Kosme siguió a Nereo y a los otros dos sujetos, no sabía sus nombres, ni siquiera hablaban con él o entre ellos, lo único que se podía oír eran los sonidos del bosque.
La vegetación era muy espesa en un principio, pero a medida que caminaban se encontraban con más y más espacio para avanzar hasta que llegaron a una montaña.
-Esa es la montaña Kai-Wén. Lleva el nombre del primer domador de fuego -dijo Nereo de repente.
-Sería más fácil cruzar por ahí. Llegaríamos más rápido -dijo el hombre de cabello gris.
-No La-Meng. Es peligroso ir por ahí si Kosme nos acompaña -respondió Nereo.
Siguieron caminando, rodearon completamente la montaña, lo cual les tomo poco más de una hora y media. Ahora el bosque se había convertido en un lugar espacioso para avanzar, los árboles estaban más separados y habían algunos caminos entre ellos hechos por las constantes caminatas de todas las generaciones pasadas de la tribu Kaji.
-Falta muy poco ahora -le informó Nereo sonriendo.
Luego de un rato llegaron hasta una gran puerta de madera, parecía ser muy antigua, plantas trepadoras cubrían sus esquinas y en el centro se encontraba tallado un gran triángulo. Era el símbolo que distinguía a la tribu Kaji de las otras.
Habían dos guardias a cada lado de la entrada, vestidos con túnicas negras y llevaban puestos unos peculiares sombreros, parecían conos, pero más anchos y no tan altos, cubrían gran parte de sus rostros, sólo dejaban ver sus bocas.
Hicieron una reverencia frente a Nereo y sus acompañantes, caminaron a las esquinas de la puerta y uno de ellos golpeó tres veces la puerta. Segundos después se abrió lentamente. Pero sólo un poco, no por completo. Avanzaron y se encontraron con otros dos individuos que igualmente hicieron reverencias.
Siguieron por un camino de piedras hasta adentrarse en lo que parecía un túnel hecho por árboles, ya que estos tenían dobladas las copas, proporcionando un cierre que bloqueaba la mayoría de los rayos del sol. En todas sus ramas habían hermosas flores de color rosa que se movían con la ligera brisa, otorgando tranquilidad a quien pasaba por ahí y las miraba con detenimiento.
-Espero que te guste nuestro hogar Kosme -dijo de repente Nereo señalando hacia donde terminaba el camino-. Adelante, nosotros te alcanzaremos en unos segundos.
Kosme asintió sonriendo y prosiguió sin ellos. Tras abandonar el cierre de los árboles la intensa luz natural le produjo un poco de ceguera, se cubrió los ojos con una mano y después de unos segundos, cuando ya se hubo acostumbrado pudo observar mejor.
Era un espacio amplió, sin muchos árboles, aunque si rodeado de estos en su totalidad. Había un gran edificio en forma de triángulo en el medio, con pequeñas ventanas en casi toda su estructura, el lugar lo adornaban unas pequeñas torres en las cuales se prendía fue durante la noche para iluminar.
Kosme observó los alrededores, parecía el gigantesco patio de una enorme casa, que perfectamente podía ser el edificio triangular. En el lado sur divisó una puerta de madera gastada y antigua, mientras que en el Este había una abertura pequeña, tal vez de unos dos metros, en comparación con las otras, y la del Oeste parecía que simplemente llevaba hacia el bosque.
El lugar era enorme, y se moría de ganas por saber a donde lo conduciría cada entrada o que tipo de habitaciones se encontraban en el edificio, o que tipo de personas y criaturas conocería.
-¿Te gusta? -le preguntó Nereo cuando llegaba a su lado.
-Es asombroso. Nunca había visto nada igual, ni siquiera en Terraconce -respondió Kosme.
Nereo sonrió y luego le invitó a seguir caminando hasta el edificio.
En el trayecto varias personas y criaturas que pasaban se detenían a saludarlo con gran respeto.
-¿Eres alguien importante aquí? -preguntó Kosme.
-Soy el líder de la tribu Kaji -contestó Nereo.
Kosme sorprendido se detuvo, Nereo miró hacia atrás confundido por la repentina reacción del muchacho.
-Líder... pero si eres muy joven -dijo Kosme con desconfianza.
Nereo soltó una carcajada, se le acercó y dijo:
-No dejes que mi juventud te engañe. Además ya soy adulto, tengo veintiún años.
Aun más sorprendido estuvo el muchacho al oír su edad. En su tribu nadie menor de sesenta podía llegar a ser un líder, ni aun por más fuerte que fuera y tuviera espíritu para guiarlos.
-Sígueme. Entraremos en el templo a ver como está Nerik.
-¿Templo?
-Es un templo de entrenamiento en su mayoría, aunque también consta de cientos de dormitorios en la parte más alta, un amplio comedor en el segundo piso, arenas para combate, salones para meditación, dos bibliotecas, etc.
Kosme le siguió y apenas entraron en el edificio se encontraron con Garaadria, la mujer que se había llevado a Nerik.
Había una espaciosa sala, con puertas en cada pared, cada una daba a un pasillo que conducía a un lugar específico del edificio o en su defecto a otros pasillos. Con antorchas en algunos puntos, que sólo encendía por la noche, ya que las ventanas proporcionaban la suficiente luz en el salón durante el día.
-Está muy herido. Por suerte Aixa conoce los antídotos para sus heridas. Dijo que no era un ataque que se recibía de cualquier sujeto -informó Garaadria un poco preocupada.
-Lo sé, lo sé. Ahora...
-Era un Anxelin -interrumpió Kosme-. El que nos atacó era un Anxelin.
Los dos se le quedaron viendo por unos momentos, al parecer no creían en sus palabras. Los Anxelin formaban parte de un mito popular, así era en todos los reinos.
-Eso creí... -dijo Nereo mientras rascaba su mentón.
-Entonces tú...
Garaadria no terminó su frase.
-Es él. No hay que hablar más del asunto -interrumpió Nereo de forma cortante.
La mujer asintió y luego entraron en la primera puerta que estaba al lado derecho en el muro derecho del salón. Caminaron por un pasillo iluminado por la luz de las antorchas, las que eran adornos únicos en las paredes. Avanzaron hasta el final, habían tres puertas, una en el frente, otra a la izquierda y otra a la derecha. Garaadria abrió esta última y la luz del sol los encandiló por algunos segundos.
Era una habitación espaciosa, con cuatro camas a cada lado, una puerta que daba a un cuarto en lado izquierdo y tres ventanas que daban hacia el exterior del templo.
En una de las camas se encontraba Nerik, parecía estar inconsciente aun. No llevaba puesta la camisa roja con mangas negras, sino que tenía varias vendas que cubrían las quemaduras provocadas por el ataque de Satsujin. Estaban manchadas con un poco de sangre.
Se acercaron si hacer mucho ruido, parecía dormir placenteramente. De pronto la puerta que llevaba a otro cuarto y salió una mujer de unos sesenta años o un poco más. Tenía el cabello muy blanco, como si ese fuera su color natural, sus ojos eran de color verde pálido, pequeños al igual que su nariz, las pocas arrugas que poseía a su edad demostraban que no era una vieja común y corriente.
Aun no encontraba a Aixa, eso le mantenía en constante preocupación. Con ella estaría realmente a salvo, y deseó con fuerza que se encontrara en aquel maravilloso lugar. Estaba seguro de que su vida cambiaría desde ese momento en adelante. Así sería, pero no de la forma que él esperaba y añoraba.
miércoles, 1 de agosto de 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario