miércoles, 14 de noviembre de 2007

Capítulo 31: "La Invasión"

-Ahí está -avisó Teeka-; la parte más alta del templo, puedo verla.

El dragón carmesí comenzó a descender lentamente hasta que casi tocó la copa de los árboles que rodeaban el lugar habitado por los Kaji.

-Todo está tranquilo... -dijo Garaadria mientras miraba con atención hacia los alrededores del templo.

La criatura tocó el suelo frente a las puertas del templo con forma de pirámide. Kyosho salió de inmediato, seguido por Aixa y Eizan.

-Es un alivio que todo... -Aixa se quedó muda al ver que Kosme y Bohutt bajaban del dragón el cuerpo de Kai-Wén- ¿qué sucedió?

-Kai-Wén murió a manos de la misma mujer que mató a Dazke en el palacio -dijo Kosme mientras pasaba entre ellos llevando el cuerpo.

-Ya debo irme, mi hija debe estar preocupada; adiós amigos -se despidió Teeka, el dragón agitó las alas y se elevó hacia el cielo.

-Nerik... ¿estás bien? -preguntó Eizan.

-Si, papá, estoy más que bien... -respondió Nerik con expresión sombría.

-¿Qué sucedió con el secuestrador y la otra mujer? -preguntó Kyosho.

-La mujer murió, pero el secuestrador escapó... -respondió Garaadria.

Aixa, Eizan, Camela y Malena siguieron a Kosme y Bohutt, mientras Kyosho y Garaadria se quedaban con los otros.


-Cuentame todo, Nerik -ordenó Kyosho al muchacho.


Pero Nerik no se inmuto, miraba al suelo sin pestañear, parecía no estar presente. Kyosho se acercó y lo sacudió por los hombros. Nerik levantó el rostro y respiró hondo como si acabara de despertar.


-Sensei... -dijo Nerik mirándole fijamente.


-¿Qué sucedió durante la batalla? -insistió Kyosho.


Nerik se quedó en silencio.


-Vamos al templo, hablaremos con más tranquilidad.


Kyosho entró con Nerik en el edificio.


-Sesei Garaadria -llamó June-, quiero ver a Isei.


La mujer asintió y le hizo una seña para que le siguiera hacia el templo.


-No pensé que esto pudiera terminar así... -dijo Kosme mientras recostaban el cuerpo de Kai-Wén sobre una de las camas en la habitación donde Aixa atendía a los heridos.

-Es lo que sucede normalmente en las batallas... uno siempre debe estar preparado para ver a sus amigos morir -agregó Aixa.

-Kai-Wén era un idiota... pero al final demostró ser un buen compañero -comentó Bohutt-. Salvó la vida de Camela.

-Todo ha cambiado con la llegada de LuxFero, ya nadie está a salvo, debemos estar preparados para morir en cualquier momento -dijo Aixa mientras cubría el cuerpo con una manta.

Se quedaron en silencio por unos momentos.

-Primero Dazke, luego Isei y ahora Kai-Wén... -lamentó Kosme- por cierto, ¿dónde está Isei?

-En otra habitación -respondió Aixa-. Lo cambiamos a una habitación en el cuarto piso del templo.

En ese instante un estruendo proveniente de algún lugar del templo les alertó.

-¿Qúe sucedió? -preguntó Kyosho mientras se asomaba por la gran ventana de la habitación, como si estuviese vigilandolo todo.

-Pude sentir el poder, todo el poder corriendo por mi cuerpo... -respondió Nerik- es el poder del Eviando ¿no es así?

Kyosho se quedó en silencio, sin dejar de darle la espalda.

-No podía derrotar a esa mujer, la que había asesinado a Dazke; deseaba tanto hacerlo, matarla, pero tenía que salvar a June primero... entonces, ya no pude controlarme...

-¿A qué te refieres? -preguntó Kyosho sin girarse.

-El anterior Enviado ofreció controlar mi cuerpo -respondió Nerik con entusiasmo-. Yo no puedo hacerlo aun, por eso accedí; sólo de esa forma pude matarla, perodón, pudimos matarla.

-¿Qué ha pasado contigo? -murmuró Kyosho asombrado por el entusiasmo que mostraba Nerik al hablar.

-He cumplido con mi venganza... ahora me siento mucho más libre para hacer lo que quiera...

Cada palabra que salía de la boca de Nerik era como una puñalada para Kyosho, el muchacho al fin había caído en un lugar del que no podría salir con facilidad. Pensó que era el momento de detenerlo, pues si liberaba su poder sin precausión todo los miembros de la tribu acabarían muertos.

-Puedo eliminar a quien sea, puedo hacer lo que sea... nadie entorpecerá mi camino, no vivirá el que me desafíe... -agregó Nerik sonriendo.

-¿Qué te sucede, muchacho? -preguntó Kyosho, esta vez mirándole.

-El poder no se ha ido de mi, Sensei; aun puedo sentirlo correr por todo mi cuerpo, siento que puedo hacer lo que sea...

En ese momento el ruido de una fuerte explosión, en la entrada del templo, les llamó la atención.
Kyosho miró por la ventana hacia abajo, Nerik llegó a su lado desconcertado, ansioso de saber lo que había sucedido.

-¿Qué es eso que viene volando hacia acá? -preguntó Nerik apuntando hacia el cielo.

Kyosho observó con atención y vio a una docena de criaturas aladas acercarse con rápides, una de ellas directo a la habitación en la que se encontraban.

-¡Apártate! -ordenó Kyosho empujando a Nerik hacia atrás.

El muchacho cayó tras el escritorio que había, la criatura con alas se estrelló contra el vidrio, haciendolo estallar en mil pedazos y entró como si nada.
Kyosho le lanzó una bola de fuego y esta estalló en el pecho del extraño visitante, pero no le hizo nada.
El ser que parecía un humano, pero de piel bastante oscura, como si le hubiesen puesto en una hoguera; los colmillos le sobresalían de la boca, el cabello tan negro como su piel caía sobre sus hombros y llevaba puesta una resistente armadura plateada en el pecho, en sus piernas y en sus brazos.

-Un... Tecelot... -dijo Kyosho.

Nerik justo se colocó de pie.

-Vete... encuentra a tus amigos y evacúen todo el lugar... -ordenó Kyosho sin dejar de observar al ser alado, quien sonrería como si todo se tratara de un juego.

-Sensei...

El Tecelot dio un pequeño hasta Kyosho y le dio una patada en el pecho logrando que cayera por la ventana. Nerik intentó acercarse, pero la criatura le dio un fuerte empujón y lo lanzó hasta la puerta.

-Tengo que desearlo... tengo que desear... -dijo para sí en voz baja.

El Tecelot se acercó a él amenazante, pero se detuvo de inmediato cuando vio al muchacho ponerse de pie.
Los dos ojos de Nerik estaban azules ahora, no resplandecían ni nada, pero le hacían ver a la criatura que no podría contra él.

-Muere... -dijo Nerik.

El Tecelot comenzó a retorcerse de dolor, pronto comenzó a salir humo de su boca, oídos y nariz. El ser ardió en llamas desde dentro y se convirtió en ceniza sólo en unos cuantos segundos.
Nerik se apresuró a mirar por la ventana, Kyosho se sujetaba con dificultad un poco más bajo. El chico extendió el brazo y le ayudó a subir de nuevo. Un hilo de sangre brotaba de la boca del Sensei.

-¿Cómo lo hiciste? -preguntó Kyosho al ver las cenizas en el suelo.

-Hice que se quemara por dentro... -respondió Nerik con expresión de rabia en su rostro.

La habitación tembló unos momentos.

-Debemos ayudar a los demás, Nerik -dijo Kyosho mientras abría la puerta-. Pensé que estos seres ya no existían en este mundo, pero al parecer LuxFero hizo posible su regreso.

-¿Qué son? -preguntó Nerik mientras corrían por los pasillos y bajaban escaleras.

-El Tecelot es una aberración de la naturaleza; son los seguidores más leales de LuxFero, aparecieron cuando él lo hizo, pero fueron encerrados hace cientos de años por Mordad, quien era uno de los aliados del Enviado. Se dice que construyó una puerta hacia otro mundo, un mundo de desolación, y ahí los encerró una vez que el cuerpo de LuxFero fue destruido.

-Entonces, él debe haberlos liberado ahora -agregó Nerik.

Kyosho asintió y agregó:

-La única forma de eliminarlos es cortando sus cabezas o rebanarlos por la mitad, bueno, también como tú lo hiciste allá arriba, pero dudo que otros puedan hacer lo mismo.

Llegaron al salón de la entrada, ahí estaba Eizan cortando la cabeza de uno Tecelot.

-Eizan -llamó Kyosho-, ve a ayudar a los más jóvenes que se encuentran afuera.

Eizan asintió y salió corriendo.

-¿Qué hacemos? -preguntó Nerik.

-Llevaremos a los más pequeños al lago, ahi estarán fuera de peligro, por un tiempo -respondió Kyosho-. La-Meng les enseñaría hoy sobre el fuego en la sala de reuniones.

Los dos corrieron por los pasillos, de pronto el muro se derrumbó y un muchacho cayó muerto a los pies de Kyosho; inmediatamente apareció un Tecelot sonriendo victorioso. El Sensei sacó una daga escondida en su cinturon y lo apuñaló en el cuello sin que la criatura pudiera reaccionar.

-Sensei... no podemos quedarnos -dijo Nerik mientras Kyosho empujaba a un lado el cuerpo del Tecelot.

El templo temblaba por completo, las criaturas lo estaban destruyendo y asesinaban a quien se encontraban en el camino, incluso mujeres y niños.
Nerik y Kyosho siguieron avanzando a toda velocidad hasta el lugar, en donde se encontraron con la puerta fuertemente sellada.
Kyosho la golpeó con fuerza, pero no abrió.

-¡Sensei La-Meng! -llamó Nerik.

En ese momento escucharon una explosión proveniente del otro lado y de inmediato gritos de niños.
Nerik golpeó la puerta, pero no se abrió.

-No puede ser... -murmuró Kyosho mientras seguía oyendo los gritos de los pequeños.

Los ojos de Nerik comenzaron a resplandecer; colocó sus manos sobre la puerta de hierro que no les permitía pasar y esta salió disparada con tanta fuerza que voló hasta el exterior del lugar atravesando la ventana y llevándose a unos cuantos Tecelot.
Kyosho entró sin vacilar; La-Meng se enfrentaba con dificultad a dos de las criaturas, las que claramente eran mucho más ágiles que él.

-¡Nerik, ahí! -gritó Kyosho apuntando a los Tecelot.

Sólo bastó una mirada del muchacho para que los dos seres volaran por los aires y se estrellaran con el sólido techo de la gran sala.

-Hay que sacar a los niños de aquí, Kyosho -dijo La-Meng.

-Eso haremos -respondió el Sensei-. Nerik te escoltará hasta el bosque, desde ahí sigue hasta el lago.

La-Meng nerviosamente asintió y ordenó a los niños que lo siguieran; les calmó diciendo que estarían a salvo y que el muchacho vestido de negro los escoltaría.

-¿Qué hará usted, Sensei? -preguntó Nerik antes de guiar a los niños y a La-Meng.

-Ayudaré a los que quedan dentro del templo -contestó Kyosho.

Nerik asintió un poco preocupado, pues si bien tenía el poder para destruir a cualquier Tocelot que se le cruzara, no estaría cerca de Kyosho o de sus amigos para defenderlos.

-June... Kosme -murmuró Nerik mientras veía al Sensei alejarse del salón a través del mismo pasillo por el que habían llegado.

-¡Nerik! -llamó La-Meng desde el patio- ¡Debemos irnos!

Nerik reaccionó y corrió hacia él rápidamente, aun pensando en sus dos amigos, preocupado por lo que pudiera haberles ocurrido.










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