenía que buscar ayuda. Se adentro en el bosque que estaba justo enfrente, tal vez ahí encontraría a alguien. Caminó por algunas horas y cuando estuvo a punto de rendirse se encontró con un muchacho que acampaba. De repente el chico se volteó hacia él y lo observó por varios momentos sin decir una palabra, parecía asustado.
-No... temas... -dijo Tensai con dificultad.
En instante una fría brisa agitó las ramas de los árboles y apagó el fuego que iluminaba el campamento del extraño.
-En... la playa... hay una mujer... ella está embarazada... no dejes que nada... le suceda
Después de decir eso se desplomó entre unos arbustos. Pensó que el chico iría por él, pero no fue así se quedó ahí por varias horas debatiéndose entre la vida y la tan cercana muerte.
No supo cuantos días pasó ahí, pero en uno de esos despertó de un sobresalto. Intentó moverse pero no pudo, el dolor de las quemaduras no se lo permitía.
-Tranquilo, no te muevas -le dijo un muchacho que aparecía entre los arbustos-. Estás muy herido, no entiendo cómo has sobrevivido todo este tiempo.
Tensai sonrió con dificultad y respondió:
-Ha sido porque mi hora aun no llegaba. Pero hoy es el día y he sido afortunado de que alguien me encontrara ¿cuál es tu nombre?
-Isao... soy de la tribu Kijutsu -le dijo el chico.
-Isao de la tribu Kijutsu... quiero pedirte algo... -añadió el Anxelin.
El muchacho asintió y escuchó con atención.
-Cuidala... con tu vida... si ella muere... nuestras esperanzas... también
-¿A quién? -preguntó Isao desconcertado.
-Sé que lo harás... de alguna forma... lo sé...
Los labios del muchacho se movían, murmuraba algo que él no llegaba a escuchar, luego llegaron otras personas las que con asombro lo observaban.
-Ese es mi deseo...
Fueron las últimas palabras en salir de su boca, luego todo su cuerpo se dividió en varias esferas de blanca luz que revolotearon alrededor de los desconcertados presentes, después de eso se elevaron al cielo, como si quisieran formar parte de las incontables estrellas. Había cumplido con su misión, ahora podía descansar en paz.
Isao abrió los ojos de golpe, sus sueños nuevamente trataban sobre aquel moribundo joven que habían encontrado en el bosque varios días antes. Se levantó y miró por la ventana que daba al patio trasero. Sintió ruidos fuera de la casa, salió de la habitación y bajó las escaleras de piedra rápidamente. Abrió la puerta y vio que algunos soldados corrían con dirección a la entrada de la ciudad.
-¿Qué pasa? -le preguntó a uno que pasó cerca de él.
El agitado hombre se detuvo y le respondió:
-Un ejército enorme acampa cerca del bosque. Ahora entra a tu casa jovencito y resguarda a tu familia.
El guerrero siguió con su camino, mientras que Isao entraba conmocionado a la casa despertando a todo el mundo.
Había llegado el momento, era la hora de enfrentarse al mayor reto. Una enorme batalla se desataría poniendo en juego la vida de Kayla y su bebé, el cual estaba a punto de nacer.
Batsu logró salir de la parálisis ocasionada por Tensai, pero era demasiado tarde, su objetivo había escapado.
-¡No tienes idea de lo que has hecho! -reprochó Batsu- Has dejado ir a la mayor amenaza para nuestro pueblo y el mundo.
-Te equivocas... el bebé es una amenaza... solamente para aquel que te ha manipulado y te ha enviado... ahora lo he comprendido todo... mi visión es más clara que nunca... -respondió Tensai jadeando por el cansancio que le había provocado estar deteniendo al Anxelin.
Batsu se quedó en silencio, se alejó un poco de él y se preparó para luchar. Tensai hizo lo mismo, aunque estaba cansado y sabía que no aguantaría más. Los ojos de los dos brillaron intensamente y cada uno corrió hacia el otro, listos para asestar el último golpe. Sólo uno quedaría con vida.
Batsu golpeó a Tensai con toda su fuerza y tanta fue que lo mandó a volar lejos de él. Cansado y sin poder moverse el Anxelin rogaba al cielo por Kayla, su bienestar y el del bebé.
Batsu se acercó caminando lentamente, sabía que su víctima ya no escaparía. Colocó su pie sobre el pecho de Tensai y presionó con fuerza. El Anxelin soltó un grito de dolor que desapareció casi de inmediato, ni siquiera las energías le alcanzaban para eso.
-Ya no podrás hacer nada, tu mujer caerá en nuestras manos tarde o temprano -dijo Batsu victorioso.
Tensai sonrió y con mucha dificultad le contestó:
-Yo... no... lo creo...
Batsu enfadado quitó el pie y caminó de espaldas un poco, luego extendió su brazo hacia el Anxelin y añadió:
-Tendrás el privilegio de probar el castigo celestial...
Tensai cerró los ojos, apretó los dientes con fuerza y empuñó las manos. Resistiría el dolor, no le daría el lujo de escuchar sus alaridos de dolor.
Varios rayos delgados y cegadores, como los que se ven en una tormenta, salieron de la palma de Batsu y cayeron sobre Tensai. El Anxelin se retorcía de dolor sobre la nieve, pero no gritaba, no complacería a su atacante. Hilos de sangre se resbalaron desde su boca y sus oídos, pronto moriría. Sus fuerzas de a poco le abandonaron, ya casi no sentía nada, estaba listo.
Batsu intensificó el daño de los rayos, después de unos momentos se dio cuenta de que no había vida alguna en el cuerpo de Tensai. Se detuvo y se alejó para ir a ayudar a sus compañeros que habían sido heridos durante la pelea contra Kayla.
Despertó en medio de la noche, hacía mucho más frío de lo normal, sentía su cuerpo totalmente helado. Intentó levantarse, pero un fuerte dolor en el centro del pecho le hizo desistir. Se miró con cuidado, su blanca camisa había sido rasgada y tenía profundas quemaduras en casi todo su cuerpo. Tenía las fuerzas suficientes para ponerse de pie, pero el dolor no se lo permitía. Hizo varios intentos hasta que con mucha dificultad logró hacerlo. Caminó hasta el precipicio y sus alas se extendieron. Se elevó rápidamente con ayuda de la gélida brisa. Pronto aumentó su velocidad, tenía que alcanzar a Kayla. De pronto vio una luz a lo lejos, parecía una pequeña llama y un poco más cerca un bulto entre las nubes que descendía lentamente. Se apresuró y se dio cuenta de que era Kayla quien caía dormida hacia el mar. La tomó en sus brazos con firmeza, se dispuso a llevarla hasta un lugar seguro, pero ya fuerzas casi no le quedaban. En ese momento la Anxelin abrió sus ojos y lo vio, sonrió y murmuró su nombre.
Tensai se sintió extremadamente feliz, algo que inflaba su pecho y que casi no se podía contener. Le devolvió la sonrisa y puso uno de sus dedos sobre los labios de su mujer para impedir que siguiera hablando.
Ayudado por la luz de la generosa luna llegó hasta una enorme playa, descendió y dejó en la arena a la Anxelin en un lugar donde el agua no le tocara. Se sentía débil, demasiado, lo último que le quedaba de energías se había ido en el trayecto hasta la playa mientras llevaba a Kayla.
Se derrumbó sobre la arena, sólo deseaba dormir, necesitaba tanto eso que pensó en hacerlo para siempre. Pero no podía dejar a su mujer indefensa, tenía que buscar ayuda. Se adentro en el bosque que estaba justo enfrente, tal vez ahí encontraría a alguien. Caminó por algunas horas y cuando estuvo a punto de rendirse se encontró con un muchacho que acampaba. De repente el chico se volteó hacia él y lo observó por varios momentos sin decir una palabra, parecía asustado.
-No... temas... -dijo Tensai con dificultad.
En instante una fría brisa agitó las ramas de los árboles y apagó el fuego que iluminaba el campamento del extraño.
-En... la playa... hay una mujer... ella está embarazada... no dejes que nada... le suceda
Después de decir eso se desplomó entre unos arbustos. Pensó que el chico iría por él, pero no fue así se quedó ahí por varias horas debatiéndose entre la vida y la tan cercana muerte.
No supo cuantos días pasó ahí, pero en uno de esos despertó de un sobresalto. Intentó moverse pero no pudo, el dolor de las quemaduras no se lo permitía.
-Tranquilo, no te muevas -le dijo un muchacho que aparecía entre los arbustos-. Estás muy herido, no entiendo cómo has sobrevivido todo este tiempo.
Tensai sonrió con dificultad y respondió:
-Ha sido porque mi hora aun no llegaba. Pero hoy es el día y he sido afortunado de que alguien me encontrara ¿cuál es tu nombre?
-Isao... soy de la tribu Kijutsu -le dijo el chico.
-Isao de la tribu Kijutsu... quiero pedirte algo... -añadió el Anxelin.
El muchacho asintió y escuchó con atención.
-Cuidala... con tu vida... si ella muere... nuestras esperanzas... también
-¿A quién? -preguntó Isao desconcertado.
-Sé que lo harás... de alguna forma... lo sé...
Los labios del muchacho se movían, murmuraba algo que él no llegaba a escuchar, luego llegaron otras personas las que con asombro lo observaban.
-Ese es mi deseo...
Fueron las últimas palabras en salir de su boca, luego todo su cuerpo se dividió en varias esferas de blanca luz que revolotearon alrededor de los desconcertados presentes, después de eso se elevaron al cielo, como si quisieran formar parte de las incontables estrellas. Había cumplido con su misión, ahora podía descansar en paz.
Isao abrió los ojos de golpe, sus sueños nuevamente trataban sobre aquel moribundo joven que habían encontrado en el bosque varios días antes. Se levantó y miró por la ventana que daba al patio trasero. Sintió ruidos fuera de la casa, salió de la habitación y bajó las escaleras de piedra rápidamente. Abrió la puerta y vio que algunos soldados corrían con dirección a la entrada de la ciudad.
-¿Qué pasa? -le preguntó a uno que pasó cerca de él.
El agitado hombre se detuvo y le respondió:
-Un ejército enorme acampa cerca del bosque. Ahora entra a tu casa jovencito y resguarda a tu familia.
El guerrero siguió con su camino, mientras que Isao entraba conmocionado a la casa despertando a todo el mundo.
Había llegado el momento, era la hora de enfrentarse al mayor reto. Una enorme batalla se desataría poniendo en juego la vida de Kayla y su bebé, el cual estaba a punto de nacer.
Capítulo 27: "Por Tsuki"
Cremaron a Gao en lo alto de la montaña, dándole un funeral digno de la realeza, pues se lo merecía. Eizan se quedó por dos meses más hasta que decidió volver a Jumú, sentía que Kayla lo necesitaba.Una noche se quedó dormido en la silla de la pequeña sala de su casa. Estaba demasiado cansado.
Soñaba con un hermoso campo, lleno de flores de todos los colores, en el medio de este se encontraba una mujer de largo cabello negro y vestida con una bonita túnica roja, su nombre era Tsuki. Recogía cada planta que llamara su atención, decía que era para adornar la casa en la que vivían. Su embarazo era notorio, el bebé pronto nacería. De repente el cielo se nubló, las negras nubes cubrieron al sol de un momento a otro. En ese instante varios sujetos la rodearon, todos vestían de negro. Eizan desesperado corrió hacia ella, pero nunca lograba alcanzarla. Ya no la podía ver, los individuos se la llevaban a un lugar que el desconocía. Su corazón se partía de dolor.
De pronto despertó de golpe gritando el nombre de su mujer. Ningen llegó corriendo rápidamente a la habitación que antes había sido de Gao.
-¡¿Qué sucede?! -exclamó su amigo.
Eizan llevó su mano derecha a la cabeza y se despeinó el cabello. Sudaba en gran cantidad. Aquel sueño le había alterado demasiado. Poco a poco se calmó, entonces Ningen le comentó:
-Gritaste el nombre de tu mujer...
Eizan le dirigió la mirada y dijo:
-Tuve un mal sueño, uno que no teía desde hacía años. Nos encontramos en un campo lleno de flores, de pronto llegan algunos sujetos, se la llevan y yo no puedo hacer nada...
En ese momento golpearon la puerta con fuerza. Eizan y Ningen desconcertados bajaron las escaleras, abrieron y se encontraron con dos sujetos cubiertos con una capucha negra, uno era más alto que otro.
-¿Qué quieren? -preguntó Eizan.
Se quedaron unos momentos en silencio, hasta que uno de ellos, el de menor tamaño dijo:
-El rumor era cierto, Eizan el hijo de Gao ha vuelto.
Recordó aquella voz en particular, una voz que le desagradó desde la primera vez que la escuchó, era el sonido de la arrogancia convertida en Tsathi.
-Aayín... -murmuró Eizan.
-¡Aquí está el maldito! ¡Lo busqué por todas partes en Terraconce! -dijo el otro, el más alto.
Los dos se quitaron las capuchas que cubrían sus rostros. Efectivamente, el más bajo era Aayín, mientras que su acompañante, sorpresivamente, era Geta.
Ningen, efadado, les preguntó:
-¿Qué es lo que quieren aquí?
Aayín sonrió y respondió:
-Así no se le habla a un viejo amigo Ningen.
-¡Hemos venido a matar a este Kuskan! -exclamó Geta.
Aayín le dio un codazo y luego les mostró una hipocrita sonrisa.
-Creo que Ningen no te ha comentado que yo...
-Que tú eres el jefe de la guardia real en esta zona y que abusas de los pobres ancianos y ancianas que quedan en este pueblo que ya está a punto de venirse abajo -interrumpió Eizan-. Si, si me lo ha contado. Ahorrate la historia.
La expresión de Aayín cambió abruptamente de una fingida a una real, ahora de enfado.
-Geta me ha contado que eres algo peligroso... especialmente cuando estas con una mujer en particular -los dos sonrieron burlonamente-. Así que he decidido que debes irte del pueblo... para no volver nunca más.
Una sonrisa a medias se dibujo en el rostro de Eizan.
-Soy yo quien decide eso, no tú -respondió el muchacho.
Aayín lo miró con desprecio, igual como lo había hecho siempre.
-Por la mañana volveré, si aun estás aquí me encargaré de destruir esta pocilga y de asesinar a Ningen... después de ti por supuesto.
El arrogante Tsathi soltó una carcajada y se marchó seguido por Geta quien sonriente escupió en el suelo frente a ellos. Eizan cerró la puerta y se sentó en una de las dos viejas sillas.
-No se saldrá con la suya, es mi oportunidad de detenerlo -dijo frunciendo el seño.
-Deberás tener mucho cuidado, es demasiado fuerte, pero yo podré ayudarte. Entre los dos podremos vencerlo sin muchos problemas -agregó Ningen.
-Etás loco -contestó Eizan-. La última vez que se enfrentaron casi mueres.
Ningen sonrió y dijo:
-Sucedió cuando tenía dieciocho años. Además, un claro en el bosque no es buen escenario para una pelea.
-No, este es mi encuentro y tu no te entrometerás. Ahora mejor que vayamos a descansar. Mañana será un día pesado.
No lo mencionó a su amigo, pero se sentía muy nervioso, incluso un poco de miedo invadió su cuerpo durante lo que restó de noche. Aayín no era un adversario fácil, tal vez perdería la vida.
Muy temprano por la mañana el sonido de varios golpes continuos fuera de la casa le hicieron levantarse. Salió de la habitación en la que dormía y golpeo la puerta de la contigua.
-¿Ningen? -llamó, pero nadie contestó.
Empujó la puerta, la cual se abrió de par en par. No había nadia adentro. Se cambió de ropa lo más rápido que pudo y bajó las escaleras corriendo. Salió hacia la parte de adelante y vio a Geta golpeando con una enorme roca la morada.
-¡¿Dónde está Ningen?! -preguntó el Tsathi.
Geta soltó una carcajada y le lanzó la piedra a Eizan. El chico dio un salto hacia un lado y la evadió. Se levantó preparado para luchar, pero Geta no deseaba eso. Grandes alas, como las de una dragón, se extendieron en su espalda y se echó a volar con dirección al pueblo.
-¿Por qué no heredé eso de mi madre...?
Corrió hasta un lado de la morada y dio un silbido. Desde una cueva cercana apareció la criatura que lo había traido desde Jumú. Eizan montó al animal y este corrió rápidamente guiado por el muchacho con dirección al pequeño pueblo. Vio como Geta desaparecía más adelante, entonces hizo que el animal tomara más velocidad. Al llegar el lugar estaba vació, no veía a Geta por ningun lugar. Comenzó a respirar más rápido, la rabia se apoderaba de él, estaba seguro de que se habían llevado a Ningen. Aayín había dicho que lo mataría y conociendolo era bastante posible de que así lo hiciera.
-¡Aayín! -gritó con fuerza, pero nada sucedió.
Pasaron los minutos y de pronto un vulto salió a gran velocidad desde una casa para luego caer al suelo a varios metros de ella. Dicha una palabra el animal corrió hasta donde estaba y al acercarse lo suficiente Eizan se dio cuenta de que era Ningen. Se bajó del animal y se arrodilló ante el cuerpo de su amigo.
-¡Ningen! -exclamó.
-Descuida... -la voz de Aayín resonó en su cabeza- no está muerto, pero la paliza que le dimos casi lo deja así.
Eizan se levantó, empuñó sus manos y apretó los dientes. Estaba totalmente furioso, dispuesto a matar a los dos Tsathi. Repentinamente el muchacho lanzó dos bolas de fuego hacia Aayín, pero este con mucha facilidad las esquivó. Eizan se lanzó sobre él dando rápidos golpes, pero su oponente los bloqueaba como si nada.
-Tendrás... que hacer... algo mejor -dijo Aayín sonriendo mientras se movía para evitar los ataques.
Dio un salto y pateó a Eizan en el rostro logrando que retrocediera. El muchacho quiso acercarse de nuevo, pero alguien lo sujeto por la espalda, era Geta.
-No escaparás... -añadió Aayín con aire victorioso.
Con un rápido movimiento Eizan logró safarce de Geta y lo lanzó hacia el arrogante Tsathi haciendolos chocar entre ellos. Pero los dos se recuperaron inmediatamente y se lanzaron contra él. Esquivando los puñetazos y patadas que venían como lluvia Eizan se mantenía de pie con un poco de dificultad. Con rapidez el chico sujetó los brazos de sus contrincantes y los quemó. Geta soltó un grito, mientras que Aayín resistió apretando con fuerza sus dientes. Eizan los soltó y golpeo con una rodilla a Geta lanzándolo al suelo, mientras que el Tsathi arrogante daba un salto hacia atrás para alejarse un poco.
-No eres muy débil luchando... creo que me equivoqué -dijo Aayín mientras sujetaba su extremidad lastimada.
No lo vio venir, fue tan repentino, un duro golpe en su cabeza que inmediatamente le hizo caer al suelo, sus ojos comenzaron a cerrar contra su voluntad, sintió que las fuerzas lo abandonaban, luego de eso cayó en un profundo sueño.
Despertó sobresaltado, tenía los pies y las manos atadas, miró a su alrededor y aun lado vio a Ningen aun inconsciente, deseaba que fuera así. La cabeza le dolía demasiado, tanto que sólo podía mantener los ojos abiertos de vez en cuando. Estaban en una casa, una gran casa, tal vez la de Aayín.
-Al fin has despertado -la voz de Geta le hizo enfermar-. No pude matarte antes. Aayín dijo que cuando despertaras nos darías la revancha.
-Exacto -añadió Aayín-. Tendrás que volver a luchar, en las condiciones que estás, y si no ganas, esta vez te haremos desaparecer y enterraremos vivo a tu amigo... bueno, nuestro amigo.
Eizan luchó para quitarse las ataduras, pero no pudo. No podía comprender tanta maldad en alguien, no podía creer que sus pensamientos fueran tan desquiciados. Tenía que luchar y hacerlo de la mejor forma, en sus planes la idea de morir aun no existía.
-Entonces quitenme esto -ordenó Eizan.
-Adelante Geta -dijo Aayín.
El Tsathi de hocico largo cortó las cuerdas con una navaja que sacó del cinturón alrededor de su negra armadura. Eizan se colocó de pie.
-¡Ahora! -exclamó Aayín.
Geta desenfundó la gran espada que siempre llevaba en su espalda e intentó herir a Eizan, pero como el peso del arma no le dejaba actuar con mucha agilidad el muchacho se aprovechó de esto y la esquivó para luego lanzarle una bola de fuego que lo estrelló contra el muro del lugar. Aayín se acercó a él y lo atacó con golpes que Eizan bloqueaba sin mucho trabajo, pero de repente comenzó a ver doble y la cabeza le dolió. Aayín le dio una patada en el estomago y un golpe en el rostro lanzándolo al suelo.
-No iba a ser fácil ¿o sí? -dijo el Tsathi sonriendo.
Geta llegó hasta su lado y colocó su pesada espada cerca del cuello de Eizan, justo para darle el golpe que lo mataría inmediatamente.
-Espera, espera -dijo Aayín deteniendo a Geta cuando estuvo a punto de cortarle la cabeza-. Quiero que se entere de algo antes de morir.
El Tsathi lo observó desconcertado por unos segundos, pero luego entendió, sonrió e hizo al arma a un lado.
-Hace siete años tu mujer murió asesinada -comentó Aayín-. Nunca supiste quienes lo hicieron.
Eizan comenzó a sentir rabia y tristeza al mismo tiempo que crecía rápidamente dentro de él hasta convertirse en odio, de alguna forma se anticipaba a lo que Aayín le contaría.
-Entiende Eizan, no podía nacer otra abominación como tú en este pueblo... ya era demasiado contigo y tu padre. Estoy tan complacido de que por fin haya muerto.
-¡No! -gritó Eizan desquiciado por el odio que ya su cuerpo no resistía.
-¡Esa palabra es la que exclamó tu mujer exactamente antes de atravesara su pecho con mi espada! -añadió Aayín y luego soltó una carcajada.
Geta acompañó la macabra risa del Tsathi asesino logrando que la rabia de Eizan creciera aun más. La criatura de hocico largo nuevamente colocó su espada para asestarle el golpe final, sonreían como si fueran dueños de todo y pudiesen hacer lo que quisieran.
-Ve el lado bueno de todo esto -le sugirió Geta-. Pronto te reunirás con ella.
Ya no pudo más, la rabia creció tanto dentro de él que su cuerpo se movió guió totalmente guiado por ella. De una patada lanzó hacia un lado el arma del enorme Tsathi y de un salto se colocó de pie, abrió la boca y una llamarada hizo que los dos retrocedieran. Rodó hasta la espada y la blandió con fuerza. Sin previo aviso se abalanzó sobre Geta y con un agil movimiento cortó su cabeza.
-¡¿Cómo...!? -exclamó Aayín.
La expresión de Eizan no demostraba nada más que odio y su vengativa mirada se intensificó aun más con la sangre que le salpicó en el rostro cuando mató a Geta.
-Te mostraré...
De pronto Aayín se sintió muy indefenso. Sus desquiciados pensamientos no se comparaban con el ser que tenía adelante y sintió miedo, por primera y última vez en su vida sentía miedo hacia un contrincante. Lanzó dos bolas de fuego encontra del furioso Eizan, pero este se cubrió utilizando el arma mientras se acercaba corriendo.
Aayín se lanzó hacia una de las esquinas del lugar y tomó un sable colgado en la pared como adorno para intentar defenderse. Eizan se acercó velozmente y le asestó varios golpes que el Tsathi pudo bloquear con dificultad.
-¡No... podrás... conmigo! -exclamó Aayín mientras se cubría.
El Tsathi nuevamente le lanzó bolas de fuego para intentar alejarlo, entonces se deslizó hasta la otra esquina y desde ahí dio un salto para atacar desde el aire a Eizan, pero este reaccionó más rápido, lanzó la pesada y enorme espada de Geta hacia él logrando que atravesara su cuerpo.
-Eso... es por Tsuki -murmuró el chico.
No podía creerlo, su plan había fallado. El dolor en su pecho superó cualquiera que antes sintió, no era posible, él perdía la batalla luego de haberla ganado sin dificultad. Todo lo que vivió le pasó por delante fugazmente, todas las veces que insultó, todas las veces que fue arrogante, todas las veces que asesinó y todas las veces que sonrió de manera enfermiza al ver los cuerpos de sus victimas. Su hora había llegado.
La espada se incrustó en la pared dejando al cuerpo colgado. Parecía un horrible trofeo de caza.
Cayó al suelo de espaldas, estaba cansado, no tenía fuerzas, ni siquiera sabía como es que había luchado contra esos dos antes de matarlos. No quizo pensar en si lo merecían o no, él no era el que decidía eso. Ahora sólo quería descansar, cerrar los ojos y descansar.
Despertó tranquilamente, estaba en una cama que le resultaba conocida, la de su padre. Estaba en su casa. Ningen apareció momentos después en la puerta, él lo había llevado hasta la casa.
-Has dormido por dos días y medio. Pensé que no despertaría -dijo el muchacho.
-No me rindo facilmente -respondió Eizan sonriendo.
Ningen caminó hasta él y se sentó en una pequeña silla de madera.
-Al ver los cuerpos de Geta y Aayín no podía creerlo. Uno no tenía cabeza y el otro colgaba de la pared con ayuda de esa gran espada. Algun día debes contarme lo que sucedió ahí -añadió Ningen.
Eizan respiró profundo y contestó:
-Tu lo has dicho... algún día.
Ningen sonrió y se levantó.
-En cuanto te mejores te iras ¿no es así? -le preguntó su amigo.
-Sí.
-Iré contigo -le informó Ningen-. Siempre me quieres dejar atrás, siempre me has considerado un niño.
-Tienes veintitres años... -contestó Eizan sonriendo.
-Tu tienes uno más... no hay mucha diferencia ¿o sí?
Eizan dudó unos momentos. Había pensando antes en decirle que lo acompañara, pero no quería perder a alguien de nuevo y al lugar al que viajarían no era precisamente tranquilo, pues en cualquier momento Kayla podía ser atacada y ellos tendrían que defenderla con sus vidas.
-Estarás en peligro constante, no me gustaría involucrarte en todo eso...
-No Eizan, esta vez no -contradijo el muchacho-. Ire tanto como quieras o no.
El Tsathi lo miró fijamente, asombrado de su determinación. sonrió a medias y respondió:
-Mañana, al salir el sol saldremos de este lugar y puede que no volvamos jamás. Preparate y busca algun animal que puedas utilizar para cabalgar.
Ningen sonrió y le comentó:
-No es necesario... tengo alas. Podré seguirte desde el cielo.
-Lo olvidé, es que pareces un humano. Aunque tus punteagudas orejas y ese colmillo que sobresale de tu boca me hacer recordar nuevamente que eres un Tsathi completo.
Rieron por unos momentos y luego Ningen se retiró para dejar a Eizan decansar hasta el siguiente día. Harían un viaje largo hasta Jumú, aunque esta vez no se podrían demorar tres meses en llegar a la ciudad. Evitarían las paradas lo más posible que pudieran, si era así estarían ahí al completarse dos meses, justo a tiempo para el nacimiento del bebé de Kayla.
Aquella noche volvió a soñar con su mujer, pero esta vez no se la llevaban, se quedaba con él, para siempre.
Soñaba con un hermoso campo, lleno de flores de todos los colores, en el medio de este se encontraba una mujer de largo cabello negro y vestida con una bonita túnica roja, su nombre era Tsuki. Recogía cada planta que llamara su atención, decía que era para adornar la casa en la que vivían. Su embarazo era notorio, el bebé pronto nacería. De repente el cielo se nubló, las negras nubes cubrieron al sol de un momento a otro. En ese instante varios sujetos la rodearon, todos vestían de negro. Eizan desesperado corrió hacia ella, pero nunca lograba alcanzarla. Ya no la podía ver, los individuos se la llevaban a un lugar que el desconocía. Su corazón se partía de dolor.
De pronto despertó de golpe gritando el nombre de su mujer. Ningen llegó corriendo rápidamente a la habitación que antes había sido de Gao.
-¡¿Qué sucede?! -exclamó su amigo.
Eizan llevó su mano derecha a la cabeza y se despeinó el cabello. Sudaba en gran cantidad. Aquel sueño le había alterado demasiado. Poco a poco se calmó, entonces Ningen le comentó:
-Gritaste el nombre de tu mujer...
Eizan le dirigió la mirada y dijo:
-Tuve un mal sueño, uno que no teía desde hacía años. Nos encontramos en un campo lleno de flores, de pronto llegan algunos sujetos, se la llevan y yo no puedo hacer nada...
En ese momento golpearon la puerta con fuerza. Eizan y Ningen desconcertados bajaron las escaleras, abrieron y se encontraron con dos sujetos cubiertos con una capucha negra, uno era más alto que otro.
-¿Qué quieren? -preguntó Eizan.
Se quedaron unos momentos en silencio, hasta que uno de ellos, el de menor tamaño dijo:
-El rumor era cierto, Eizan el hijo de Gao ha vuelto.
Recordó aquella voz en particular, una voz que le desagradó desde la primera vez que la escuchó, era el sonido de la arrogancia convertida en Tsathi.
-Aayín... -murmuró Eizan.
-¡Aquí está el maldito! ¡Lo busqué por todas partes en Terraconce! -dijo el otro, el más alto.
Los dos se quitaron las capuchas que cubrían sus rostros. Efectivamente, el más bajo era Aayín, mientras que su acompañante, sorpresivamente, era Geta.
Ningen, efadado, les preguntó:
-¿Qué es lo que quieren aquí?
Aayín sonrió y respondió:
-Así no se le habla a un viejo amigo Ningen.
-¡Hemos venido a matar a este Kuskan! -exclamó Geta.
Aayín le dio un codazo y luego les mostró una hipocrita sonrisa.
-Creo que Ningen no te ha comentado que yo...
-Que tú eres el jefe de la guardia real en esta zona y que abusas de los pobres ancianos y ancianas que quedan en este pueblo que ya está a punto de venirse abajo -interrumpió Eizan-. Si, si me lo ha contado. Ahorrate la historia.
La expresión de Aayín cambió abruptamente de una fingida a una real, ahora de enfado.
-Geta me ha contado que eres algo peligroso... especialmente cuando estas con una mujer en particular -los dos sonrieron burlonamente-. Así que he decidido que debes irte del pueblo... para no volver nunca más.
Una sonrisa a medias se dibujo en el rostro de Eizan.
-Soy yo quien decide eso, no tú -respondió el muchacho.
Aayín lo miró con desprecio, igual como lo había hecho siempre.
-Por la mañana volveré, si aun estás aquí me encargaré de destruir esta pocilga y de asesinar a Ningen... después de ti por supuesto.
El arrogante Tsathi soltó una carcajada y se marchó seguido por Geta quien sonriente escupió en el suelo frente a ellos. Eizan cerró la puerta y se sentó en una de las dos viejas sillas.
-No se saldrá con la suya, es mi oportunidad de detenerlo -dijo frunciendo el seño.
-Deberás tener mucho cuidado, es demasiado fuerte, pero yo podré ayudarte. Entre los dos podremos vencerlo sin muchos problemas -agregó Ningen.
-Etás loco -contestó Eizan-. La última vez que se enfrentaron casi mueres.
Ningen sonrió y dijo:
-Sucedió cuando tenía dieciocho años. Además, un claro en el bosque no es buen escenario para una pelea.
-No, este es mi encuentro y tu no te entrometerás. Ahora mejor que vayamos a descansar. Mañana será un día pesado.
No lo mencionó a su amigo, pero se sentía muy nervioso, incluso un poco de miedo invadió su cuerpo durante lo que restó de noche. Aayín no era un adversario fácil, tal vez perdería la vida.
Muy temprano por la mañana el sonido de varios golpes continuos fuera de la casa le hicieron levantarse. Salió de la habitación en la que dormía y golpeo la puerta de la contigua.
-¿Ningen? -llamó, pero nadie contestó.
Empujó la puerta, la cual se abrió de par en par. No había nadia adentro. Se cambió de ropa lo más rápido que pudo y bajó las escaleras corriendo. Salió hacia la parte de adelante y vio a Geta golpeando con una enorme roca la morada.
-¡¿Dónde está Ningen?! -preguntó el Tsathi.
Geta soltó una carcajada y le lanzó la piedra a Eizan. El chico dio un salto hacia un lado y la evadió. Se levantó preparado para luchar, pero Geta no deseaba eso. Grandes alas, como las de una dragón, se extendieron en su espalda y se echó a volar con dirección al pueblo.
-¿Por qué no heredé eso de mi madre...?
Corrió hasta un lado de la morada y dio un silbido. Desde una cueva cercana apareció la criatura que lo había traido desde Jumú. Eizan montó al animal y este corrió rápidamente guiado por el muchacho con dirección al pequeño pueblo. Vio como Geta desaparecía más adelante, entonces hizo que el animal tomara más velocidad. Al llegar el lugar estaba vació, no veía a Geta por ningun lugar. Comenzó a respirar más rápido, la rabia se apoderaba de él, estaba seguro de que se habían llevado a Ningen. Aayín había dicho que lo mataría y conociendolo era bastante posible de que así lo hiciera.
-¡Aayín! -gritó con fuerza, pero nada sucedió.
Pasaron los minutos y de pronto un vulto salió a gran velocidad desde una casa para luego caer al suelo a varios metros de ella. Dicha una palabra el animal corrió hasta donde estaba y al acercarse lo suficiente Eizan se dio cuenta de que era Ningen. Se bajó del animal y se arrodilló ante el cuerpo de su amigo.
-¡Ningen! -exclamó.
-Descuida... -la voz de Aayín resonó en su cabeza- no está muerto, pero la paliza que le dimos casi lo deja así.
Eizan se levantó, empuñó sus manos y apretó los dientes. Estaba totalmente furioso, dispuesto a matar a los dos Tsathi. Repentinamente el muchacho lanzó dos bolas de fuego hacia Aayín, pero este con mucha facilidad las esquivó. Eizan se lanzó sobre él dando rápidos golpes, pero su oponente los bloqueaba como si nada.
-Tendrás... que hacer... algo mejor -dijo Aayín sonriendo mientras se movía para evitar los ataques.
Dio un salto y pateó a Eizan en el rostro logrando que retrocediera. El muchacho quiso acercarse de nuevo, pero alguien lo sujeto por la espalda, era Geta.
-No escaparás... -añadió Aayín con aire victorioso.
Con un rápido movimiento Eizan logró safarce de Geta y lo lanzó hacia el arrogante Tsathi haciendolos chocar entre ellos. Pero los dos se recuperaron inmediatamente y se lanzaron contra él. Esquivando los puñetazos y patadas que venían como lluvia Eizan se mantenía de pie con un poco de dificultad. Con rapidez el chico sujetó los brazos de sus contrincantes y los quemó. Geta soltó un grito, mientras que Aayín resistió apretando con fuerza sus dientes. Eizan los soltó y golpeo con una rodilla a Geta lanzándolo al suelo, mientras que el Tsathi arrogante daba un salto hacia atrás para alejarse un poco.
-No eres muy débil luchando... creo que me equivoqué -dijo Aayín mientras sujetaba su extremidad lastimada.
No lo vio venir, fue tan repentino, un duro golpe en su cabeza que inmediatamente le hizo caer al suelo, sus ojos comenzaron a cerrar contra su voluntad, sintió que las fuerzas lo abandonaban, luego de eso cayó en un profundo sueño.
Despertó sobresaltado, tenía los pies y las manos atadas, miró a su alrededor y aun lado vio a Ningen aun inconsciente, deseaba que fuera así. La cabeza le dolía demasiado, tanto que sólo podía mantener los ojos abiertos de vez en cuando. Estaban en una casa, una gran casa, tal vez la de Aayín.
-Al fin has despertado -la voz de Geta le hizo enfermar-. No pude matarte antes. Aayín dijo que cuando despertaras nos darías la revancha.
-Exacto -añadió Aayín-. Tendrás que volver a luchar, en las condiciones que estás, y si no ganas, esta vez te haremos desaparecer y enterraremos vivo a tu amigo... bueno, nuestro amigo.
Eizan luchó para quitarse las ataduras, pero no pudo. No podía comprender tanta maldad en alguien, no podía creer que sus pensamientos fueran tan desquiciados. Tenía que luchar y hacerlo de la mejor forma, en sus planes la idea de morir aun no existía.
-Entonces quitenme esto -ordenó Eizan.
-Adelante Geta -dijo Aayín.
El Tsathi de hocico largo cortó las cuerdas con una navaja que sacó del cinturón alrededor de su negra armadura. Eizan se colocó de pie.
-¡Ahora! -exclamó Aayín.
Geta desenfundó la gran espada que siempre llevaba en su espalda e intentó herir a Eizan, pero como el peso del arma no le dejaba actuar con mucha agilidad el muchacho se aprovechó de esto y la esquivó para luego lanzarle una bola de fuego que lo estrelló contra el muro del lugar. Aayín se acercó a él y lo atacó con golpes que Eizan bloqueaba sin mucho trabajo, pero de repente comenzó a ver doble y la cabeza le dolió. Aayín le dio una patada en el estomago y un golpe en el rostro lanzándolo al suelo.
-No iba a ser fácil ¿o sí? -dijo el Tsathi sonriendo.
Geta llegó hasta su lado y colocó su pesada espada cerca del cuello de Eizan, justo para darle el golpe que lo mataría inmediatamente.
-Espera, espera -dijo Aayín deteniendo a Geta cuando estuvo a punto de cortarle la cabeza-. Quiero que se entere de algo antes de morir.
El Tsathi lo observó desconcertado por unos segundos, pero luego entendió, sonrió e hizo al arma a un lado.
-Hace siete años tu mujer murió asesinada -comentó Aayín-. Nunca supiste quienes lo hicieron.
Eizan comenzó a sentir rabia y tristeza al mismo tiempo que crecía rápidamente dentro de él hasta convertirse en odio, de alguna forma se anticipaba a lo que Aayín le contaría.
-Entiende Eizan, no podía nacer otra abominación como tú en este pueblo... ya era demasiado contigo y tu padre. Estoy tan complacido de que por fin haya muerto.
-¡No! -gritó Eizan desquiciado por el odio que ya su cuerpo no resistía.
-¡Esa palabra es la que exclamó tu mujer exactamente antes de atravesara su pecho con mi espada! -añadió Aayín y luego soltó una carcajada.
Geta acompañó la macabra risa del Tsathi asesino logrando que la rabia de Eizan creciera aun más. La criatura de hocico largo nuevamente colocó su espada para asestarle el golpe final, sonreían como si fueran dueños de todo y pudiesen hacer lo que quisieran.
-Ve el lado bueno de todo esto -le sugirió Geta-. Pronto te reunirás con ella.
Ya no pudo más, la rabia creció tanto dentro de él que su cuerpo se movió guió totalmente guiado por ella. De una patada lanzó hacia un lado el arma del enorme Tsathi y de un salto se colocó de pie, abrió la boca y una llamarada hizo que los dos retrocedieran. Rodó hasta la espada y la blandió con fuerza. Sin previo aviso se abalanzó sobre Geta y con un agil movimiento cortó su cabeza.
-¡¿Cómo...!? -exclamó Aayín.
La expresión de Eizan no demostraba nada más que odio y su vengativa mirada se intensificó aun más con la sangre que le salpicó en el rostro cuando mató a Geta.
-Te mostraré...
De pronto Aayín se sintió muy indefenso. Sus desquiciados pensamientos no se comparaban con el ser que tenía adelante y sintió miedo, por primera y última vez en su vida sentía miedo hacia un contrincante. Lanzó dos bolas de fuego encontra del furioso Eizan, pero este se cubrió utilizando el arma mientras se acercaba corriendo.
Aayín se lanzó hacia una de las esquinas del lugar y tomó un sable colgado en la pared como adorno para intentar defenderse. Eizan se acercó velozmente y le asestó varios golpes que el Tsathi pudo bloquear con dificultad.
-¡No... podrás... conmigo! -exclamó Aayín mientras se cubría.
El Tsathi nuevamente le lanzó bolas de fuego para intentar alejarlo, entonces se deslizó hasta la otra esquina y desde ahí dio un salto para atacar desde el aire a Eizan, pero este reaccionó más rápido, lanzó la pesada y enorme espada de Geta hacia él logrando que atravesara su cuerpo.
-Eso... es por Tsuki -murmuró el chico.
No podía creerlo, su plan había fallado. El dolor en su pecho superó cualquiera que antes sintió, no era posible, él perdía la batalla luego de haberla ganado sin dificultad. Todo lo que vivió le pasó por delante fugazmente, todas las veces que insultó, todas las veces que fue arrogante, todas las veces que asesinó y todas las veces que sonrió de manera enfermiza al ver los cuerpos de sus victimas. Su hora había llegado.
La espada se incrustó en la pared dejando al cuerpo colgado. Parecía un horrible trofeo de caza.
Cayó al suelo de espaldas, estaba cansado, no tenía fuerzas, ni siquiera sabía como es que había luchado contra esos dos antes de matarlos. No quizo pensar en si lo merecían o no, él no era el que decidía eso. Ahora sólo quería descansar, cerrar los ojos y descansar.
Despertó tranquilamente, estaba en una cama que le resultaba conocida, la de su padre. Estaba en su casa. Ningen apareció momentos después en la puerta, él lo había llevado hasta la casa.
-Has dormido por dos días y medio. Pensé que no despertaría -dijo el muchacho.
-No me rindo facilmente -respondió Eizan sonriendo.
Ningen caminó hasta él y se sentó en una pequeña silla de madera.
-Al ver los cuerpos de Geta y Aayín no podía creerlo. Uno no tenía cabeza y el otro colgaba de la pared con ayuda de esa gran espada. Algun día debes contarme lo que sucedió ahí -añadió Ningen.
Eizan respiró profundo y contestó:
-Tu lo has dicho... algún día.
Ningen sonrió y se levantó.
-En cuanto te mejores te iras ¿no es así? -le preguntó su amigo.
-Sí.
-Iré contigo -le informó Ningen-. Siempre me quieres dejar atrás, siempre me has considerado un niño.
-Tienes veintitres años... -contestó Eizan sonriendo.
-Tu tienes uno más... no hay mucha diferencia ¿o sí?
Eizan dudó unos momentos. Había pensando antes en decirle que lo acompañara, pero no quería perder a alguien de nuevo y al lugar al que viajarían no era precisamente tranquilo, pues en cualquier momento Kayla podía ser atacada y ellos tendrían que defenderla con sus vidas.
-Estarás en peligro constante, no me gustaría involucrarte en todo eso...
-No Eizan, esta vez no -contradijo el muchacho-. Ire tanto como quieras o no.
El Tsathi lo miró fijamente, asombrado de su determinación. sonrió a medias y respondió:
-Mañana, al salir el sol saldremos de este lugar y puede que no volvamos jamás. Preparate y busca algun animal que puedas utilizar para cabalgar.
Ningen sonrió y le comentó:
-No es necesario... tengo alas. Podré seguirte desde el cielo.
-Lo olvidé, es que pareces un humano. Aunque tus punteagudas orejas y ese colmillo que sobresale de tu boca me hacer recordar nuevamente que eres un Tsathi completo.
Rieron por unos momentos y luego Ningen se retiró para dejar a Eizan decansar hasta el siguiente día. Harían un viaje largo hasta Jumú, aunque esta vez no se podrían demorar tres meses en llegar a la ciudad. Evitarían las paradas lo más posible que pudieran, si era así estarían ahí al completarse dos meses, justo a tiempo para el nacimiento del bebé de Kayla.
Aquella noche volvió a soñar con su mujer, pero esta vez no se la llevaban, se quedaba con él, para siempre.
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