jueves, 21 de junio de 2007

Capítulo 17: "Eizan"

Se despertó sobresaltado, no sabía porque, pero estaba sudando. De seguro había tenido un mal sueño, un mal sueño que no recordaba para nada. La habitación era de piedra roja, una piedra que sólo se encontraba en un lugar, las Montañas Shan. Estaba adornada con varios cuadros de verdes paisajes que mostraban una tierra lejana, una tierra que él no conocía y en una de las esquinas había un ropero. Se colocó de pie sobre su cama para mirar por una pequeña ventana en el muro, el sol brillaba con fuerza, lo que le hizo sentir más ganas de salir de aquel lugar.
Eizan caminó hasta el armario, lo abrió y sacó una camisa roja de mangas cortas y un pantalón negro. Después de haberse vestido se colocó unas botas café y un cinturón oscuro, luego salió de la habitación. Bajó una pequeña escalera hasta llegar a un estrecho salón en el que sólo cabían dos sillas y una mesa.

Eizan!

Una grave voz le llamó, pero no era un sonido desconocido, sino algo que escuchaba a diario.

-¡Ya me he levantado! -contestó el muchacho.

Desde otra habitación apareció un sujeto de gran tamaño, robusto, de barba negra al igual que su cabello, era moreno y llevaba puesto una camisa de mangas largas verde y un pantalón café.

-Ve a comprar dos filetes, Enzo me dijo que hoy tendría algunos.

El individuo se acercó al chico y le entregó dos monedas relucientes. Eran monedas de plata.

-Está bien papá. ¡Ah! Te recuerdo que hoy iré al bosque a explorar con los otros Tsathi.

El muchacho abrió una pequeña puerta para salir de la casa y se fue lo más rápido que pudo.
Todo era montañas y rocas rojizas, uno que otro árbol, pero nada más fuera de eso. Él y su padre vivían un poco alejados de la comunidad del lugar, la principal razón era porque no compartían la misma sangre con los que habitaban ahí.

Todas las casas y otras construcciones del pequeño pueblo estaban hechas de roca, a excepción de sus puertas, las cuales provenían de las comunidades de los bosques. Algunas veces los Tsathi bajaban de las montañas a comprar cosas en otras localidades, como los filetes, ya que los únicos animales que vivían en sus tierras eran dragones de menor tamaño a los cuales consideraban hermanos, esa era una razón muy buena para no intentar cazarlos, pero la otra era que sus pieles, al igual que las de los Tsathi era demasiado dura, aunque bien podía servir de vestimenta.

Ezan caminó directamente a una de las tiendas más cercanas del pueblo, una que tenía un letrero afuera que decía:

"Hoy se vende CARNE"

El lugar estaba lleno, montones de pueblerinos habían tenido la misma idea de su padre, comer carne. Se hizo paso entre la muchedumbre y logró llegar hasta el mostrador, ahí se encontraba un sujeto de estatura baja, su piel era blanca, de hocico corto y ojos rojos.

Eizan¡ Me alegro mucho de verte muchacho -dijo de repente el Tsathi.

-Yo... también Enzo... -contestó Eizan mientras varios individuos lo apretaban.

-!Tendrás que esperar unos momentos¡ ¡Atenderé a esta multitud y luego hablamos!

Eizan asintió con dificultad mientras una gorda Tsathi lo empujaba hacia un lado. El chico salió como pudo del lugar y se decidió a esperar afuera.
El tiempo pasó y aun la tienda no se desocupaba, su padre lo regañaría mucho por llegar tarde, pero después de todo no era su culpa, Enzo le había dicho que esperara hasta después que atendiera a todos.

-Hola...

Una dulce voz resonó en sus oídos, una voz que nunca antes había escuchado, una voz que le hizo volar por los cielos. Eizan miró hacia su lado y vio a una extraña muchacha, de piel blanca, ojos cafés, cabello castaño, estaba vestida con arapos y no llevaba ningún tipo de calzado, parecía que durante mucho tiempo había vivido en la calle.

-Hola... -contestó Eizan mirándola fijamente a sus ojos.

La chica movió su mano frente a él, como si estuviese limpiando algo, y le preguntó:

-¿Estás bien?

Eizan se quedó mudo por unos segundos, y luego de un sobresalto volvió a la normalidad.

-Si, si... estoy bien... no te preocupes -le contestó sonriendo nerviosamente.

-Nunca te he visto por aquí... bueno, tampoco he de salid mucho, pero cuando vengo a la tienda con la señora no me he fijado en ti -dijo ella mirándolo con interés.

-Yo no vivo en el pueblo... vivo un poco más arriba en la montaña.

-¡Vaya! yo sólo puedo vivir a esta altura, si siguiera subiendo mi cuerpo no lo resistiría.

-¿Tu sirves a alguien en el pueblo? -le preguntó Eizan.

-La señora le hace creer a todo el mundo que no, ella se auto-proclama "la más generosa" -dijo imitando otra voz y haciendo un gesto burlón-, la verdad, me tiene como una criada en su casa.

Eizan sonrió por la imitación y luego su expresión se torné seria.

-Deberías escaparte entonces -le dijo el muchacho.

Ella se entristeció y le contestó:

-No puedo...

-¿Por qué?

-Porque allá abajo, en la tierra de los humanos yo no tengo a nadie... aquí no tengo comodidad, pero no me falta comida, agua o vestimenta.

Eizan observó los arapos que llevaba puestos.

-Claro, no es la mejor ropa, pero estoy vestida.

Los dos rieron por unos momentos. En ese instante salió la misma Tsathi que antes lo había empujado dentro de la tienda.

-Es hora de irnos... -dijo la Tsathi gorda al mismo tiempo que miraba a Eizan con desprecio.

La muchacha ni siquiera le había dicho su nombre, ni él el suyo a ella. Ahora se iba, pero estaba seguro de que en alguna otra oportunidad se encontrarían.

-No te enamores de una humana Eizan, ya sabes como son en este lugar -la voz de Enzo le hizo incorporarse de nuevo, aquella chica había ocasionado que algo dentro de él saliera de su cuerpo.

-¿Es humana? -preguntó Eizan.

-Claro, vive con esa embustera y altiva, por suerte hoy el lugar estaba repleto y no se quedó hablando de cuanto dinero tiene, que cuida de una chica humana y de otras cosas que ni quiero recordar -dijo Enzo con molestia.

Entraron en la tienda y después de unos momentos Eizan salió con dos filetes envueltos en una delgada tela blanca.

Adiós Enzo! ¡Gracias! -gritó el muchacho mientras se alejaba del pueblo.

Llego a su casa una hora después desde que su padre le había dado el encargo.

-No creo que te hayas quedado jugando por ahí ¿cierto? -le dijo su padre al mismo tiempo que habría la puerta de la pequeña, pero acogedora, casa de piedra.

Eizan sonrió y le entregó la carne.

-Ya tengo dieciocho años papá, si tardo en venir no será porque me entretuve jugando.

El Hombre sonrió y le hizo pasar.

-Hoy conocí a una mujer, una humana -le dijo Eizan de repente mientras se sentaba en una de las sillas de la pequeña sala.

-¿Qué hacía por estos lados? -le preguntó el hombre desde la cocina.

-Vive con una Tsathi del pueblo, una que me miró con desprecio -dijo Eizan sonriendo-. Creo que tiene mucho dinero, según lo que me dijo Enzo.

-Se de quien se trata -le contestó su padre-. Ella... ¿no te dijo nada?

-No, sólo me observó por unos segundos, luego se marchó con la chica... ni siquiera se despidió de mi, tal vez fue porque...

En ese momento golpearon la puerta. Eizan se levantó y abrió despacio.

-Hola "Kuskan" -le dijo un muchacho cubierto con una capa negra y ropa color café. Sus ojos eran amarillos y su piel rojiza.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó en voz baja Eizan juntando la puerta.

-Ten calma muchacho... he venido a informarte que la exploración de esta noche se ha adelantado, nos adentraremos en el bosque que se encuentra a las faldas de la montaña dentro de una hora.

-Bien, bien, estaré en la entrada del lugar, pero no se vayan sin mí ¿entendiste?

-Por supuesto "Kuskan", te esperaremos.

El sujeto se fue corriendo, después de unos segundos desapareció de la vista de Eizan.

-¿Quién era?

La voz de su padre llegó incluso a asustarlo, este estaba parado detrás de él.

-Uno de los chicos, vino para avisar que la exploración se adelantará, en una hora más nos reuniremos.

-Ya veo... será mejor que entres y comas, necesitarás fuerzas.

Cuando entraron se sentaron frente a la mesa y comieron. Un filete y dos huevos para cada uno, no era mucho, pero era lo único para lo que les alcanzaba, aun así agradecían, ya que a lo menos tenían algo que comer.
Después de una hora Eizan salió rápidamente de la casa, su padre lo acompañó hasta la puerta y desde ahí lo observó hasta que ya no lo pudo ver más.
El muchacho corrió tan rápido que parecía que volaba, y no duró mucho en llegar hasta la entrada del espeso bosque, desde lejos pudo ver a sus amigos esperándolo.

Kayla estaba preocupada, ya llevaba un día durmiendo, esperaba con ansias que se despertara, deseaba que estuviese bien, en ese momento miró su rostro y por un momento Eizan sonrió, al parecer estaba soñando algo acogedor o algún recuerdo feliz pasaba por su mente, uno que desde hacía años no recordaba. Eoin lo miraba con seriedad, esperando el momento en que se levantaría y los mataría, eso era lo que él decía. Kayla tocó su frente y se sintió más tranquila, todo por aquella sonrisa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...bkn, me encantó ese flashback,wennissiimo, por aclara cosas y te lleva a otra historia.