El viaje hacia la ciudad-puerto Astro era largo. Caminando se tardarían más de una semana. Desde ahí partirían hasta el Continente Oeste, específicamente a una de las cuatro islas más importantes, Haî.
-Hemos caminado durante toda la noche anterior... ¿no podemos descansar un momento? -preguntó Natsuko agotada.
-El viaje es demasiado largo, debemos darnos prisa -respondió Nerik-, durante el viaje podrás dormir todo lo que quieras.
-¡No estaré despierta más de una semana! -exclamó Natsuko, lanzando el bolso de cuero que cargaba en su espalda.
Natsuko se sentó rápidamente, como si algo le adoleciera. Nerik se percató de aquello y se acercó un poco preocupado.
-Algo te duele -le dijo-, deberías habermelo dicho antes, podríamos haber descansado en...
-No es nada, sólo un poco de dolor de estómago -interrumpió Natsuko, sin darle mucha importancia.
-Creo que debes dormir unos momentos -aconsejó Nerik dejando su mochila en el suelo-, mientras nos quedemos en este bosque está bien.
-Preferiría una posada, pero supongo que esto está bien -murmuró Natsuko sonriendo.
-Chistosa...
Nerik se alejó unos momentos del lugar, para buscar algunas ramas y hacer una fogata. Natsuko se recostó dolorida, el malestar en su vientre se hacía cada vez más grande, aunque desde hacía varias semanas le pasaba lo mismo y no le tomaba importancia, después de unos minutos el dolor cesaba.
-No encontre mucho -dijo Nerik al volver con unas cuantas ramitas secas-, y no me gusta cortar los árboles, tendrás que abrigarte más. Las tardes se hacen cada vez más frías.
-No importa -respondió Natsuko acomodandose y sintiendo los últimos vestigios del dolor-. Veo que no llevas la cinta roja en tu brazo; hace unos días quería preguntarte, pero no me atreví.
-Se supone que esa cinta la llevaba mi abuelo en su frente cada vez que luchaba con las criaturas que amenazaban el pueblo donde vivíamos, cuando yo era niño. Era muy importante para mi, como un símbolo o algo así; pero Asnaq la rasgó mientras luchabamos con el hace unos días...
Natsuko cerró los ojos y Nerik guardó silencio. Segundos después la muchacha estaba completamente dormida.
-No pensé que estuviese tan agotada... -musitó Nerik.
-Señor, le he encontrado... -dijo Asnaq sonriendo frente a un alto sujeto sentado en un trono detrás de un velo, a través del cual poco se podía ver.
Otros tres individuos se encontraban arodillados a un lado del trono, al otro lado del velo.
-¡Excelente! -celebró el individuo- ¿Le has matado?
-No, mi señor -respondió Asnaq y el malestar de su amo se dejó sentir en toda la gran sala.
-Y eso se debió a... -comenzó a decir esperando que su fiel siervo le diera un buen argumento.
-... a que ha perdido la memoria, mi Rey -se apresuró a contestar Asnaq.
Después de un incomodo momento de silencio, un momento en que el sujeto sentado en aquel trono, rodeado de sus siervos más fieles, sopesaba la situación comentada por Asnaq.
-Tal vez, Nerik, no suponga un peligro. Todo esto cambia las cosas de manera radical. Por ahora no nos preocuparemos de él. Por otro lado, he oído que Eizan se ha reunido con viejos amigos para buscar a los Cuatro Guerreros.
-Mi señor LuxFero, ese no será un problema -dijo con voz grave uno de los que rodeaba el trono-. Uno de los Cuatro Guerreros está con nosotros, jamás podrán tener éxito en la búsqueda.
-Eso es cierto -dijo LuxFero sin moverse ni siquiera un poco en el trono, como si estuviese paralizado y habilitado sólo para hablar-. Además, podemos usarle para destruir todo este intento de golpe que intentan dar esos miserables... después de tantos años de guerra y la muerte de la mayoría de sus amigos, aun intentan derrotarme.
-Nerik, Nerik, despierta...
Nerik se levantó de un sobresalto. Era de noche, tal vez de madrugada, pero no lo sabía, ni siquiera recordaba cuándo se había quedado dormido.
-Gritabas dormido... -dijo Natsuko mientras se colocaba de pie y se alejaba para avivar el fuego que hacía un rato atrás había encendido.
-¿Gritaba? ¿qué gritaba? -preguntó algo confuso mientras se restregaba los ojos.
-Bueno, mas bien balbuceabas, porque no entendí mucho. Creo que era algo sobre la muerte de alguien... parecías sufrir mucho.
-No recuerdo haber soñado nada...
-Mejor te vuelves a dormir -aconsejó Natsuko mientras se sentaba frente al fuego.
-No, no... será mejor partir, así podremos llegar al puerto en menos de una semana.
-Si tu lo dices...
Ambos recogieron sus cosas, Natsuko apagó el fuego y partieron a paso veloz a través del tétrico bosque.
-¿Ansioso?
Isei se giró y vio a Trakey acercándose. Era un muchacho pálido, de cabello rubio y verdes ojos. Su mirada parecía despreciativa y arrogante, pero su actitud frente a los demás era completamente diferente.
-Recuerdo a Nerik -dijo de repente-. No podía hacer fuego y era un poco tonto, era divertido insultarle, algunas veces... supongo. Creo que no debería decir esas cosas.
-Nerik no es ningún tonto, eso debe quedarte claro -contradijo Isei-. No lo digo por tu comentario, lo digo porque es importante darse cuenta de que no es el mismo que conocimos hace varios años atrás. Debes estar dispuesto a matarlo, él no dudará en hacerlo.
-A mi parecer, es tu rabia la que te hace ver a Nerik de esa forma. No estás siendo muy racional en todo esto, pues por alguna razón que desconozco, le quieres matar cueste lo que cueste.
Isei se quedó en silencio, ya que Trakey decía la verdad. Trakey se marchó momentos después, volviendo a dejarle solo. Isei reflexionó lo dicho por su compañero de equipo, pero era imposible ganarle a su propio orgullo. Matar a Nerik no era sólo para salvar al mundo, sino que también porque su mujer y su hijo compartían una especie de lazo con él; Isei estaba dispuesto a destruir aquel lazo.
-Tal vez, hice algo muy malo en el pasado... -comentó Nerik mientras caminaban a través de una pequeña aldea.
-No lo creo, no eres una mala persona -le dijo Natsuko.
-Espero que sea así, no me gustaría enterarme de que fui un asesino o algo parecido. Estoy ansioso de llegar al puerto.
-En cuatro días llegaremos.
Isei se giró y vio a Eizan, el padre de Nerik, mirandole sonriente.
-Si, así me lo dijo el capitán hace un rato -respondió Isei, sin darle demasiada importancia a Eizan; quería que le dejaran solo por un rato.
-Isei, iré directo al grano -dijo de repente Eizan cambiando su expresión de aparente alegría a una seria-. El objetivo es claro: encontrar a Nerik, hablar con él, convencerlo de que vuelva y si se niega, intentar atacarle. Todos sabemos que si LuxFero le convence de unírsele, nuestra causa estará perdida.
-No entiendo por qué me dice esto -respondió Isei mirándole fijamente-. Sé cual es objetivo, pero tengo mis razones para pensar de mala forma acerca de Nerik, sin ofender. Él se encargó de eliminar a Sensei Kyosho, él hizo el trabajo de LuxFero. Sin nuestro Sensei, sin él quedamos indefenso. Usted no estuvo el día del ataque, la tribu desapareció en tan sólo media hora.
-Lo siento... no era mi intención hacer que recordarás aquel día.
Los ojos de Isei se llenaron de lágrimas, pero ninguna alcanzó a caer, su rabia, su odio y su tristeza se lo impidieron. Nerik había sido buen amigo, pero le era imposible olvidar la traición cometida por éste a sus amigos, incluso, les había matado a sangre fría.
-Tal vez, Nerik camibió -alentó Eizan.
-¡¿Cambiar, acaso no recuerda su mirada llena de odio?! -le preguntó Isei con enfado
-En parte fue mi culpa -respondió Eizan afligido-. Yo le prometí a su madre cuidar de él, pero fue lo que menos hice. Dejarlo al cuidado de la tribu Kaji no fue una buena desición.
jueves, 3 de abril de 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario