Una ciudad muy pequeña, capital de un reino no muy grande, fuerte militarmente, pero débil políticamente. Telumi era una tierra casi desértica que se encontraba hacia el norte de Hóng-Lían. Frecuentemente azotada por guerras internas y bandos que se enfrentaban para tener el control del bajo mundo en todas las ciudades. El rey no era alguien muy importante, sus decisiones eran tomadas en cuenta sólo en la capital y su imagen no infundía respeto alguno en los otros poblados. Era un símbolo que recordaba a la pasada estabilidad que en esos momentos ya no existía. Generalmente un escondite para los asesinos más buscados y para los que huían de las prisiones. Era el hogar de la escoria de los reinos que la rodeaban.
En una pequeña casa abandonada de la capital, en uno de los barrios más pobres, se encendió una luz repentinamente dentro de ella. Cerca de la chimenea se encontraba una hermosa mujer de cabello corto y blanco, envuelta en una capa blanca muy fina. Su nombre era Akemi y por su mente pasaban cientos de recuerdos a la vez, recuerdos que iban desde una antigua amiga de cabello negro en su tierra y la frustrada protección que intentó brindarle cuando deseó, junto a su marido, irse del continente blanco. Después venían los despiadados métodos de torturas empleados por los Cazadores, que perseguían a su amiga, para intentar sacarle información alguna. Aquello le hacía hervir la sangre, apenas lo recordaba el odio dentro de ella crecía considerablemente. El fuego de la chimenea pareció erguirse y rodearla.
-Vaya -una voz masculina le alertó-, al parecer estás un poco enfadada.
Akemi se dio la vuelta, no tan sorprendida al reconocer la voz.
-Alberich -dijo ella sonriendo-. Como siempre llegas tarde a las reuniones.
Llevaba puesta una capa con capucha de color blanco, del mismo material que la de Akemi. Se la quitó para mostrar su rostro. Tenía la piel tan pálida como la de un muerto, ojos verdes y pequeños y cabello blanco tanto como la nieve. Su ropa era del mismo color que la capa con capucha que llevaba, hecha de un material bastante fino que sólo se podía conseguir en la tierra donde él habitaba.
-Dime, Akemi -dijo el muchacho- ¿qué quieres de mí?
Akemi sonrió y le respondió:
-LuxFero te necesita.
-Así que la temible criatura ancestral me ha invocado, pensé que él solo podría arreglárselas.
-El Enviado ha aparecido, Alberich.
El muchacho de unos veinte años le dirigió la mirada con sorpresa y caminó hasta una de las ventanas de la descuidada casa.
-El hijo de tu amiga ¿no?
-El mismo -contestó Akemi mientras acariciaba su cabello-. Es bastante poderoso, igualó fuerzas con LuxFero.
-Pues si LuxFero piensa que yo soy tan fuerte como para derrotarlo, entonces está muy equivocado.
Dijo el muchacho riendo levemente unos momentos.
-Para eso no te necesita, los planes de LuxFero son muy diferentes. Deberás ir a donde se encuentran los Kaji y buscar a esa niña Anxelin que se encuentra con ellos.
-La que supuestamente envió el anciano Toshi, ya veo ¿debo que matarla o algo así?
-No, la llevarás a Hiver y la acusarás de traición por encubrir al Enviado. No será muy difícil, ya que los siervos de LuxFero han poseído a bastantes en esa tierra.
-¿Sólo eso? es un poco aburrido ¿no te parece?
-El Enviado irá en su rescate, lo que nos dará tiempo de destruir a los Kaji de una vez por todas.
-Suena bien, pero es un poco tonto, ya que eso no los librará del Enviado, aunque se quedará sin aliados, por supuesto.
-Exacto.
Akemi sonrió y Alberich hizo lo mismo al observarla. Pero algo de tristeza se escapaba de sus ojos, eso no lo podía ocultar.
-¿Estás arrepentida? -preguntó Alberich.
Akemi no respondió inmediatamente, pensó en la respuesta unos segundos.
-No, no lo creo -contestó algo nerviosa-. Mi objetivo primordial es deshacerme de los Anxelin; lo que suceda con el Enviado poco me importa.
-Entonces, ese poco es relevante para ti ¿no? después de todo es el hijo de esa muchacha, tu mejor amiga, según lo que me has contado en el pasado.
Akemi se dirigió a la puerta de la casa, se cubrió la cabeza con la capucha y dijo:
-Tal vez me importe...
Luego se marchó dejando a Alberich sólo en el lugar. Había algo en ella, algo que le hacía recordar constantemente lo sucedido hacía varios años atrás, cuando su amiga vivía y no podía ignorar esa sensación de incomodidad. Tal vez debía ayudar al hijo de Kayla de vez en cuando, pero sólo tal vez, no era algo decidido. Si LuxFero se enteraba de algo así su vida se extinguiría.
-¿Qué es lo que sabe de mi padre? -preguntó Kosme a Eizan con firmeza.
Eizan cerró la puerta de la sala en donde atendían a todos los heridos de la batalla en la capital, así podrían hablar a solas en el vacío y poco alumbrado pasillo.
-Hace muchos años volví a mi casa, en las montañas, para ver a mi padre, advertido por una visión. Ahí me encontré nuevamente con Ningen, mi mejor amigo desde la niñez; casi eramos hermanos, pues durante mucho tiempo vivió en mi casa cuando eramos pequeños. Después de eso él me acompañó hasta una ciudad, que ahora no existe, llamada Jumú en donde nos unimos a una batalla para defender a una mujer, muy querida para mí, llamada Kayla. Ella tenía un bebé que entregó a tu padre para que él lo cuidará si es que las cosas no resultaban como se esperaban. Lamentablemente ella murió y yo quedé gravemente herido, así que Ningen se hizo cargó del bebé mientras yo me recuperaba. Él se lo llevó a las islas del norte, en donde te encontrabas tú y tu madre. Lo cuidaron hasta que cumplió un año, fue entonces en que ya pude hacerme cargo de él. Pero el bebé corría peligro, unos hombres lo buscaban, entonces a Ningen se le ocurrió un plan. Tú serías desde ese día el supuesto Enviado, mientras que el otro niño sería un simple guerrero Kijutsu mitad Tsathi. Durante los años venideros se mantuvieron en movimiento cada seis meses, pues al pasar un tiempo siempre eran descubiertos. Los sujetos que buscaban al bebé de Kayla cayeron en la trampa y pensaron que tu eras el Enviado. Tú madre también lo sabía y se llevó el secreto a la tumba. Era menester que el bebé estuvierse a salvo, si lo encontraban, la esperanza de muchos se vería destruida. Ningen fue capas de arriesgar la vida de su hijo con tal de que el Enviado se encontrara a salvo. No muchos conocían de esto, sólo Aixa, Isao, un anciano llamado Amawta y yo. Los guerreros de la tribu Kaji siempre pensaron que eras tú. Aixa los mantuvo bajo esa creencia durante muchos años, así el hijo de Kayla nunca sufrió mal alguno.
Kosme estaba atónito, no podía creerlo. Todo lo que le había sucedido, todos esos viajes repentinos, todas esas noches en las que tuvo que viajar a escondidas con su padre, la aniquilación de los Kijutsu en las islas del norte, todo aquello había sido causado por una mentira planeada por su padre para proteger a alguien ajeno a su familia. Se sentía realmente triste, dolido y frustrado.
-Fue bastante egoísta... -dijo de pronto Kosme- mi padre debió habérmelo dicho, se supone que había confianza entre nosotros, se hizo pasar por mi amigo durante tantos años.
-Kosme...
Eizan no tuvo palabras, de todas formas era como debía sentirse, dolido por aquello.
-Creo que saldré unos momentos... espero que Nerik se recupere pronto.
-No sientas rencor hacia él, sino hacia mí, ya que yo no hice nada para contradecir a tu padre.
-Lo siento, pero... no puedo evitarlo, no puedo evitar sentir envidia y rabia, pues mientras él vivía tranquilamente mi padre y yo eramos perseguidos. Es algo... demasiado injusto.
Kosme desapareció en la oscuridad del pasillo.
De repente la puerta se abrió y apareció June, con la mirada triste y sujetando una cinta roja.
-Dazke la usaba cuando eramos niños, entrenaba con ella, se la colocaba en la frente. Tal vez Nerik la quiera.
Eizan sonrió y asintió, luego los dos entraron en la sala para ver a su hijo, pues esperaba con ansías que hubiese despertado.
sábado, 29 de septiembre de 2007
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