sábado, 15 de diciembre de 2007

Capítulo 1: "Comienza la Búsqueda"

Llovía con fuerza aquel día, no había nadie fuera de sus casas; todos se encontraban seguros y abrigados en sus hogares. Sólo un grupo de seis sujetos envueltos en capas con capucha caminaban por el lodoso camino que separaba las casuchas de madera. No se inmutaban por la lluvia, lo único que les interesaba era llegar a su destino y rápido. Los tiempos no eran buenos, con LuxFero conquistando todos los reinos cercanos a Hóng-Lían y enviando mercenarios a cada rincón del continente todos los que le declaraban la guerra o entorpecían su camino terminaban muertos; lo mismo había sucedido con varias tribus que intentaron derrocarle, entre ellas la tribu Kaji, una de las primeras en desaparecer después de la caída del Enviado.
Los seis individuos se detuvieron frente a la puerta de la última casa de la calle y golpearon dos veces, despues esperaron unos segundos e hicieron lo mismo. Una mujer de unos veinte y tantos años, de cabello plateado muy hermosa les abrió con una pequeña sonrisa dibujada en el rostro.

-Adelante... -dijo la mujer.

Entraron sin vacilar, como si hubiesen estado esperando con ansias aquello. La mujer del cabello plateado cerró la puerta sin antes de mirar a todos lados; debía asegurarse de que nadie les estuviese vigilando.

-June... -dijo uno de los que recien habían entrado mientras se quitaba la capucha- es bueno volver a verte.

Era un muchacho algunos años menor que ella, de cabello negro y rizado. June se quedó pazmada con los ojos bien abiertos mirándole fijamente como si no pudiese creer lo que veía. Después se lanzó a sus brazos sollozando.

-!Isei¡ -gritó con felicidad mientras se refugiaba bajo los brazos del muchacho.

Los otros se quitaron las capas empapadas y las dejaron cerca de la puerta. Todos eran viejos conocidos a los que no veía desde hacía más de siete años.

-Ha pasado demasiado tiempo... -dijo otro de cabello negro y gris que se sentaba en una de las esquinas de la habitación en la que se encontraban.

-Sensei... Eizan -dijo June con algo de sorpresa-, pensé que había muerto en el ataque al templo de la tribu hace años.

-Bueno, eso pensaron muchos; pero en realidad permanecí un tiempo escondido para reencontrarme con Isei hace un par de meses. Estuve con los Tsathis, debía advertirles del peligro.

Una mujer de cabello rubio y largo se acercó a June y le saludó con un beso en la mejilla. June la observó con algo de confusión, parecía no recordarla.

-Soy Malena... -dijo ella con desagrado por no haberla reconocido.

-Malena... también pensé que estabas muerta. Oí que tu hermana...

-Sí... -interrumpió Malena- la muy idiota intentó matar a LuxFero en el palacio... era obvio que terminaría asesinada por ese monstruo.

Todos guardaron silencio. Cada uno de los que estaba ahí había perdido a un ser querido por culpa de las intensas guerras que se libraban en todo el continente debido a la presencia y el afán de conquista de LuxFero.

-Sensei Garaadria... Trakay y Sensei Isao... -murmuró June al ver a los otros que le sonreían.

Después de quitarse las capas mojadas todos se sentaron frente al fuego encendido en un recuadro en medio de la casa. Se miraban unos a otros, nadie deseaba comenzar ha hablar, aunque era importante que lo hicieran. June tomó una tetera y sirvió un poco de te en unos vasos de arcilla que parecían muy viejos.

-Pensé que irían hasta la capital de Terraconce en busca de nuevos aliados -comentó June mientras se sentaba al lado derecho derecho de Isei.

-Eso haríamos -respondió Isao de inmediato-; pero todo salió mal luego de la batalla en las montañas. La mayoría de los refugiados murieron ahí, sólo unos pudimos salir con vida. Fue imposible, después de eso, viajar por los caminos, estaban todos custodiados por soldados de Luxfero. Con un poco de suerte logramos llegar hasta este lugar.

-LuxFero anda en busca de todos nosotros -agregó Trakay-. No es seguro quedarse en un sólo lugar por varios días, además sus siervos registran cada aldea. Lo mejor sería que todos nos marcharamos a las ruinas del antiguo templo de los Kaji.

Los demás se sorprendieron de escuchar aquello, ninguno había pensado nunca en volver; pero ahora que Trakay lo mencionaba no era una mala idea, pues era el lugar más seguro en esos momentos.

-Éstaríamos más cerca de la capital del reino y lo mas importante, mucho más cerca de Luxfero -dijo Garaadria entusiasmada con la idea.

-Todo eso esta bien; pero hay que recordar que hay algo pendiente, algo que es muy importante... -dijo Isei haciendo que todos bajaran la mirada, menos June.

-¿Qué cosa? -preguntó June al ver que todos los demás deseaban obviar el tema.

-Debemos encontrar a Nerik... -contestó Eizan- es prioridad hacerlo.

June sintió como algo surgía desde lo más profundo de su corazón al oír el nombre del antiguo Enviado, el nombre de aquel que los había traicionado.

-Nerik... -murmuró ella e Isei la miró de reojo notando algo extraño.

-Pero es poco probable encontrarle después de tantos años, tal vez haya muerto por ahí luchando -dijo Isei con un poco de malicia en su voz.

-No lo creo -refutó June dejando a Isei sorprendido por el tono de voz en que lo decía, un tono de voz firme y decidido-. Nerik no era de aquellos que se rendían fácilmente, estoy segura de que ha pasado todos estos años entrenando, mejorando e intentando salir adelante... solo.

-Tienes razón -agregó Eizan-. Nerik se parecía mucho a su madre en eso.

-Hay que comenzar a buscarle, él es el único capaz de vencer a LuxFero y después de todo este tiempo debe haber cambiado -dijo Garaadria.

-Nerik no es él único -contradijo Isei a la mujer con enfado-. Aixa dijo que otro Enviado nacería cuando él nos traicionó. Si hay que buscar a Nerik es para destruirle, él no puede seguir con vida; en cualquier momento se unirá a LuxFero y entonces todo terminará. Sensei Kyosho tuvo razón al intentar matarle hace siete años.

-¡Tú no estabas ahí! -gritó June con furia a Isei.

Isei se quedó boquiabierto por la actitud de June, ni siquiera pudo articular palabra para contestarle algo. Los otros la miraron confundidos. June se dirigió a la puerta rápidamente y salió a la calle empapándose por completo en unos segundos.

-¡June! -llamó Isei e intentó seguirla, pero su padre, Isao, lo detuvo.

-Déjala unos momentos, necesita estar sola... -dijo el hombre cabello gris y rizado mientras le sujetaba por el brazo.

-¿Qué haremos con respecto al asunto de Nerik? -preguntó Malena mientras cruzaba los brazos como si no hubiese otra solución que de encontrarlo.

-Nos dividiremos en dos grupos de tres personas -propuso Eizan-. Un de los grupos buscará a Nerik dentro de este continente, el otro deberá viajar al continente Este.

Todos asintieron; aunque Isei lo hizo sin mucho agrado ni convencimiento ya que aun pensaba que era inútil ir en busca de Nerik.

-Isao, Garaadria y Malena, ustedes buscarán aquí -dijo Eizan-. Trakey, Isei y yo buscaremos en el otro continente.

La lluvia caía con fuerza, pero a June no le importaba. Sus azules y hermosos ojos estaban puestos en el gris cielo mientras recordaba la última vez que había visto a Nerik. Entonces algo que no había sentido desde aquellos tiempos surgió desde su interior, algo que había ocultado de todos, incluso de su marido, Isei.

-¿Qué es esto que siento...? -se preguntó a sí misma en voz baja.

Le dolía el pecho, y sentía enormes ganas de llorar y gritar con fuerza; pero había una razón para no hacer nada de aquello, una razón muy poderosa. Su hijo. Un muchacho de cinco años de cabello plateado y ojos tan azules como los de ella.

-No pueso dejar de pensar... ¿por qué tenían que decir su nombre?

Se calmó un poco; aun cuando el fantasma de Nerik rondaba sus pensamientos. Entró nuevamente en la casa, nadie hablaba, Isei la observaba y no había enfado en su mirada, eso le aliviaba un poco más.

-Saldremos durante la madrugada, así la noche cubrirá nuestros pasos -avisó Eizan.

-¿Se... irán? -preguntó June desconcertada.

-Iremos en busca de Nerik -contestó Malena.

-Yo quiero ir también... por favor -pidió June.

-No, no puedes -respondió Eizan-. Tienes un hijo que cuidar, nadie más aparte de ti se puede hacer cargo de él en estos momentos. Aixa está en Hiver y nosotros tenemos una misión que cumplir.

June se quedó en silencio y en ese momento un niño de unos cinco años apareció desde otra habitación cubriendose los ojos por la luz de la fogata.

-Mamá... -dijo el pequeño caminando hacia June quien lo levantó en brazos.

-Ierik -le llamó June-, tu padre ha regresado.

El niño intentó resistir el encandilamiento para ver a su padre.

-Ierik... -se acercó Isei con una feliz sonrisa en el rostro- han pasado tres años desde que no te veía.

El niño no lo recordaba mucho, pero le reconocía con facilidad, era como algún tipo de conexión que les unía con fuerza. Ierik le abrazó con fuerza sonriendo.

-Tu abuelo también está aquí, hijo -dijo June caminando hasta Isao.

Ierik se le quedó observando un poco confundido, jamás había visto al padre de su padre.

-Es mejor que descansemos todo lo posible -aconsejó Eizan-. El viaje será muy largo.

-Isei -llamó June a su marido en voz baja-, puedes hacer que duerma, estará más feliz contigo ahora.

Isei asintió y lo llevó a la otra habitación en la que había sólo una cama grande, en la que dormía June y él. Le recostó con delicadeza sobre la cama y le dijo:

-Cada que he pasado fuera tu recuerdo ha sido lo que me ha dado fuerza para seguir adelante.

Ierik no entendía muy bien lo que su padre le decía; pero de todas formas le sonrió.

-Papá -dijo de repente Ierik cambiando la expresión de su rostro a una confusa-, he tenido un sueño extraño.

-¿De qué trataba? -preguntó Isei.

-Un hombre vestido de negro, que parecía estar muy triste, me hablaba desde otra tierra, una tierra muy verde y llena de árboles.

-¿Qué te decía?

-Que tenía que estar listo... -respondió Ierik- que pronto sería mi turno...

-¿Tuviste miedo? -preguntó Isei un poco sorprendido por el sueño de su hijo.

-No, no le tuve miedo; en realidad sentí que él era muy cerano a mi.

Isei besó a su hijo en la frente y lo arropó, luego se dio la vuelta y caminó hasta la entrada de la habitación.

-Tienes que irte de nuevo... ¿no es así? -preguntó Ierik antes de que Isei saliera.

-Lo siento hijo; pero volveré lo más pronto posible y haré que aquel hombre de tu sueño desaparezca.

Isei salió de la casa con enfado, no podía sorportar lo que sucedía; tal vez no era tan así como el pensaba, pero de alguna forma Nerik entraba en su familia. Entonces estuvo decidido a acabar con su existencia, pues era peligroso dejarlo con vida tal y como lo había dicho Kyosho varios años atrás. Empuñó la manó y golpeó un árbol cercano a la pequeña casa; se dio cuenta entonces que en aquel árbol y justo en el lugar donde había caído su puño estaba grabado el nombre de su hijo.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Libro III: Los Cuatro Guerreros

La Caída del Enviado marcó el principio de una época, el principio de la época en que LuxFero reinaría con mano de hierro. Los reinos cayeron uno a uno bajo su poder y bajo su enorme ejército de humanos corrompidos por su poder. Sólo Terraconce quedó en pie y los pocos sobrevivientes a las masacres comentidas por sus siervos se ocultaron en aquel reino desesperados.

Al igual que Terraconce, las islas del norte luchaban por que las fuerzas del tirano no les invadieran. Los Guerreros de muchas tribus clandestinas se unieron y pelearon contra las fuerzas de LuxFero, pero todos cayeron sin piedad alguna.

Los años pasaron y sólo muy pocos se oponían a LuxFero, los demás habían declinado por el miedo. Las tribus desaparecieron, a excepción de los Tsathi que se lograron ocultar a tiempo. LuxFero dominaba casi todo, las islas del norte ya habían quedado bajo su poder y los rebeldes de una pequeña fortaleza al sur de la capital de Terraconce, construida sobre las ruinas de Jumú, eran los únicos oponentes a su reinado.

Hacía siglos atrás los sabios habían predecido aquello, pues si el Enviado se volvía en contra de lo que tenía que salvar todo estaría perdido, y así sucedió. Con la caída del Enviado y su posterior desaparición LuxFero tomó el control de todo lo que había su alrededor, ya nadie le podía hacer frente. Pero no todos perdieron la fé, existía otra posibilidad.

En los escritos antiguos se hablaba de cuatro seres que estarían para proteger al mundo cuando éste se colmara de maldad. Pero nadie sabía quienes eran ni donde se encontraban. Era el momento de iniciar la búsqueda de los cuatro guerreros que salvarían de una vez al mundo.