-No te preocupes tanto Nerik -dijo June sonriendo-. Muy pronto nos volveremos a ver.
Nerik desvió la mirada. June quiso darle un abrazo, pero en el último instante se arrepintió, se alejó un poco e hizo una reverencia. Nerik sorprendido hizo lo mismo. Después de eso la muchacha caminó hasta el grupo reunido frente al templo con forma de triángulo.
El sol se escondía por el Oeste, el cielo estaba de un color rojizo, un color nostálgico. La brisa se hizo más fuerte por unos momentos y entonces todo parecía avanzar lentamente.
Nerik sintió que algo le oprimía el pecho, no sabía lo que era, pero era evidente que un sentimiento bastante fuerte se manifestaba dentro de él y con mucha fuerza deseaba salir. Pero él jamás le permitiría tal cosa.
Los dragones rugieron, todos al mismo tiempo. Los miembros de la tribu Xing subieron a sus espaldas, cada uno acompañado de un Kaji. Los otros montaron los Tora que los llevarían a través de los interminables campos hasta la capital del reino, a la que llegarían al amanecer.
Partieron todos montados en los dragones que surcaron los cielos para luego desaparecer de la vista de todos y después aquellos que montaban los Tora salieron por la puerta principal de los terrenos del templo triangular.
Sora contempló por mucho rato el cielo ya casi estrellado junto a su dragón Akira. Nerik y Dazke hacían lo mismo pero con dirección al camino rodeado de árboles que provenía de la entrada y que llegaba hasta las puertas del edificio en forma de triángulo.
-Nadie nos separará nunca... -dijo la mujer de cabello negro, tez blanca y vestida con una larga túnica plateada.
-Somos una familia... la muerte no será un impedimento -agregó un hombre que la acompañaba, de cabello y piel color blanco, vestía una armadura plateada.
Los dos individuos miraban afanosamente el cielo estrellado de una blanca tierra.
Nerik abrió los ojos de golpe. Aun no amanecía, ni siquiera se acercaba la hora en que lo haría. Era la cuarta vez que soñaba con lo mismo, con aquellos dos sujetos, y aunque siempre despertaba algo sobresaltado aquel sueño le traía nostalgia hacia un lugar y hacia unas personas que desconocía por completo. Se sentó en la cama y pensó en June, en Kosme y en Sigfried, su viejo amigo. Tal vez los dos primeros compartirían el mismo destino que el último. Él no lo permitiría. Comenzó a sentir tristeza, el pecho le dolió, sintió rabia, odio, ira. Se levantó y salió de la habitación. Sora dormía profundamente en la cama que Kosme ocupaba generalmente y Dazke no parecía tan complacido, de vez en cuando dejaba escapar algún gruñido, tal vez tenía una pesadilla.
Caminó por el pasillo y bajó las escaleras, pretendía salir de la casa cuando de pronto la puerta de la entrada se abrió muy despacio. Dejó de caminar y esperó a ver quien aparecía. Una mujer más baja que él, de cabello largo y blanco entró sosteniendo una antorcha.
-Vieja... -murmuró Nerik.
La mujer se acercó a él y le observó con desafío.
-¿Qué crees que haces? -preguntó Aixa.
-Pretendía salir de este lugar -respondió Nerik-. No puedo dormir.
-¿Pesadillas?
-No, no son pesadillas. Ya te lo dije, no puedo dormir solamente.
-Has tenido sueños extraños en el último tiempo -dijo Aixa.
-Eso no te...
-Ten cuidado Nerik -advirtió la vieja-. Esta no es la noche apropiada para salir a caminar por ahí entre la oscuridad y los árboles.
-Si lo dices porque no soy un domador de fuego...
-Te equivocas jovencito... el mal planea en las sombras y si merodeas entre ellas serás parte de estos.
-No te entiendo Aixa... -dijo Nerik desconcertado.
-Deberías perdonar a Isei -recomendó Aixa aun mirándolo con desafío.
-Así que de eso se trataba -farfulló Nerik haciendo una mueca- ¡Ya deja de mirarme así!
Aixa retrocedió, algo en las palabras del muchacho le habían asustado, algo en sus palabras o algo que se manifestó en su apariencia. La mirada de horror se quedó congelada en su rostro por varios segundos. Apartó la antorcha y se dirigió hasta la entrada.
-No fue mi intención ofenderte, es sólo que yo...
Aixa salió sin hacerle caso alguno a los dicho por el muchacho.
-Creo que no debí hablarle así... parecía algo triste.
Olvidó los deseos del paseo nocturno que le habían impulsado hasta ese lugar y volvió a su cuarto, comenzaba a tener sueño.
-El primer ataque de los dragones será la señal -dijo Nereo en voz baja a todos los Kaji que le seguían montados en los Tora, entre ellos Kosme y June.
Después de haber viajado toda la noche por fin habían llegado a la capital, una gran ciudad y apacible ciudad, ahora bajo la opresión del nuevo gobernante.
La primera bola de fuego les alertó, ya era el tiempo de poner fin al corto reinado de la criatura ancestral. Los Tora partieron a toda velocidad, pasando a través de los árboles hasta llegar a las primeras calles de la gran ciudad en donde esperaban cientos de guerreros enemigos, sobre todo Serpens. En el cielo la batalla ya había comenzado, los dragones negros que cuidaban de la capital se enfrentaban a los de la tribu Xing. Las bolas de fuego y las llamaradas abundaban entre las nubes y de vez en cuando alguna criatura caía entre las hermosas casas abatida por alguna herida grave.
Nereo guió a los Kaji directamente hasta el palacio, algunos se quedaban atrás luchando, mientras que otros, los más habilidosos, se adelantaban para asegurar la ruta hasta el lugar donde se hallaba Kerbasi.
Kosme y June cabalgaron rápidamente, evadiendo la batalla que se libraba y guardando sus fuerzas para el momento en que se enfrentaran al enemigo principal. Con Nereo a la cabeza del equipo se abrieron paso sin dificultad hasta que después de un largo rato llegaron frente al enorme y esplendoroso palacio de la ciudad en el que habitaba el rey. Dejaron ir a los animales y continuaron a pie.
-Mi señor, algunos guerreros han llegado hasta aquí en poco tiempo -dijo una mujer de cabello blanco y hasta los hombros, vestida con ropajes hechos de piel de dragón blanco; su tez compartía el mismo color con la nieve.
-No te preocupes mi querida Akemi -contestó Kerbasi, quien miraba atentamente por una de las ventanas el espectáculo-, ese es mi plan, que lleguen hasta este lugar.
Akemi hizo una reverencia y Kerbasi sonrió. Sus enemigos habían caído en la trampa, no quedaría ninguno de ellos con vida y si tenía suerte también acabaría con el Enviado muy pronto.
viernes, 14 de septiembre de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario